BUENOS AIRES – Es una coincidencia, pero la cercanía de las fechas no pasa desapercibida. Si ayer la comunidad italiana celebró la Fiesta de la República, hoy –3 de junio– se celebra a sí misma. En Argentina se conmemora el Día del Inmigrante Italiano.
“Es una fecha profundamente significativa”, dice Darío Signorini, presidente del Comites de Buenos Aires. “Hoy recordamos la huella imborrable que dejaron millones de hombres y mujeres que cruzaron el océano desde Italia en busca de un futuro mejor”.
La fecha fue elegida como homenaje a Manuel Belgrano, uno de los padres de la joven nación sudamericana, pero también uno de los primeros “italianos de Argentina”, parafraseando el título de una canción de Ivano Fossati.
Nacido en Buenos Aires en 1770, Manuel Belgrano era hijo de Domingo Belgrano Peri, originario de Oneglia (en Liguria). “Su historia –agrega Signorini– es solo una de tantas que entrelazan el vínculo histórico y afectivo entre Italia y Argentina”. Pero también demuestra que las relaciones entre ambos países empezaron mucho antes de fines del siglo XIX.

El homenaje del Comites por el Día del Inmigrante Italiano.
Es cierto que la gran oleada migratoria desde Italia tuvo lugar durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Luego, quienes buscaban mejores condiciones de vida se dirigieron a Suiza, Francia, Alemania, Bélgica y otros países europeos, o a las fábricas de las ciudades del norte de Italia, como Milán y Turín, en pleno auge económico.
“Familias enteras llegaron a Buenos Aires con poco más que una valija, sueños, recuerdos de su tierra y unas enormes ganas de trabajar –continúa Signorini–. Afrontaron la distancia, el desarraigo y las dificultades con coraje, y supieron construir, con esfuerzo y esperanza, nuevas raíces en suelo argentino”.
El legado que dejaron es inmenso. En la arquitectura, basta con nombrar a Mario Palanti, creador del Palacio Barolo, y Francesco Tamburrini, “padre” del Teatro Colón (junto a Vittorio Meano y Jules Dormal). En la gastronomía, las influencias están por todos lados, desde la fainá (heredera de la farinata ligur) hasta las pastas frescas rellenas. En el idioma, el castellano rioplatense está lleno de palabras de origen italiano, como valija (en lugar de maleta) o laburo (en vez de trabajo). Y ni hablar de la omnipresencia, sobre todo en Buenos Aires, del paisaje lingüístico italiano en el espacio público: placas, carteles, nombres de calles, letreros de negocios, bares y restaurantes...
“La historia de los inmigrantes italianos también es una historia de amor –sigue Signorini–. Amor por sus raíces, por la familia, por la cultura del trabajo y por esta Argentina que los recibió y que hoy los homenajea”.
Y nosotros también los recordamos con las palabras de Fossati:
“Ecco, ci siamo / Ci sentite da lì? / Ma ci sentite da lì?”