Fiel a la fama de la región, considerada cuna de la lengua y el arte italiano, la Asociación Cultural Toscana de Buenos Aires tiene como mandato el desarrollo de relaciones basadas en el intercambio y la reciprocidad y no solo en una mirada nostálgica al pasado.

La asociación actual se fundó en 1992, pero sus raíces se remontan a algo menos de un siglo.

Era 1926: en Avellaneda, en el conurbano sur de Buenos Aires, comenzaron a reunirse algunos inmigrantes provenientes de Pisa, todos antifascistas y obligados a abandonar Italia tras la toma del poder de Mussolini.

“Nosotros, los descendientes, no tenemos esa nostalgia que caracterizaba a nuestros padres y tíos –explica Alberto Spadoni, presidente de la asociación cultural toscana–. Nos sentimos enriquecidos por la Argentina, por el encuentro entre las culturas de los dos países a los que sentimos pertenecer”.

Hijo de un padre lucchese (proveniente de Lucca, en Ponte a Moriano), y de una madre piamontesa de Serravalle Scrivia (Alessandria), Alberto es arquitecto. Trabaja para el Estado argentino, ocupándose de los barrios populares de Buenos Aires.

“Mis padres se conocieron bailando tango –dice–. Todo muy metafórico y muy argentino. Mi madre fue a la escuela en Argentina y por eso sabía bien castellano. Papá, en cambio, llevó toda la vida hablando cocoliche".

Campesino en Italia, albañil en Argentina. “Pero a mí me envió a la universidad y me hizo graduar –subraya Spadoni– en arquitectura. Como estudiante también trabajé con él en obras de construcción, adquirí mucho ‘oficio’, pero me generaba mucho estress porque él era incansable”.

A diferencia de la actividad de muchas otras realidades de nuestra comunidad en Argentina, la Asociación Cultural Toscana no se preocupa sólo de hacer llegar pedacitos de Italia a Sudamérica (en Rosario, por ejemplo, hay un grupo de sbandieratori, que se exhiben con coreografías donde se lanzan banderas), sino sobre todo el camino inverso, mucho menos evidente. Dar a conocer la producción cultural en Argentina de -pero no solo- los descendientes de aquellos primeros inmigrantes.

"Con esta filosofía –explica Spadoni– a lo largo de los años organizamos una serie de exposiciones de arte contemporáneo en distintas ciudades toscanas y argentinas". En 2008 fue en Pietrasanta (Lucca), en 2012 Florencia, en 2014 en Lucca, en 2016 en Livorno, en 2018 en Viareggio y en 2019 en Tucumán.

"La idea era descubrir aspectos menos conocidos y estereotipados de ambos países –afirma Spadoni–. Por ejemplo, dejar de hablar del Renacimiento y discutir sobre los arquitectos toscanos del siglo XX, como Giovanni Michelucci". El mismo que diseñó la estación Santa Maria Novella de Florencia y la iglesia de San Giovanni Battista en la Autostrada del Sole.

Lamentablemente, la pandemia interrumpió ese tipo de actividades.

“Estamos intentando volver a tejer puentes a través del actual presidente de Toscana, Eugenio Giani –explica–. Es una pena perder el contacto. Hay veinte asociaciones toscanas en Argentina. Somos un escaparate, una especie de embajada donde todos trabajamos exclusivamente por pasión”.