BUENOS AIRES - Hace exactamente cuarenta años, el 29 de diciembre de 1983, el nuevo presidente argentino Raúl Alfonsín realizó el acto más valiente que se podía esperar de un jefe de Estado elegido democráticamente después de la sangrienta dictadura que comenzó con el golpe de 1976.
En una democracia todavía muy frágil, donde los militares estaban dispuestos a recuperar el poder si se sentían amenazados, Alfonsín emitió el decreto 158/83.
Dio así impulso al juicio por violaciones de derechos humanos contra las tres juntas militares que se habían alternado en el poder entre 1975 y 1983.
En el banquillo de los acusados estuvieron sentados los jefes de las tres fuerzas armadas del país: Videla, Viola y Galtieri por el Ejército, Massera Lambruschini y Anaya por la Marina, Agosti, Graffigna y Lami Dozo para la fuerza aérea.
La historia fue narrada en la película 1985 (año en que efectivamente se desarrolló el juicio), estrenada en 2022 y dirigida por Santiago Mitre, con Ricardo Darín en el papel del fiscal Julio César Strassera y Peter Lanzani en el de Luis Moreno-Ocampo, su mano derecha.
La película fue presentada en el Festival de Cine de Venecia de 2022 y ganó varios premios, incluido el Globo de Oro, pero no el Oscar (al que estaba nominada).
La gran mayoría de apellidos italianos entre los altos oficiales enviados a juicio en 1983 sirve para entender una vez más cómo la historia de Argentina está indisolublemente ligada a la de los "italiani d’Argentina" (para citar el título de una canción de Ivano Fossati). No sólo del lado de los verdugos, sino sobre todo del lado de las víctimas y de quienes se rebelaron contra la violencia.
Los nombres aparecen entre las Madres de Plaza de Mayo, las primeras en denunciar públicamente la desaparición de sus hijos: Vera Vigevani Jarach (judía, que huyó de Italia siendo niña durante el fascismo, periodista de la sede de ANSA en Buenos Aires y abogada), Lita Boitano y Estela de Carlotto -más tarde fundadora de Abuelas, la asociación involucrada en la investigación e identificación de recién nacidos robados a madres que dieron a luz en centros clandestinos de detención y fueron dados a familias que en muchas ocasiones estaba involucradas en los delitos de desaparición de sus padres-.
La valentía de Alfonsín –pero también su respeto por la autonomía del poder judicial– habría desempeñado un papel clave en la recuperación de una democracia sustancial y no sólo formal.
Argentina, de hecho, es uno de los pocos países del mundo que juzgó a sus dictadores sin necesidad de la intervención de tribunales internacionales.
El Juicio a las Juntas –como comúnmente se lo llama– tuvo gran resonancia internacional y colocó a la Argentina como país a la vanguardia en la defensa de los derechos humanos.