BUENOS AIRES – Lo primero que pensás cuando ves a Beatrice Venezi en vivo es que es increíble, incuestionable y absolutamente hermosa.

Después te acordás de que es que es una de las pocas mujeres directoras de orquestas del mundo y que estás ahí para entrevistarla no por sus cualidades físicas, sino por su talento, su inteligencia, su tenacidad.

Beatrice Venezi se encuentra en Buenos Aires dirigiendo Turandot en el Teatro Colón. Además, el 2 de junio a las 19, en el Teatro Coliseo, ofrecerá a la comunidad italiana el  concierto Puccini 100: arias elegidas de las obras de Giacomo Puccini (en el centenario de su muerte), de quien es una gran admiradora.

No podía ser de otra manera porque, como Puccini, Beatrice nació en Lucca (en 1990), tierra aparentemente fértil para la música. De hecho, junto con Nápoles, es la ciudad italiana donde nacieron más compositores. Además de Puccini, Francesco Geminiani (vivió durante la primera mitad del siglo XVIII), Luigi Boccherini (vivió en la segunda mitad de aquel siglo), Alfredo Catalani (segunda mitad del siglo XIX)…

“No vengo de una familia de músicos, pero mis padres me inculcaron la curiosidad y la pasión por la cultura –recuerda–. Mi madre sobre todo por las artes visuales, mi padre por el teatro y el cine”.

Beatrice no le resta importancia a las dificultades que encuentra una mujer que emprende el camino de la dirección de orquesta. “En el ámbito de la ópera los obstáculos se multiplican –afirma–. Debido a que dirigir una ópera es realmente difícil y complejo, es considerado ‘cosa de hombres’. Como si no tuviéramos que lidiar con la complejidad todo el tiempo, todos los días de nuestras vidas”.

¿Existe entonces un “estilo femenino” en la dirección?

“La biología existe: la longitud de las extremidades y la posición del centro de gravedad son diferentes en hombres y mujeres y esto no puede dejar de influir –afirma Venezi–. Es cierto que hay cualidades femeninas, como la capacidad de escuchar y acoger, al fin y al cabo nuestro cuerpo está programado para acoger la vida, independientemente de ser o no madres. Pero creo que el estilo es personal y cambia de un individuo a otro, independientemente del género”.

En este sentido, ha sido criticada varias veces por querer ser llamada "director", en forma masculina.

“Me refiero al mundo anglosajón, donde se llama conductor a quien dirige la orquesta, ya sea hombre o mujer –explica–. Para mí en el ámbito profesional importa el rol, el trabajo y el talento, independientemente del género. Además, hay terminaciones de sustantivos italianos femeninos, como trice o essa -correspondientes a la terminación “ora” de los sustantivos femeninos en español-  que tienen una connotación ligeramente despectiva. En definitiva, prefiero el masculino inclusivo. Y honestamente no logro explicar, salvo con razones ideológicas, el empecinamiento contra mí. Si estamos a favor de la autodeterminación de las mujeres, debemos estarlo siempre”.

Estas controversias importan poco hoy. Beatriz está feliz de estar de regreso en Argentina, donde ya trabajó (en el Teatro Coliseo de Buenos Aires y en el Libertador de Córdoba).

“Pero el Colón es un debut. Es un sueño hecho realidad –relata entusiasmada–. Puccini también fue invitado aquí y yo, de Lucca como él, sigo sus pasos”.

Expresa palabras de admiración hacia los profesionales locales. “Se ha creado una relación excelente con los equipos permanentes, músicos y cantantes, con el coro, con las personas que trabajan detrás de escena, todos de alto nivel –afirma–. En el trabajo de un director de orquesta hay arte, pero también mucho oficio. Necesitamos escuchar a los cantantes, mediar entre peticiones y necesidades. El director es un demiurgo”.

Turandot es su ópera favorita, junto con Madama Butterfly, “a la que le tengo mucho cariño –explica– porque marca mi debut, en Alemania, como maestro colaborador”. Es decir, el músico que acompaña a los cantantes al piano durante los ensayos, un puente hacia la dirección actual.

No solo eso. La primera ópera que dirigió fue una Turandot, pero la de Ferruccio Busoni, escrita siete años antes que el melodrama de Puccini y más fiel a la fábula original de Carlo Gozzi.

Por ejemplo, no existe el personaje de Liù, que según los biógrafos representa a Doria Manfredi, una joven que trabaja en la casa de los Puccini. La esposa del compositor, Elvira, estaba convencida de que ella y su marido eran amantes. La acusó públicamente y la pobre Doria, por vergüenza, se suicidó.

El programa del espectáculo en el Coliseo, ofrecido por el Consulado con motivo del Día de la República, estará dedicado a los grandes éxitos de Puccini. Piezas tan famosas y populares como Nessun dorma, alternadas con otras menos conocidas, que será un placer descubrir, como el intermezzo de Le Villi (“que siempre me encanta dirigir”, confiesa Beatrice) u otro intermezzo de Manon Lescaut.

“Es un autor fascinante –afirma Venezi–. Se cita a sí mismo, hasta el punto de que pasajes y frases de algunas composiciones se retoman en otras obras”. En otras palabras: nada de Puccini se echa a perder.