SAMPACHO (CÓRDOBA) – Como cada 20 de junio, la ciudad de Sampacho se llena de fieles que se acercan para rendir homenaje a Nuestra Señora de la Consolata. Se trata de una celebración que combina la devoción popular con la memoria de la inmigración piamontesa en el sur de Argentina.
El pasado sábado, miles de peregrinos de distintas localidades participaron una vez más en la festividad de la patrona local, muy querida por quienes descienden de inmigrantes del Piamonte. La Virgen, venerada en Turín, es símbolo de protección y esperanza, y está profundamente ligada al recuerdo de quienes dejaron su tierra natal para forjar una nueva vida en el corazón del país.
El origen del culto en Sampacho se remonta a principios del siglo XX, cuando el padre Giovanni Cinotto, un sacerdote oriundo de Turín, trajo consigo la devoción a la Consolata.
En 1908, un grupo de inmigrantes mandó a traer desde Italia una imponente estatua de la Virgen que pesa más de 1.200 kilos. Desde entonces, la imagen se convirtió en el corazón espiritual de la comunidad y en un símbolo de identidad para los llegados desde el Piamonte.
Cada 20 de junio, la monumental imagen recorre en procesión 16 cuadras de la ciudad, cargada por 28 hombres y acompañada por una multitud de fieles.

Un momento de la procesión.
Este año, como es tradición, los festejos comenzaron con una caravana de unos 70 camiones decorados con globos y gigantografías de la Virgen, que recorrieron las calles entre aplausos y oraciones, recibiendo la bendición del párroco, el padre Osvaldo Leone.
En el atrio y dentro de la basílica se congregaron vecinos y peregrinos llegados de distintas zonas de la provincia, acompañados por la banda militar Fray Luis Beltrán y los veteranos de Malvinas, quienes llevaron una bandera argentina de diez metros como mensaje de paz (el 14 de junio también se conmemora a los caídos en las islas durante la guerra de 1982).
El momento más emotivo llegó a las 15, cuando la imagen de la Consolata salió al atrio de la iglesia, entre pañuelos blancos agitados y palomas al vuelo. Así comenzó la procesión solemne, un rito que cada año transforma a Sampacho en un lugar de fiesta, pero también de reflexión.
La jornada concluyó con la Misa del Peregrino, presidida por el vicario general de la diócesis de Villa de la Concepción del Río Cuarto, don Juan Giordano, en reemplazo del obispo Adolfo Uriona, ausente por cuestiones de salud. En su homilía, Giordano relacionó a María con las Bienaventuranzas, describiéndola como “la Consolata y la Bienaventurada por excelencia, fuente de consuelo y misericordia para quienes sufren y quienes esperan”.
También dedicó unas palabras a los veteranos y al contexto actual, tanto mundial como argentino: “Todo conflicto es una derrota para la humanidad, y cada guerra deja una herida en el corazón de los pueblos”, dijo, citando al Papa León XIV. El sacerdote llamó a rezar “por la paz en el mundo y en nuestra patria, para que tengamos la fuerza y el coraje de luchar por una sociedad más justa y fraterna, sobre todo en estos tiempos de incertidumbre y dificultad”.
Al finalizar la celebración, la imagen de la Virgen fue devuelta al templo en medio de lágrimas, oraciones y aplausos, mientras la banda local Estación 67 entonaba cantos marianos y los fieles compartían chocolate caliente y dulces ofrecidos en la explanada.
A más de un siglo de su llegada a Sampacho, la Virgen de la Consolata sigue siendo símbolo de esperanza y solidaridad, y testimonio de una historia migratoria que revive cada año en esta celebración.