BOLONIA – Un cuento infantil une, de un lado al otro del océano, dos países, dos culturas, dos lenguas.

Ese es el objetivo del proyecto de traducción en el que participaron el Departamento de Interpretación y Traducción (DIT) de la Universidad de Bologna  (con sede en Forlì) y el Departamento de Italianística de la Universidad Nacional de Rosario (Santa Fe).

Entre ambas instituciones existe un acuerdo para implementar iniciativas conjuntas, fomentar los intercambios, las colaboraciones académicas y la movilidad de estudiantes y profesores.

Hay muchos temas involucrados en este proyecto.

Hay una autora, Alice Keller, que pone a disposición uno de sus cuentos inéditos, titulado El señor Dupont , para que las dos universidades puedan utilizarlo en una traducción colectiva.

Y hay dos profesoras -Raffaella Tonin en Forlì y Marina Maggi en Rosario- listas para guiar a los participantes de la Escuela Itinerante de Traducción Colectiva que tuvo lugar en septiembre de 2023 entre Buenos Aires y Rosario. Y una editorial rosarina, Libros Silvestres, que acepta el desafío de un proyecto tan ambicioso y complejo.

El resultado es un libro ilustrado bilingüe, con textos en italiano y español, que cuenta la historia de un señor (Dupont, el del título) apasionado por el coleccionismo, que junta cajas de todas las formas, tamaños y materiales.

Carolina Musa, editora de Libros Silvestres, y Raffaella Tonin hablaron de la experiencia en un encuentro público en la Feria del Libro Infantil de Bolonia, que llega a su 61ª edición y que se desarrolló entre el 8 y el 11 de abril en la capital emiliana. Se trata del evento mundial más importante del sector, en el que este año participaron 1.500 expositores de más de cien países.

 

El anuncio de la presentación en la Feria del Libro de Bolonia.

Ser traductor es un trabajo que normalmente se realiza en solitario.

“El editor interviene sólo al final, para la revisión –explica Carolina Musa, editora de Libros Silvestres–. Pero este proyecto obligó a todos los participantes a estar en contacto de manera continua, a dialogar”. Para reflexionar sobre sus propias prácticas, no conformandose con la primera solución, la más simple y obvia, sino buscando la menos obvia, la que da significado y peso a las palabras.

“La ilustradora, Sofía Puig, también mostró una gran predisposición –continúa Carolina–. Trabajamos con muchas limitaciones, como formatos y más aún contención de costos, que afectaron principalmente al trabajo de Sofía. Optamos por utilizar pocos colores, utilizados para construir un hilo lógico dentro de la narración".

Luego mencionó la difícil situación económica de Argentina y un marco regulatorio que no incentiva a las editoriales independientes a internacionalizarse.

“Los precios de los libros ilustrados no son accesibles para la mayoría de las familias –afirma–. Si tienes que elegir entre comer y leer, la supervivencia es lo primero. Como editorial, sin los fondos de la Universidad de Bologna, nunca hubiéramos podido producir este libro, con este papel y esta tapa".

El señor Dupont abre una colección bilingüe de Libros Silvestres. Carolina está segura del buen recibimiento del público, en particular de la comunidad italiana de Rosario, "muy activa y presente".

Raffaella Tonin habló sobre los desafíos que enfrentan los traductores. Empezando por la elección de la variedad de español a utilizar: ¿el que se habla en España, el latinoamericano estándar o el castellano rioplatense (es decir, la variedad de Buenos Aires y alrededores)?

“Queríamos preservar la biodiversidad –afirma Raffaella Tonin, que dirigió a los estudiantes italianos–. Queríamos utilizar palabras que resuenen en la mente y en los oídos de los niños argentinos y de los rosarinos en particular".

Los numerosos sinónimos utilizados por la autora indicaron el camino: trabajar sobre culturemas. Es decir, sobre aquellas palabras tan ligadas a la cultura de referencia que crean bastantes problemas a los traductores, hasta el punto de resultar en ocasiones intraducibles.

“Los propios estudiantes argentinos nos contaron que, según la ciudad de origen, una caja podía llamarse indistintamente caja, tarro, lata… –dice Raffaella–. Luego, en la historia, cuando el señor Dupont presenta una caja que viene de Turín, con la marca de una famosa panadería de la ciudad, decidimos dejar todo en italiano, para dar la sensación de que era un regalo enviado desde Italia. Precisamente del Piamonte, región de origen de muchos inmigrantes de nuestra provincia".