BUENOS AIRES – El Círculo Italiano fue sede de una nueva edición de la tradicional Cena del Lunes, con la participación del profesor Jorge Ossona, docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Licenciado en Historia por la Universidad de Belgrano y con estudios de Sociología en la American University de Washington D.C., Ossona es actualmente profesor titular de Historia Económica y Social Argentina en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.

Autor de numerosos ensayos y libros sobre los problemas estructurales de la política argentina, presentó su reflexión sobre lo que define como el “síndrome del Amba” (el área metropolitana de Buenos Aires). “Es ingobernable por dos motivos principales: está gobernada por políticos que no la conocen realmente y tiene una burocracia opaca y compleja”, sostuvo el profesor ante los socios del Círculo.

Ossona describió la provincia como un mosaico de organismos autárquicos, muchas veces independientes e incontrolables. “Es un entramado de entidades y corporaciones que funcionan como compartimentos estancos –dijo–, un sistema que gasta mucho y devuelve poquísimo en términos de servicios públicos”. La maquinaria burocrática incluye 19 departamentos judiciales, 12 regiones sanitarias, 25 regiones escolares y 32 secciones de la policía bonaerense: una red que, aunque inmensa, no puede ser auditada ni controlada.

Junto a la burocracia, Ossona criticó la figura de los gobernadores, muchas veces provenientes de la capital: “Son como virreyes del poder central, porteños de la capital que no entienden la provincia en su conjunto”.

Por eso, sostuvo, “nunca un gobernador bonaerense podrá convertirse en presidente de la Nación”, ya que el propio sistema “conduce naturalmente a la impopularidad”.

Otro punto central es el de los intendentes, los jefes comunales, que según Ossona representan “la única instancia realmente representativa, porque la gente vota a un político local que conoce”. Sin embargo, la falta de coordinación entre los municipios lleva a la fragmentación política.

“Cada localidad es un mundo aparte -señaló Ossona-. Nadie piensa en La Plata, aunque es la capital oficial de la provincia de Buenos Aires, como su propio centro político; pero todos piensan en la plata, o sea, en la guita”.

La Legislatura bonaerense, con un presupuesto de 308 mil millones de pesos, es para Ossona “la más costosa y la menos operativa del país”, un órgano que “no discute política, sino cuotas y fondos”, es decir, la distribución del presupuesto provincial entre los municipios del interior —en su mayoría zonas de producción agrícola, con algunos polos industriales— y los del área metropolitana, la periferia de la Ciudad, que constituye la mayor concentración demográfica de la Argentina, con gran peso electoral.

Desde el punto de vista cultural, Ossona define a la Provincia de Buenos Aires como “una provincia atípica, sin una identidad central o compartida”.

“¿Acaso alguien de la provincia se considera bonaerense? –preguntó provocativamente–. No existe esa dimensión identitaria como ocurre en el resto del país, con los cordobeses o los tucumanos...”.

Según el profesor, esta falta de identidad también se refleja en la pobreza estructural del conurbano, donde “el 50% de la población vive en condiciones de pobreza”.

“La provincia es como un sistema medieval: los llamados ‘barones del conurbano’ son más administradores de la plebe que líderes políticos”, agregó.

Ossona concluyó con una reflexión que sintetiza su mirada: “La provincia de Buenos Aires es un país dentro del país, pero en su interior hay muchos pequeños países, cada uno gobernado por una pequeña mafia”. Mientras no surja una visión común y un proyecto político-cultural compartido, la provincia seguirá siendo, según él, “un gigante fragmentado, sin futuro colectivo”.

Ossona luego invitó a reflexionar sobre una cuestión fundamental: ¿qué modelo de ciudadanía genera esta realidad?

De acuerdo con el profesor, en la provincia conviven tres tipos de ciudadanía profundamente distintas entre sí: la clase media urbana, “que estalla en exclamaciones entre vecinos, pero no se expone por miedo”, representa una ciudadanía pasiva, desilusionada y temerosa. La ciudadanía de la pobreza, en cambio, “es colectiva y se expresa a través de las bandas, las barras bravas, los grupos barriales”. Ossona remarcó que “no existe intendente que no tenga un par de barras bravas”. Finalmente, la ciudadanía de los countries —los barrios privados— vive “aislada e impermeable a los problemas reales del país”, construyendo una forma de separación social que profundiza la desigualdad.

“La pobreza creció más rápido que todas las obras públicas -advirtió Ossona-. Es una carrera contra el tiempo. El consumo de droga es un problema gravísimo que crece junto con el deterioro de la educación pública”.

El profesor denunció además la crisis del sistema educativo en el Amba: “Nos quedamos sin escuelas públicas, ocupadas por grupos ideológicos que hacen muy poco por el futuro de los jóvenes. La ausencia de educación alimenta la marginalidad y la dependencia”.