BUENOS AIRES – La tensión estaba en el aire, pero la movilización del 24 de marzo, Día de la Memoria y aniversario del golpe de Estado de 1976, transcurrió sin incidentes. Una multitud integrada por asociaciones, familias con niños, jóvenes y personas mayores marchó, como cada año, por las calles de la Ciudad de Buenos Aires para mantener viva la memoria y la sed de justicia.

El día no había comenzado con buenos augurios, luego de que un comunicado del gobierno reflotara la polémica “teoría de los dos demonios”, equiparando a las organizaciones armadas de los años ‘70 (que para 1976 ya estaban muy debilitadas) con la violencia de Estado perpetrada durante la dictadura.

La preocupación era palpable también frente a la sede de SIPREBA, el sindicato de periodistas de Buenos Aires, que había convocado a sus afiliados y colegas a sumarse a la manifestación. En la vereda se desplegaron dos pancartas: una en memoria de los doscientos periodistas y fotógrafos desaparecidos durante la dictadura cívico-militar, y otra en solidaridad con el fotógrafo Pablo Grillo, aún en estado crítico y con pronóstico reservado, tras haber sido impactado por un cartucho de gas lacrimógeno mientras registraba la protesta de jubilados el pasado 12 de marzo.

“SIPREBA y la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa están presentes todos los 24 de marzo, porque la dictadura persiguió a los periodistas y a la clase trabajadora en general”, afirma Agustín Lecchi, secretario general del sindicato y trabajador de la Televisión Pública.

“Más de doscientos periodistas figuran entre los desaparecidos de aquellos años –continúa– y hoy, otra vez, tenemos un gobierno que reprime la protesta social y nuestro trabajo. Marchamos también para exigir justicia por Pablo Grillo y la renuncia de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich”.

Los periodistas, en definitiva, volvieron a ser un blanco para las fuerzas de seguridad. “Nuestro trabajo es clave para garantizar que haya justicia, para documentar lo que sucede en el país –explica Lecchi–. Si el día en que hirieron a Grillo no hubieran estado allí otros fotógrafos y camarógrafos, hoy no sabríamos quién fue el responsable del disparo”. Fue precisamente gracias a periodistas valientes que, durante la dictadura, se pudo amplificar la voz de las Madres de Plaza de Mayo. “Nosotros también luchamos por construir memoria”, concluye.

Los carteles frente a la sede de SIPREBA. (Foto: F. Capelli)

Italianos presentes en la lucha por la memoria

Muchos integrantes de la comunidad italiana participan en esta jornada, conscientes del papel fundamental que desempeñaron en la lucha por la justicia dos mujeres nacidas en Italia: la veneciana Lita Boitano (fallecida en 2024) y la milanesa Vera Vigevani Jarach (97 años), ambas fundadoras de Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora.

El programa de radio L’ombelico del mondo, del Centro Umbro de Buenos Aires (emitido los domingos de 10 a 11, hora argentina, por Radio Belgrano AM 570), dedicó su emisión del 22 de marzo al Día de la Memoria.

El episodio estuvo centrado en la historia del vicecónsul italiano Enrico Calamai, queescondía perseguidos por el régimen y les preparaba pasaportes italianos para que pudieran salir de Argentina rumbo a Italia. También se incluyó una entrevista con Omar Neri, director junto a Mónica Simoncini del documental Resistencia, sobre los argentinos exiliados en Italia, ayudados por ciudadanos comunes pero no por el gobierno italiano de entonces, presidido por el democristiano Giulio Andreotti, que no les reconoció el estatus de refugiados.

Incluso antes del golpe de 1976, operaba en el país la organización paramilitar conocida como Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), que inició la cadena de asesinatos y desapariciones. Entre sus víctimas estuvo Silvio Frondizi, hermano de Arturo Frondizi, presidente de Argentina entre 1958 y 1962, cuya familia era de origen umbro.

“Todos los años abordamos este tema desde diferentes perspectivas –cuenta Marcelo Lucarini, autor y productor del programa–. Lo hacíamos incluso antes de que el 24 de marzo fuera declarado fecha oficial”. L’ombelico del mondo cumplirá 25 años en 2025 y el domingo 6 de abril celebrará su emisión número 900.

“En el pasado también trazamos un paralelismo con la masacre de las Fosas Ardeatinas, perpetrada en Roma por el ejército de ocupación alemán el 24 de marzo de 1944”, agrega Lucarini. Otros temas abordados han sido la búsqueda de bebés apropiados por militares en Italia y la historia de Vera Vigevani, quien huyó de niña de Italia debido a las leyes raciales del fascismo, convirtiéndose luego en periodista, abogada y madre de Franca, desaparecida.

“La historia de Calamai ha sido presentada en varias ocasiones en el programa –continúa Marcelo–, pero justamente el domingo pasado varios oyentes nos escribieron diciendo que no la conocían y agradeciendo por haberla contado”.

“Felicitaciones por la historia de hoy, en especial por haber difundido la labor solidaria del vicecónsul italiano en los años ‘70”, escribió una oyente de Reconquista (Santa Fe), quien el año pasado viajó a Umbría a través de Binario Due, el proyecto de turismo de raíces del Centro Umbro de Buenos Aires.

“Me emociona la valiosa tarea de memoria que están llevando adelante. No conocía estos hechos y me parece fundamental que se difundan”, expresó otro mensaje.

Claudia Rossi es una de las voces de L’ombelico del mondo, junto a Sergio Lucarini. “Cada vez que hablamos de Enrico Calamai, intento ponerme en su lugar. En el de un joven diplomático valiente, dispuesto a correr riesgos para ayudar a sus compatriotas”, dice Claudia, consciente de lo que significaba en ese contexto tener un pasaporte italiano, un salvoconducto.

En 1976, Claudia tenía 17 años y eligió estudiar teatro. Una decisión que ya de por sí era riesgosa, porque la dictadura miraba con recelo el mundo del arte. “Recuerdo a un compañero de curso, también actor, que fue secuestrado, torturado y, por suerte, liberado –relata–. Él mismo me dijo que, como hijos de italianos, debíamos tramitar el pasaporte por si había que huir”.

Las acciones de Enrico Calamai no fueron bien vistas por el Estado italiano. Tanto así que el joven diplomático fue trasladado fuera de Buenos Aires y su labor, en lugar de ser reconocida, fue silenciada. “Me conmueven estos gestos heroicos –concluye Claudia–. Soy hija de un italiano que luchó en la guerra, fue partisano y combatió en Yugoslavia. Calamai me genera la misma admiración que aquellos italianos que escondían a los judíos para salvarlos de la deportación”.