BUENOS AIRES – Desde que Jorge Mario Bergoglio fue elegido papa en 2013 y adoptó el nombre de Francisco, su figura generó una fuerte resonancia en la Iglesia Católica de Argentina. Pero más allá del orgullo nacional, su pontificado provocó una transformación profunda en el tejido eclesial del país.
Así lo afirma el padre Ignacio Blanco, cura en opción por los pobres y vicario de evangelización en la diócesis de Quilmes, en una entrevista exclusiva en la que repasa el legado que dejó Francisco desde una mirada cercana y comprometida.
El papa Francisco no solo transformó la imagen global de la Iglesia católica. También reconfiguró su rostro en Argentina, impulsando una pastoral de “cercanía, ternura y salida hacia las periferias”, sostiene el padre Ignacio Blanco cuando se le pregunta acerca del impacto del pontificado del primer papa latinoamericano en su tierra natal.
Blanco situó el magisterio de Francisco en la línea de las conferencias episcopales de Medellín (1968) y Puebla (1979), que consolidaron en América Latina la “opción por los pobres”. “Él retomó ese andar de la Iglesia desde el pueblo y lo reforzó”, afirmó, en línea con las premisas que Francisco pregonaba: una “Iglesia en salida” y la atención a los “más vulnerables”.
El cura, que en la actualidad ejerce en Hudson, subrayó que Francisco “cambió la configuración episcopal” en Argentina al designar obispos afines a su visión: Gustavo Carrara (La Plata), Gabriel Barba (Morón), y Marcelo Colombo (en Mendoza, que además es presidente de la Conferencia Episcopal e impulsó la beatificación del obispo Enrique Angelelli, asesinado en 1976 por la dictadura militar), entre otros.
“Digitó una Iglesia de mayor sencillez, alejada del clericalismo”, explicó. A través de estos nombramientos, dijo, el argentino se encargó de darle a la Iglesia argentina “un perfil de mayor sencillez, de mayor cercanía. Él hablaba mucho de la cercanía y la ternura”.
Blanco no eludió las críticas hacia Francisco. “En ocasiones, cuando alguien fallece, parece como si no hubiera sombras en esta persona, y Francisco tuvo sus intersecciones, sus contradicciones, como todo ser humano”, sostiene el padre Ignacio. En particular su rol durante la dictadura argentina y en el caso de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Franz Jalics, que fueron secuestrados en 1976 durante algunos días en la exEscuela de Mecánica de la Armada (exESMA), donde fueron torturados.
En ese momento Jorge Bergoglio era superior jesuita. “Yorio murió en el año 2000 con el dolor de sentirse no protegido por Bergoglio, su superior en ese entonces”, recordó. Sin embargo, sugirió que “Francisco mejoró a Bergoglio” con los años, y destacó su “humildad” y capacidad de revisión.
Para Blanco, el papado de Francisco no solo renovó a la Iglesia desde dentro, sino que también influyó en el ámbito social y político del país.
“Todo es político —afirma—. Jesús mismo fue crucificado por sus decisiones a favor de los excluidos. Francisco no esquivó esa dimensión y su magisterio está lleno de llamados a la justicia social, la redistribución de la riqueza y la crítica a la concentración económica”. En ese sentido, resalta que fue etiquetado de peronista, una etiqueta que el propio papa nunca se preocupó demasiado en negar.
Como síntesis, Blanco rescató dos frases del pontífice: “Cristo vive y te quiere vivo” y “No balconeen la vida”. Para él, ambas resumen una idea central: “Francisco apostó por una vida digna para todos, comenzando por los últimos. Y para eso hay que tocar las heridas del mundo, no mirar desde lejos”.