ROSARIO –  Para Nicolás Fantin el Alef (entendido como el punto de donde todo se origina) es Latisana (Udine).

De allí partieron, en 1949, sus abuelos, en busca de fortuna tras ver los horrores de la Segunda Guerra Mundial, y aterrizaron en Rosario. Y en Rosario Nicolás conoció una nueva Alef, la sede rosarina de una de las asociaciones creadas por la región para representar a la diáspora friulana y juliana y mantener relaciones con su tierra de origen. En realidad, el acrónimo significa Asociación de Trabajadores Emigrantes de Friuli Venezia Giulia.

Nicolás Fantin es el actual presidente. “Tenía una relación muy estrecha con mi abuelo, que era soldado alpino y creía en los valores patrióticos –dice–. Para él era importante que estudiara italiano. Murió cuando yo todavía era un niño, pero su recuerdo dejó una huella en mí”.

Impulsado por este vínculo moral, se acerca a Alef para inscribirse en un curso de idiomas. Allí descubre que la historia de su familia es tanto individual como colectiva. Este descubrimiento despierta en él el deseo de participar activamente en la vida de la asociación.

“Alef en Rosario está formado principalmente por friulanos, porque los inmigrantes de Trieste e Istria se dirigían principalmente a Mar del Plata”, explica Nicolás, orgulloso de su apellido Fantin, escrito sin tilde, como el original de la familia en Latisana.

Los miembros de Alef no solo se encuentran en Argentina, sino también en Bélgica, Suiza, Alemania... “Al principio, la organización se dedicó a la protección de trabajadores que a menudo eran discriminados y explotados –explica Nicolás–. Luego, con el proceso de integración europea, muchos emigrantes a Europa regresaron a Friuli y el objetivo de la asociación cambió”. Ya no es protección sindical, sino un enfoque cultural.

En Rosario Alef existe desde los años ochenta.

“Recibimos a todos aquellos que tienen un vínculo, de cualquier modo, con Friuli Venezia Giulia y quieren volver a estar en contacto con sus raíces –afirma Fantin–. Muchos llegaron solo por el apellido de su bisabuelo que terminaba en “on” o “in” y ahora estudian italiano y siguen nuestras actividades”.

Hoy Alef tiene una comisión directiva joven. “Es una gestión horizontal –subraya el presidente–. Las decisiones se toman juntos”.

La asociación no tiene oficina física (pero está presente en Facebook e Instagram). “Esto tiene pros y contras –afirma el presidente–. No tenemos un lugar concreto donde los interesados ​​puedan encontrarnos, pero ahorramos mucho dinero que se destinaría al mantenimiento y lo utilizamos para nuestras actividades, para lo que contamos con un centro cultural, Rosolas 74, que generosamente nos acoge”.

La oferta de Alef incluye cursos de italiano (lengua y conversación), encuentros sobre la historia de Friuli (se habló, por ejemplo, del terremoto de 1976 y de la posterior reconstrucción), y un ciclo de cine friulano. “Intentamos favorecer las películas recientes”, subraya Nicolás. Entre los títulos de la exposición, Io vivo altrove! de Giuseppe Battiston, Piccolo corpo de Laura Samani, Gigi la legge de Alessandro Comodin.

Una proyección del ciclo de cine.

Un momento muy importante para los socios son las pasantías socioculturales. “Viajes de las raíces” de dos semanas en Friuli Venezia Giulia, para conocer la realidad actual de la región, a la población local (que casi siempre tiene un migrante en su familia y por lo tanto es muy acogedora), visitar el lugar de origen de su familia.

“Estuve en Friuli en 2019 –recuerda Nicolás– y puedo decir que el viaje marca un antes y un después. Todo lo que nos contaron nuestros abuelos se vuelve tangible. Y los vínculos se fortalecen”.