BUENOS AIRES - Noelia PinedaAna Sánchez organizan Vino e historia, catas en lugares emblemáticos de la ciudad, como museos, edificios históricos y cafés destacados.

Cada mes proponen una iniciativa particular en la cúpula del Palacio Barolo, construido por el arquitecto italiano Mario Palanti en 1923. Aquí, a través de la degustación de etiquetas producidas por familias de origen italiano como Durigutti y Grazie Mille, ofrecen un viaje a través del Historia de la inmigración a Buenos Aires.

Durante la velada, Noelia explica cómo la tradición vitivinícola llegó a Argentina junto con los esquejes de viñedos, traídos en barcos. Mientras guía a los participantes en la cata de vinos, Ana cuenta anécdotas y datos históricos sobre la influencia de la arquitectura italiana en Buenos Aires, con gran entusiasmo y simpatía.

Ana es actriz (de joven estudió con grandes maestros como Julio Chávez y Alejandra Agüero) pero, como suele ocurrir con los artistas, su vida profesional la ha llevado por otros caminos. Hasta que en 2001, profundamente afectada por la crisis que atravesaba el país, decidió salir de la depresión empezando de nuevo a estudiar.

En 2008 se graduó como guía turística y empezó a organizar visitas guiadas por la ciudad para grupos de solteros. “Por eso soy ‘picante’ en mis comentarios”, bromea. Su pasado como actriz le ayuda porque, como ella misma afirma, “un buen guía debe decir cosas interesantes y, en poco tiempo, captar la atención de la gente”.

En particular, a Ana le fascina el tema de la masonería, que despierta mucha curiosidad en el público. “Hace algún tiempo encontré un estudio de una universidad italiana sobre los masones que habían emigrado aquí –dice, explicando el origen de su interés–. Vivieron en La Boca y Balvanera y, aunque inicialmente no tuvieron mucha relación con la masonería argentina, porque estaban enfocados en lograr la unificación de Italia, dejaron una huella en la sociedad local y sobre todo en la arquitectura de la ciudad. Hay huellas por todos lados en Buenos Aires”.

Evidentemente, en el centro de las historias de Ana está el Palacio Barolo. El rascacielos necesita del mito para sostenerse, como dicen los arquitectos, y nada es más cierto para este edificio que, con sus misterios y leyendas, sigue atrayendo a turistas y locales, que lo visitan regularmente.

Desde su cúpula, aunque hace tiempo que perdió su récord de altura, la vista del centro de la ciudad sigue siendo impresionante, ofreciendo espléndidas puestas de sol a quienes suben a los pasillos del “Cielo”. El último piso fue nombrado de ese modo por Palanti en referencia a la Divina Comedia de Dante, la obra literaria que inspiró la arquitectura del Palacio Barolo.

La vista es el punto fuerte de la propuesta, aunque la conversación entre Noelia y Ana resulta sumamente interesante.

Noelia, licenciada en marketing, es autodidacta en el mundo del vino. Su primer acercamiento a la enología fue repulsivo, porque en ese momento era un ambiente en el que se esperaba saber mucho para apreciar la bebida, lo que resultó en una actitud un tanto snob, que a ella no le gustó.

Entendió que necesitaba encontrar otra manera, más amena, de acercar la enología al gran público y comunicar la información de una forma más atractiva y fácil de asimilar.

“Así nació la idea de combinar la historia del vino con la historia nacional –explica–. Nuestra propuesta cultural es permitir al público descubrir la historia de Argentina y el vino local mientras se divierten, compartiendo algunas nociones, sin entrar en tecnicismos”.

Noelia cuenta que el proyecto comenzó en el Palacio Paz (ubicado en Plaza San Martín y set de la película Focus, con Will Smith y Margot Robbie), donde actualmente ella y Ana continúan realizando catas mensuales de espumantes, contando historias relacionadas con los orígenes de la bebida. Pero las catas de Vinos e historia de hoy incluyen también el Museo del Ferrocarril, la pastelería La Ideal, un recorrido por los bares notables (los bares históricos de la ciudad) y lugares sorpresa, que se revelan en el momento del evento.

“Es difícil lograr que los sitios históricos se abran a este tipo de actividades, pero el esfuerzo da sus frutos y afortunadamente estos eventos cuentan con mucha participación”, concluye Noelia.