BUENOS AIRES –  Hay un hilo que une el 2 de junio, la Fiesta de la República, con el Día del Inmigrante Italiano que se celebra el 3 de junio, instituido por Argentina en 1995 a través de la ley nacional 24.561.

El vínculo tiene que ver con Manuel Belgrano, uno de los padres de la patria, protagonista de la Revolución de Mayo de 1810.

Belgrano nació el 3 de junio de 1770. Era hijo de un inmigrante italiano, Domenico, originario de Génova y comerciante de profesión.

Se trata de un vínculo formado por ideales democráticos, sentido de Estado y valores cívicos. Aquellos que nos permiten ser fieles a ambas patrias, ser tanto italianos como argentinos todos los días de nuestra vida.

No es casualidad que en la Asociación Italiana de Comodoro Rivadavia (en la provincia de Chubut) se celebren juntas las dos fechas, con una tallarinada. “Para nosotros ya es una tradición –afirma el presidente Domenico Squillace–. Una forma muy eficaz de reunir a todos los socios. Y para no chocar con el resto de celebraciones oficiales, la reunión se pospuso una semana, al domingo 9 de junio”.

Para la comisión directiva de la Sociedad Italiana de Tigre (Buenos Aires) “el 3 de junio es un día muy emotivo. Nos llena de orgullo recordar a nuestros fundadores, quienes construyeron esta ciudad y formaron asociaciones como la nuestra. Nos dejaron sus tradiciones, que mantenemos vivas en señal de agradecimiento”.

De Chubut a Buenos Aires, y de allí a Misiones: es como recorrer toda Argentina en apenas unos minutos.

“Desde Oberá, en la provincia de Misiones, celebramos nuestro espíritu italiano mezclado con el color de la tierra y las tradiciones que se han ido fusionando a través del tiempo –afirma Alejandro Forni, presidente de la asociación Nettuno–. Imaginemos una Italia que se ‘federalizó’ en todo el territorio argentino, desarrollándose en la diversidad cultural, pero manteniendo los valores de los primeros migrantes. Algunos vinieron aquí empujados por las circunstancias, otros por una decisión más libre, pero todos trajeron consigo una pequeña semilla de italianidad, para germinar en la nueva tierra”.

¿Qué queda de esa semilla? “Nosotros, los descendientes –responde Alejandro– que en las distintas asociaciones hemos transformado los valores de nuestros antepasados ​​en acciones concretas”.