BUENOS AIRES – Adiós a los BRICS. Después de casi dos décadas (salvo el interludio de la presidencia de Mauricio Macri), Argentina vuelve a mirar hacia Occidente, hacia el eje Europa-Estados Unidos, hacia la OCDE (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), donde aspira a ingresar.

Fue uno de los puntos de inflexión anunciados luego de la asunción del presidente Javier Milei, y sellado ahora por un comunicado conjunto de la canciller Diana Mondino y el secretario general de la OCDE, el australiano Mathias Cormann, en visita oficial a Buenos Aires.

“Recién estamos en el inicio de un camino que durará años y quizás no concluya al final del mandato de Milei”. Con estas palabras comenzó su discurso Mondino, durante la conferencia de prensa del 30 de agosto.

Para Milei, el ingreso de Argentina a la OCDE parece principalmente una cuestión de prestigio personal que recuerda la ansiedad de un personaje del Gattopardo, Don Calogero –el padre de Angélica– por intentar ser aceptado por la nobleza siciliana. Una aristocracia que también se estaba extinguiendo, incapaz de ver lo nuevo y utilizarlo a su favor, una metáfora que se adapta bien al eje atlántico, incapaz de seguir el ritmo de China en todos los puntos de vista: económico, demográfico, científico-tecnológico...

Mondino considera que el ingreso de Argentina a la OCDE tendrá efectos positivos, simplemente por unirse a una comunidad de democracias liberales que servirán como ejemplo de transparencia, economía abierta y reglas claras.

La autocandidatura iniciará una fase de análisis por parte de 26 expertos que indicarán las cuestiones críticas y las reformas a emprender y la necesaria racionalización del aparato estatal. Cormann no dio más orientaciones, pero insistió en la necesidad de reducir la inflación como requisito previo.

“Argentina tiene un gran potencial y queremos apoyar sus esfuerzos”, afirmó Cormann.

“La idea de ingresar a la OCDE se remonta a los años 90, con Menem”, recuerda Mondino. El default de 2001, resultado también de las políticas económicas de la época, frenó la iniciativa.

“Macri lo volvió a intentar, sin éxito –continúa la ministra–. Durante la presidencia de Alberto Fernández hubo incluso un retroceso. Reconfirmamos ahora el compromiso del gobierno nacional y de las provincias. Es un proyecto en el que empezamos a trabajar ya durante la campaña electoral, cuando nadie creía que íbamos a ganar las elecciones”.

Quedan abiertas dos interrogantes. La primera es en el frente de la política interna: ¿qué y cuántos otros sacrificios se les pedirá a los argentinos para satisfacer las exigencias impuestas por la OCDE dentro de unos años? La segunda es más bien un tema de política exterior y se refiere al posible impacto a nivel regional de la separación del grupo BRIC, del que también forma parte Brasil y a cuya economía Argentina está indisolublemente ligada.

Pero, como señalaron Mondino y Cormann, esto recién empieza.