BUENOS AIRES – Fue un testigo irónico y serio, pero nunca cínico, de la historia italiana y argentina de los últimos 75 años. Primero como periodista y, desde 1972, como jefe de prensa en la Embajada de Italia en Buenos Aires. Dos lugares de observación privilegiados que permitieron a Dante Ruscica (nacido en Catania en 1935) recopilar historias, anécdotas, curiosidades, recuerdos, ahora recogidos en el libro autobiográfico, publicado por la editorial Vinciguerra, Un periodista entre dos mundos, que fue presentato por el autor en la escuela italiana Cristoforo Colombo. 

Dante llegó a Argentina con su familia en 1953. Se matriculó en el colegio italiano Cristoforo Colombo, donde completó sus estudios y obtuvo su diploma de bachillerato.

“Éramos sólo cuatro en la clase –recuerda–. Mis compañeros eran Anna, Ileana y Francesco, conocido como Ciccio, con quienes seguimos siendo amigos toda nuestra vida”.

Es precisamente en aquella época, mientras asistía a la Colombo, donde se produce el primer encuentro-enfrentamiento con una gran historia. “Era el 16 de junio de 1955, llegamos al colegio, pero nos enviaron a casa –dice–. Era el día del levantamiento contra Perón”. La llamada Revolución Libertadora, que en realidad fue un golpe de Estado.

“Ciccio y yo, en lugar de irnos a casa, fuimos a Plaza de Mayo para entender lo que estaba pasando –continúa–. Nos alejamos, como una especie de premonición, justo antes de que comenzaran los bombardeos”.

Luego llegó el regreso a Italia, sus estudios de Derecho en Nápoles, los primeros pasos en el mundo del periodismo, en el Mattino de Nápoles.

En 1960 regresó a la Argentina para dirigir Il Corriere degli Italiani, un periódico acerca de la colectividad, que Dante logró hacer crecer y transformarlo en un punto de referencia, precisamente en los años en que la comunidad italiana prospe.

Cuando Dino Risi y Vittorio Gassman vinieron a Buenos Aires para filmar Un italiano en Argentina, Il Corriere degli Italiani les dedicó un reportaje de gran éxito. “Pasamos tardes enteras hablando con Gassman”, cuenta Dante.

Los años en la embajada le permitieron al periodista conocer a los políticos italianos y argentinos más importantes de aquellos años. Entre todos, conserva la memoria de Arturo Frondizi, cuya familia era originaria de Gubbio (Perugia). “Vi su casa, sus libros… –explica–. Siempre que podía iba a su casa a leer. Cuando pasaba por la embajada tomábamos un café. Era una persona muy querida”.

Ruscica se ha preguntado muchas veces las razones de la atracción de los italianos hacia Argentina, una pasión que no se ha agotado aún hoy, que ya no se sale de Italia con una maleta de cartón para cruzar el Atlántico en tercera clase. “Cada uno tiene su propia historia y la cuenta a su manera – sonríe –. Pero para todos, Argentina no es un país extraño, es un hogar”.