BELÉM DO PARÁ – Si Donald Trump es el gran ausente de la Cop30, Inácio Lula da Silva es el protagonista. La Cop30 (la conferencia sobre el clima de la ONU) se celebra del 10 al 21 de noviembre en Belém do Pará, en pleno corazón de la Amazonía brasileña, y reúne a representantes de más de 170 países.

“Es hora de derrotar a los negacionistas”: con esas palabras el presidente de Brasil inauguró hoy las sesiones, en una clara alusión a su par estadounidense. Un ejemplo seguido, entre otros, por el argentino Javier Milei, que siempre minimizó la agenda climática de su gobierno, a pesar de que desde su asunción no faltaron eventos extremos, como la inundación de Bahía Blanca en marzo de 2025.

En realidad, Argentina está presente, aunque con un perfil más bajo, a través de una delegación oficial encabezada por funcionarios del Ministerio de Ambiente.

Diversas ONG y universidades argentinas participan en las actividades paralelas, destacando la vulnerabilidad del territorio en las regiones andina y patagónica. Precisamente en la Patagonia, Meta anunció recientemente la construcción de una megacentral de datos para inteligencia artificial, con el objetivo de aprovechar la enorme reserva de agua de la región.

Al llamado de Lula respondió el gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, quien decidió participar “debido a la ausencia de miembros del gobierno de Estados Unidos”.

Los temas centrales de esta edición son el financiamiento para la transición energética, la protección de los bosques tropicales y la reducción de las emisiones globales de dióxido de carbono, que siguen vinculadas en más de un 80% al uso de combustibles fósiles.

Lula presentó un ambicioso plan para crear el Tropical Forests Forever Fund, un fondo permanente que compense a los países del sur global por la conservación de los bosques primarios.

Como afirmó Renata Bueno, abogada ítalo-brasileña y ex parlamentaria italiana, “la protección de la Amazonía no puede quedar en manos de un solo Estado”. Y los países ricos deben asumir las pérdidas, en términos de desarrollo, que implica la conservación de los bosques primarios.

Esta será “la Cop30 de Lula”. Brasil busca posicionarse como mediador entre las potencias industriales y los países en desarrollo, promoviendo una “transición justa” que combine crecimiento económico y protección ambiental.

La elección de Belém, subrayó Bueno, “también tiene un fuerte valor simbólico: es la primera vez que una COP se realiza en el corazón de la Amazonía”.

Sin embargo, la cumbre enfrenta dificultades logísticas: se esperan más de 50.000 participantes y un aumento exponencial en los costos de alojamiento en la ciudad. Y un impacto ambiental sobre el frágil ecosistema local que debería invitar a reflexionar sobre las contradicciones presentes en el abordaje de los temas ambientales por parte de las Naciones Unidas y de otras organizaciones internacionales como la UE y la OCDE.

Los objetivos de la conferencia son, de todos modos, ambiciosos: para mantener el aumento de la temperatura global dentro de 1,5 grados respecto de los niveles preindustriales, las emisiones mundiales deberán reducirse un 45% para 2035 en comparación con los niveles de 2010. Una meta exigente que requiere una reducción promedio del 5% anual, un ritmo que nunca se alcanzó hasta ahora, pero sin el cual –advierten los expertos– la ventana para contener el calentamiento global se cerrará definitivamente.

Siguiendo la línea del pensamiento del papa Francisco, muy atento al compromiso de la Iglesia con el ambiente, también el Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (Celam) impulsa una serie de mesas redondas para “organizar la esperanza”, dentro de la iniciativa Posición, organización y propuesta para la cultura económico-financiera y la educación ecológica de la Iglesia católica latinoamericana y caribeña frente a la crisis climática.

Esta acción, explican los organizadores, “busca construir una respuesta profética ante la emergencia ambiental global, inspirada en los principios del magisterio actual de la Iglesia, estableciendo un diálogo entre actores clave en los procesos de decisión: científicos, empresarios, trabajadores, líderes comunitarios, religiosos, representantes de organismos internacionales y de bancos regionales de desarrollo”.

La participación de la Iglesia de América Latina y el Caribe en la Cop30 apunta a promover procesos de transformación, fortalecer el compromiso con la justicia socioambiental y contribuir a la construcción de una ecología integral, en sintonía con los llamados de las encíclicas Laudato Si’ y Laudate Deum del propio Francisco.