BUENOS AIRES – Una fiesta, más que una ceremonia, fue la que se realizó ayer en el Salón Roma del Círculo Italiano de Buenos Aires. En un clima de alegría, se entregaron los certificados de asistencia y las medallas al mérito a los alumnos (más de 60) de los cursos de italiano, dictados por Sol de Brito.

Estuvieron presentes el vicepresidente del Círculo, Francisco Tosi, y el responsable de la Oficina Escolar del Consulado, Giampiero Finocchiaro.

La ceremonia se abrió, siguiendo de manera impecable el protocolo, con el ingreso de los alumnos abanderados y las escoltas (los mejores estudiantes de cada curso), que portaban el tricolor italiano y la bandera argentina, para luego entonar el himno de ambos países.

Francisco Tosi tomó la palabra para hacer un balance más que positivo de 2025, año en el que continuó el proceso de renovación del Círculo, con las iniciativas de Sol de Brito, el trabajo incansable de Patricia Colacicchi y de todos los demás empleados. “Los felicito a todos ustedes –dijo Tosi a los estudiantes– y los invito a colaborar en esta transformación que estamos llevando adelante”.

La referencia es a las Meriendas musicales, los encuentros de Círculo en amarillo, las visitas guiadas y a todas las actividades culturales en italiano que van más allá de los clásicos cursos de lengua. Pero también a las obras de modernización y puesta en valor del edificio.

Este verano, por ejemplo, aprovechando una desaceleración de las actividades, se renovará por completo el sistema de climatización.

El ingreso de los “abanderados”.

Giampiero Finocchiaro hizo hincapié en la importancia de la relación humana en el proceso de aprendizaje.

“Estudiar italiano no debe ser un deber moral hacia el abuelo, sino un placer”, dijo, subrayando la capacidad de Sol de Brito para motivar y alentar a los alumnos. Cualidades humanas reconocidas en primer lugar por los propios estudiantes de sus cursos, quienes le dedicaron una afectuosa carta colectiva para agradecerle el esfuerzo y la dedicación, además de la competencia profesional.

De izquierda a derecha, Giampiero Finocchiaro, Sol de Brito y una estudiante.

En la ocasión se le entregó a Giampiero Finocchiaro, al cierre de su misión de 9 años en Buenos Aires, una medalla como “embajador de la italofonía”, en reconocimiento a su compromiso con la difusión del italiano no solo en las escuelas paritarias (que en estos años se multiplicaron en toda la Argentina), sino también en las escuelas públicas y privadas con fortalecimiento en lenguas extranjeras, las academias, los centros culturales y las asociaciones de la colectividad.

Foto grupal de algunos estudiantes.

Entre risas, fotos grupales, una porción de torta Rogel y una copa de limoncello, la velada se cerró con la actuación del pianista Hernán Fassa, un ítalo-argentino con una historia de idas y vueltas a uno y otro lado del océano.

El músico interpretó la banda sonora de una película especialmente querida en Buenos Aires, Nuovo Cinema Paradiso, compuesta por Ennio Morricone, seguida por Libertango, de Astor Piazzolla, símbolo de la cultura musical argentina, aunque cuya familia era originaria de Trani, en Puglia. Y el círculo vuelve a cerrarse.