BUENOS AIRES – Gonzalo Alliegro tiene dos grandes pasiones: la cultura italiana y el cine.
Es italiano -o más bien salerno- por parte de padre ("A pesar del apellido en apariencia español –dice–, mi padre es de Cilento", aquel territorio situado entre Salerno y Policastro, casi en la frontera con Calabria). Asistió a la escuela italiana Cristoforo Colombo de Buenos Aires y luego estudió cine, convirtiéndose en guionista.
“Pero hice de todo en este sector, incluida la producción, y ahora me ocupo principalmente del montaje audiovisual”, explica.
Por eso para Luciano organizar cineclubes en italiano es mucho más que un hobby.
“Es poder ver las películas que amo, en un idioma que amo y discutir cosas que me apasionan: la historia, la sociedad y la política de Italia”, explica.
Para llevar a cabo todo esto, no hay lugar más adecuado que una asociación italiana. Y e este caso, para hacer las cosas en grande, muchas asociaciones.
Una de ellas es Casa Pordenone (Campos Salles 2250), en el barrio de Núñez de la Ciudad de Buenos Aires. Una estructura que forma parte de una mutual, Efasce (organización friulana de asistencia social y cultural a los emigrantes).
“Inauguramos el ciclo el 3 de mayo, con Caos Calmo”, relata. Una película con Nanni Moretti, dirigida por Antonello Grimaldi, basada en la novela homónima de Sandro Veronesi.
“El primer encuentro transcurrió muy bien –afirma–. El público es un grupo de cinéfilos con los que trabajo desde 2017. Al principio no teníamos un lugar para reunirnos y Casa Pordenone nos acogió”. Y para la ocasión, se sumaron nuevos seguidores -y otros se sumarán- al núcleo de aficionados.
La próxima cita será el viernes 24 de mayo a las 19, con Viva la libertà!, de Roberto Andò, con Toni Servillo. La entrada cuesta cuatro mil pesos y es necesario reservar el lugar de manera online.
El programa de los dos primeros encuentros de Casa Pordenone.
El formato “Cine & Cena” de los sábados en la Friulana de Villa Devoto también es obra de Gonzalo Alliegro. Comienza a las 19:30 con la proyección de una película y finaliza con una cena temática (opcional) vinculada a la zona en la que se rodó la película.
Los domingos por la tarde, a las 18, en la Sociedad Italiana del Tigre (entrada gratuita, solo se solicita llevar un alimento no perecedero para ayudar a un refugio para mujeres en dificultades).
“Estoy involucrado en otro proyecto que me interesa mucho porque se realiza en el conurbano bonaerense –añade Gonzalo–. Es en Tres de Febrero, zona Oeste, el lugar con mayor densidad de descendientes de italianos. Quería hacer algo que reactivara el interés en nuestra cultura, los lazos de comunidad, el deseo de estar juntos”.
Por eso, con el entusiasmo de quien quiere hacer realidad un sueño, buscó un lugar donde organizar las proyecciones (la Fundación Comaco, en la localidad de Martín Coronado) y consiguió involucrar a todas las asociaciones italianas de la zona.
La cita allí es hoy. A las 19 se proyecta Splendor de Ettore Scola, con Marcello Mastroianni. La entrada cuesta tres mil pesos y se puede adquirir directamente en el lugar, en la oficina de Comaco (Leandro N. Alem 6860 en Martín Coronado).
“La idea es crear un sentimiento de comunidad, que las asociaciones puedan dar a conocer sus actividades antes de las proyecciones –explica–. Obviamente no es necesario ser italiano para participar. Todo el mundo es bienvenido, sólo hay que amar el cine”.
Al fin y al cabo, el amor de los argentinos por el cine italiano siempre ha sido correspondido. Gasmann y Zavattini, por ejemplo, amaban Buenos Aires.
“Intento crear una programación diferente para cada uno de los lugares donde llevo el cineclub”, explica Gonzalo. “En Friulana busco una conexión con el tema de la cena. En Tigre, como es domingo por la tarde, prefiero la comedia contemporánea, siempre que sea de calidad. En Casa Pordenone, donde el público está formado por cinéfilos de toda la vida, apunto al neorrealismo, un poco con la posibilidad de redescubrir a directores olvidados, como Valerio Zurlini”.
El formato es siempre fijo. “Haré una pequeña introducción, con un video de unos minutos realizado por mí, para enmarcar el contexto histórico de la película –dice–. No está previsto un debate cuando termine la proyección. O, mejor dicho, lo comentamos después de la proyección, quizás durante la cena, de forma espontánea. Quiero recuperar la emoción de la visualización compartida. No es cierto que ahora todo el mundo prefiera quedarse en casa y utilizar las plataformas”.