BUENOS AIRES – Las películas catalogadas como “clásicas” lo son por una característica fundamental: la capacidad de superar su tiempo, y es precisamente esta cualidad atemporal de la novela El lindo verano (La bella estate) de Cesare Pavese la que convenció a la directora Laura Luchetti de llevarla a la pantalla grande.

La película, proyectada durante la Semana del Cine Italiano en Buenos Aires con la presencia del director en la sala, cuenta la historia de la llegada de Ginia, una chica del campo piamontés, en Turín, donde descubre nuevos mundos y formas de vida, muy distintos a aquellos familiares. Y, sobre todo, descubre sus propios deseos y sentimientos.

Ginia entra en los círculos artísticos y bohémien de Turín, atraída por la magnética personalidad de Amelia, una joven modelo que se hace retratar desnuda en talleres de pintores, una práctica que, aunque muy extendida en la época, no era bien vista.

“La adolescencia es una edad maravillosa donde todo es posible y todo es aterrador, un abismo infinito de grandes posibilidades y grandes miedos”, explica Laura, que también trató el tema en sus dos largometrajes anteriores (Febbre da fieno e Fiore gemello). En tono de broma, admite: “Tal vez provenga de una adolescencia interna que nunca superé”.

Luego continúa citando a Pavese: “El propio Cesare Pavese decía que la juventud es el período que más tiempo vive dentro de nosotros y, por tanto, también el que mejor conocemos. Se necesita coraje para adaptar una obra literaria tan importante, pero tengo un gran amor por su trilogía... y cuando estás enamorado hacés locuras".

Dejarse seducir por los sentimientos y el brillo de las luces de la ciudad son situaciones en las que todos los jóvenes pueden, incluso hoy, reconocerse. “Es un tema universal y, aunque la novela haya sido escrita hace ochenta años, en la protagonista puedo reconocer tanto a mi abuela como a mi madre, a mí y también a mi hija, que ahora tiene la misma edad que Ginia, la protagonista”, explica Laura .

No es casualidad que Buenos Aires la haya conquistado de manera inmediata, desde el aterrizaje al amanecer con las luces de la noche que aún brillaban. “Verla iluminada, con ese hermoso cielo de fondo, me emocionó mucho. Sólo llevo ocho horas aquí y ya estoy enamorada de esta ciudad", confesó alegremente y, mencionando el argumento de la película, subrayó cómo en las grandes metrópolis siempre existe la sensación de que todo es posible y maravilloso.

“Para mí era importante que la película estuviera ambientada en el pasado, con la ropa de la época, para resaltar que los temas tratados son universales, ese deseo y ese miedo a ser uno mismo con los que tiene que lidiar Ginia”, explica la directora, que sin embargo modificó algunos aspectos de la historia, aunque sin cambiar los elementos centrales.

En el libro de Pavese, el hermano de la protagonista -Severino, interpretado por Nicolas Maupas- es un hombre mucho más severo, pero la directora quiso aprovechar la posibilidad de describir una relación de gran apoyo entre hermano y hermana. “Tengo un hermano con quien tengo una relación muy estrecha –explica– y él me inspiró con este personaje que, ante todo, a pesar de su aparente sencillez de chico de campo, comprende los problemas de su hermana”.

El elenco está formado muchos jóvenes, entre ellos Maupas, que saltó a la fama con el popular drama Mare Fuori, Yile Yara Vianello (protagonista de Corpo Celeste y parte del reparto de La Quimera de Alice Rohrwacher), Cosima Centurioni y Deva Cassel, en su debut cinematográfico.

“Hice muchas audiciones, conocí a muchos jóvenes con mucho talento –dice Laura–. Ya había trabajado con Nicolas, que es un alma vieja, y en los ensayos demostró ser perfecto para interpretar a Severino. Yile, por otro lado, viene del campo y era perfecta para interpretar a una chica que tiene una relación innata con la naturaleza, pero que quiere triunfar en la ciudad”.

Laura quería que Amelia fuera interpretada por una modelo, y Deva Cassel, hija de Monica Bellucci y Vincent Cassell, sabía exactamente lo que significaba hacer un trabajo en el que siempre hay que estar sonriendo al posar, sea cual sea el estado de ánimo y los sentimientos que se estén atravesando. “Ella trajo esa gran melancolía de un mundo fascinante que tal vez no siempre sea tan brillante como parece”, explica Laura.

Otra intervención de la directora para acercar la historia a un público actual e internacional fue insertar pequeñas referencias al contexto histórico de la historia, ambientada en 1938, durante el fascismo.

“Pavese nunca menciona el fascismo en la novela y durante mucho tiempo me pregunté por qué lo hacía. Fue muy difícil para mí pensar en hacer una película ambientada en 1938 sin contar el contexto histórico". Laura cuenta luego que durante la pandemia, cuando la situación en Roma era muy grave y las restricciones muy severas, su hija le contó que las amigas enamoradas se escapaban de casa para encontrarse con sus novios, sin darse cuenta del peligro y de las consecuencias.

“Fue entonces cuando entendí que Pavese había querido hablar de la burbuja. Esa aura que, cuando estás enamorado, te aísla del resto del mundo”.

Para crear esta sensación aún es necesario mencionar lo que sucedía, pero sin incluirlo en la narración, exactamente como lo había hecho el autor en los libros. De esa manera, hay indicios de la presencia del fascismo que, sin embargo, quedan al margen de la historia, porque los personajes están inmersos en sus propios sentimientos.

Considerada una obra maestra de la literatura italiana, La bella estate (publicada en Italia por Einaudi) es el primer libro de la trilogía homónima de Cesare Pavese, que incluye Il diavolo sulle colline (El diablo en las colinas) y Tre donne sole (Sólo tres mujeres), todos centrados en la transición de la adolescencia a la edad adulta.

Al final de la película nos preguntamos cuánto ha ganado y perdido Ginia en su viaje de descubrimiento interior y cómo afrontará su futuro en la ciudad, con las lecciones aprendidas, o si por el contrario volverá a la tranquila vida del campo.

“Mi objetivo como directora –concluye Laura Luchetti– es precisamente plantear al espectador preguntas que él mismo tendrá que responder”.