BUENOS AIRES – Si al cruzar la provincia de Buenos Aires se encuentran con un edificio monumental -por ejemplo, un edificio municipal con torres de 30 metros de altura- pueden apostar que es un proyecto de Francisco Salamone. El ingeniero-arquitecto italiano que, entre 1936 y 1940, cambió la cara de la Pampa.

Nació en Leonforte (Enna) en 1897 y llegó a la Argentina con su familia siendo un niño con su  (hasta el punto de que tras naturalizarse cambió su nombre de Francesco a Francisco), Salamone creció en Córdoba, donde se licenció en ingeniería civil y arquitectura.

Su figura impresionó a Enrico Fantoni y Ezequiel Hilbert. El primero es fotógrafo, el otro es un arquitecto apasionado por los documentos. Y sobre Salamone crearon una exposición fotográfica y una película, respectivamente.

La exposición, presentada en 2022 en el Istituto Italiano di Cultura de Buenos Aires, lleva por título Francisco Salamone. Astronaves en La Pampa, mientras que la película de Hilbert, rodada entre 2008 y 2014, se llama Mundo Salamone.

El cineasta siente tanta pasión por su figura que a través de su sitio web organiza seminarios y conferencias para darla a conocer en la Argentina y el exterior.

La actividad más importante de Salamone se concentró entre 1936 y 1940 cuando ganó una serie de concursos para la construcción de obras públicas en la provincia de Buenos Aires: edificios municipales, cementerios, mataderos...

El matadero de Epecuén en el cartel de la exposición de Enrico Fantoni.

Cuatro años de trabajo “matto e disperatissimo”, ("loco y desesperadìsimo") según una expresión que se volvió proverbial de Giacomo Leopardi, durante los que aprovechó para realizar trabajos también para clientes privados. Sucedió que alguien, observando las obras, le pidió el proyecto de una casa y Salamone, que siempre tenía algunos planos a mano, se la vendió en el acto.

Por este motivo, de vez en cuando se descubren nuevas construcciones realizadas en Salamone, que hasta ahora no habían sido registradas. La última, hace unos días, es un chalet privado en Mar del Plata, alquilado ahora a través de AirB&B.

El estilo de Salamone es difícil de precisar. Ha sido definido como Art Déco monumental, por sus líneas esenciales. Sin duda anticipa el brutalismo de Clorindo Testa en su predilección por el hormigón armado y sus imponentes dimensiones. 

El cementerio Azul en el cartel de la película de Hilbert. 

Si quisiéramos buscar una definición autòctona, sin tomar prestadas categorías europeas, podríamos describir su obra como una especie de monumentalismo pampeano. Un término que resalta la especificidad argentina y el impacto visual de sus obras en contextos urbanos que, en ese momento, consistían en casas bajas.  

"Salamone era un bateador libre, alejado del mundo académico", dice Hilbert.

De hecho, su influencia también cambió las técnicas constructivas de la zona. “Fue Salamone, con su doble formación de arquitecto e ingeniero –continúa Hilbert– que dio a conocer el potencial del hormigón armado”.

Basta mirar fotografías como las del matadero de Epequén, los municipios de Pellegrini, Pringles y Guaminí, los cementerios de Saldungaray, Laprida y Azul para comprender el impacto de su obra en la provincia y el título de la exposición fotográfica de Enrico Fantoni. Edificios que realmente parecen naves espaciales en paisajes fantasmales.

“Eran la expresión de una visión grandilocuente del Estado –explica Hilbert–. Un Estado que financió grandes obras públicas en una Argentina que entonces estaba en pleno desarrollo económico". 

Las obras debían combinar estética y utilidad: sus mataderos, al igual que los cementerios, son también ejemplos de higiene y funcionalidad.

Basta decir que para permitir a Salamone seguir varias obras de construcción al mismo tiempo (en 18 lugares diferentes, a más de 500 kilómetros de distancia entre sí), se le puso a disposición un avión.

El intenso trabajo con el sector público permitió a Salamone acumular una gran fortuna, pero al mismo tiempo fue su condena. Manuel Fresco, gobernador de la provincia de Buenos Aires, conocido por sus simpatías profascistas, y el propio Salamone fueron acusados ​​a menudo de tener vínculos con el fascismo.

“En realidad, Salamone obtuvo las obras participando en licitaciones convocadas por municipios individuales, ni siquiera por Fresco”, explica Enrico Fantoni.

También lograba ganarse enemigos, porque era tan duro y áspero como los materiales que prefería usar.

“No se anduvo con rodeos –recuerda Fantoni–. Discutió con la Sociedad Central de Arquitectos y se fue”. A partir de ese momento, en polémica con sus compañeros, firmó todos los proyectos como "ingeniero Salamone". Después de 1940 se dedicó principalmente a la construcción de carreteras.

Francisco Salamone en edad madura (cortesía Ezequiel Hilbert).

“Al mismo tiempo le encantaba hacer chistes –revela Hilbert–. A menudo, cuando viajaba con su familia, en dos coches, llegaba a un acuerdo con su yerno para simular discusiones en un semáforo y detener el tráfico. Tenía un chiste para todo y para todos".

También fue muy generoso. “Le regaló un terreno al camarero de un restaurante del que era cliente habitual”, añade el director.

Queda el misterio de qué pasó con su patrimonio, que debería haber sido enorme. Se dice que sirvió para pagar deudas de juego, no tanto suyas sino de su mujer.

Tras años de olvido, debido también a que su obra fue escasamente publicada, hoy la historia le ha dado crédito.

Su figura fue reconsiderada, incluso desde la izquierda. y cada vez son más los curiosos que recorren el "Camino de Salamone", de Azul a Pellegrini, de Laprida a Guaminí, tras las huellas de sus obras. Cómo se buscarìa una nave espacial que cayera a la Tierra.