BUENOS AIRES – El Congreso Nacional celebró por primera vez el Día del Inmigrante Italiano con una ceremonia oficial y un evento cultural. Para eso invitó al Salón Azul del Senado a representantes diplomáticos, presidentes y consejeros de los Comites y a un nutrido grupo de representantes de asociaciones italianas.

Hicieron los honores, además de una numerosa comitiva de senadores y diputados, Manuel Chavarría, subsecretario de coordinación operativa del Parlamento, e Isolina Correa Monterrubio, directora de relaciones internacionales.

“Esta casa está abierta a todos ustedes –dijo Correa Monterrubio– así como Argentina estuvo abierta a todos los países del mundo. Aunque Italia es al que más estima le tenemos”.

Manuel Chavarría contó que hace algunos días se convirtió en padre y recordó a su padre y a su abuelo, Miguel y Armando Bertolami, que se radicaron en Coronel Suárez (Buenos Aires) y crearon allí una empresa cerealera que aún hoy existe.

“Me comprometo para que esta ceremonia se convierta en un elemento permanente en los próximos años –declaró– . Mirar hacia el futuro es la mejor manera de honrar nuestras raíces”.

El cónsul general Carmelo Barbera, en su discurso, recordó la ética de los inmigrantes italianos, que consideraban el trabajo una herramienta para construir prosperidad. “No es casualidad – afirmó– que en el habla rioplatense se utilice más la palabra laburo que trabajo, precisamente por la influencia italiana”.

Luego llegó el momento del espectáculo. Los alumnos de la escuela de danza AB de Alexia Bártoli dieron vida a una conmovedora coreografía inspirada en las llegadas y partidas de inmigrantes, despedidas y separaciones, pero también en la esperanza de una vida mejor en el Nuevo Mundo, bailando al ritmo de Caruso de Lucio Dalla.

La ceremonia concluyó con la actuación del tenor Duilio Smiriglia, egresado de la escuela del Teatro Colón y declarado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires como "personaje ilustre de la cultura".

Cantó O sole mio, El día que me quieras de Carlos Gardel y Nessun dorma de Turandot de Giacomo Puccini. Una selección emblemática: dos arias sinónimo de italianidad mezcladas con un tango, la danza fusin por excelencia (ya que nació con aportes de elementos afro, cubanos y europeos) y símbolo de esas contaminaciones culturales que han entrado en el ADN de Argentina.