La revelación en la televisión italiana cayó como una bomba: Javier Milei tiene orígenes italianos. Lo declaró él mismo en una entrevista con el periodista Nicola Porro de Quarta Repubblica, un programa de actualidad de Rete 4.
Con dos abuelos paternos calabreses y una abuela materna véneta (el abuelo materno tendría orígenes eslavos), el presidente generó sorpresa en Italia y en la comunidad residente en Argentina al reivindicar su italianidad.
“Soy 75% italiano, porque la madre y el padre de mi padre eran italianos –dijo–. Por parte de mi madre, mi abuela era de origen italiano y mi abuelo de origen yugoslavo. Me encanta la ópera italiana”.
A lo largo de su campaña electoral, Milei nunca se dirigió directamente a la comunidad italiana.
Sin embargo, siempre subrayó su pertenencia a un fenotipo no mediterráneo, de ojos azules y piel clara, distanciándose implícitamente del aspecto clásico del calabrés, al menos en los estereotipos iconográficos.
Distinta fue la actitud que tomó su rival en las elecciones, Sergio Massa, que se definió como hijo de inmigrantes sicilianos que estudió en una universidad pública. O Jorge Macri, actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (y particularmente conocido dentro de la comunidad calabresa) que siempre estuvo involucrado en instituciones como el Hospital Italiano.
El coming out del presidente en la televisión italiana puede parecer ahora una captatio benevolentiae y generó un terremoto en Argentina.
La única que no se sorprendió fue María Soledad Balsas, socióloga e investigadora del Conicet (organismo estatal de investigaciones científicas), especialista en el estudio de trayectos migratorios, que inmediatamente después de la victoria de Milei comenzó a reconstruir la genealogía de su familia.
“Casi en broma intenté buscar el origen del apellido, que pensé que era de Europa del Este –dice–. Y descubrí que es calabrés, común sobre todo entre Cosenza y Rosarno, en la provincia de Reggio Calabria.
Luego, buscando en los distintos archivos y registros migratorios, Balsas descubrió que en los años veinte del siglo pasado llegaron varios Milei de esas zonas de Italia, entre ellos incluso un Saverio (traducido al castellano como Javier).
Balsas logró de ese modo reconstruir la historia de la familia, a partir de su abuelo Francesco Milei, conocido como Chicho (Ciccio en italiano), que llegó a la Argentina en 1926, a los ocho años, y cuya tarjeta de desembarco encontró.
“Viajaba con un grupo familiar –explica Soledad–. Una mujer de 35 años, quizás la madre, una niña de tres años y otros dos menores de 15 y 17 años, pero ningún adulto varón".
De adulto, Francesco-Chicho abrió una verdulería y tuvo dos hijos: Norberto Horacio, padre de Javier, y José Luis, también conocido como Chicho, 17 años menor que el primogénito e hijo de otra madre.
Recientemente se supo que José Luis, que hoy tiene 65 años, trabaja como repartidor en Rappi y votó por Sergio Massa. No se llevaba bien con su hermano mayor, ni tampoco se lleva bien con su sobrino ahora.
Una historia que recuerda la de los Macri -otra familia calabresa que le dio otro presidente a Argentina- sobre todo por el mandato del hijo mayor, que está obligado a alcanzar el éxito, a menudo con una relación conflictiva con su padre y sus hermanos.
“Milei nunca contó casi nada de su familia, aparte de que su padre era violento –dice Balsas–. Mauricio Macri, por su parte, nunca ocultó su difícil relación con su padre.
En menos de diez años, Argentina produjo un papa piamontés y dos presidentes calabreses. “Un caso único en el mundo –afirma Balsas–. Sobre todo si se piensa en el prejuicio anti italiano (y anti calabrés en particular) que pesaba sobre nuestros inmigrantes a principios del siglo XX”.
Un dato que dice mucho acerca del ascenso social en Argentina. “Su padre Norberto era chofer de colectivos y logró crear su propia empresa de transporte –afirma Balsas–. Una trayectoria similar a la de muchos italianos de la época y muy normal por aquellos tiempos".
Lo excepcional es que el sobrino de un verdulero haya logrado convertirse en presidente.
“Hay que preguntarse –continúa Balsas– sobre los factores estructurales y personales que permitieron este salto, qué capital simbólico o material pudo haber transformado a Javier en un posible candidato”.
Y sobre esto los politólogos tendrán material de estudio para los próximos años.
(Artículo traducido al español por Paula Llana)