Para la ley era un ladrón. Según la leyenda, el último gaucho. Para el culto popular, una especie de santo, el Robin Hood de la Pampa.
Su nombre era Juan Bautista Bairoletto, quinto hijo de un matrimonio de inmigrantes italianos.
Su apellido aparece a veces escrito con B, a veces con V (Vairoletto), debido a un malentendido muy frecuente en Argentina, por la pronunciación idéntica de ambas consonantes, que en italiano tienen un sonido diferente.
Nació en 1894 en Santa Fe, pero pronto la familia se mudó a Colonia Castex, un pueblo de 1.600 habitantes en la provincia de La Pampa. De piel clara, rubio y de ojos verdes, el joven Juan Bautista era muy apreciado por las mujeres. Además, tocaba la guitarra, cantaba y era buen bailarín. Enamoró a más de una chica entre las prostitutas de los burdeles que frecuentaba.
Después de una serie de breves estadías en prisión por delitos menores, Bairoletto comenzó su carrera como ladrón.
Gracias a la información proporcionadas por los indios y peones, él y su banda atacaban las propiedades agrícolas, los comercios de los pueblos y las oficinas recaudadoras de impuestos.
Compartía generosamente el botín con sus informantes, todas personas de muy bajo nivel económico (por no decir marginados de la sociedad). Fue así como ganó el apodo de Robin Hood, el famoso personaje que robaba a los ricos y repartía entre los pobres.
Cuando hablaba de sí mismo admitía los delitos cometidos, pero decía que eran "por necesidad".
Cuando se enamoró decidió “retirarse” y vivir de manera honesta con su esposa Telma y sus dos hijas.
Compró una finca en Mendoza y pensó que la justicia se había olvidado de él. Pero fue traicionado por un ex socio que, capturado por la policía, canjeó su vida por la de Bairoletto.
Condujo a la policía hasta la finca donde vivía su antiguo compañero. Entró y le avisó que venía la policía. Ya estaba perdido.
Juan Bautista, como todo bandolero legendario, había jurado no caer vivo en manos de sus enemigos y se suicidó. Fue el 14 de septiembre de 1941.
Puede que Bairoletto no haya sido el prototipo del italiano trabajador y honesto que contribuyó a la construcción de Argentina, pero su figura sigue siendo legendaria. A su manera, era portador de un código moral, aunque degenerado.
Tanto es así que el cantante León Gieco compuso una canción (Bandidos rurales) donde lo menciona y romantiza su historia, como exige toda leyenda.
La historia recuerda a la de los estadounidenses Butch Cassidy y Sundance Kid, que se hizo famosa gracias a una película protagonizada por Paul Newman y Robert Redford. En su huida a Chile, luego de un gran asalto a un banco, pasaron por la Patagonia argentina, por donde pasa la Ruta 40, y se alojaron en la estancia La Leona, donde aún hoy se les recuerda en fotografías de la época.
En Italia, una figura similar fue la del Passator Cortese (cuyo nombre real era Stefano Pelloni), un ladrón de Romaña asesinado por la gendarmería en 1851 y apodado así porque, según la historia popular, distribuía entre los pobres lo que robaba a los ricos. En realidad, era un criminal despiadado.
El personaje inspiró una película en 1946, con Rossano Brazzi y Valentina Cortese, y una miniserie de la señal Rai en 1977. El Passator italiano también tiene su propia balada, escrita por Secondo Casadei, fundador de la famosa orquesta di liscio romañola, dirigida más tarde por su nieto Raoul.
También es legendaria la historia del ladrón piamontés Sante Pollastri, nacido en 1899. Capturado, según cuenta la leyenda, porque quería ir a ver una carrera ciclista donde competía su amigo y campeón Costante Girardengo. Algunos afirman que fue traicionado por este último. También a él le dedicaron una canción, Il bandito e il campeón, de Francesco De Gregori.