BUENOS AIRES - Hace un siglo, dos caballos criollos partían desde Buenos Aires hacia Nueva York en lo que sería reconocido como la travesía ecuestre más extensa del siglo XX. Esa gesta -protagonizada por Gato y Mancha y el suizo Aimé Tschiffely- fue celebrada este sábado en El Cardal, partido de Ayacucho, con un emotivo homenaje a sus protagonistas.
A pesar de la lluvia torrencial que azotó la noche anterior y que dificultó la transitabilidad de los caminos de tierra, más de cuatrocientas personas -muchas junto a sus caballos- llegaron desde estancias vecinas para honrar a Gato y Mancha, los dos caballos criollos que junto al jinete suizo Aimé Félix Tschiffely recorrieron 21.500 kilómetros entre Buenos Aires y Nueva York entre 1925 y 1928.
La celebración, organizada por la familia Solanet —descendientes de Emilio Solanet, el criador que entregó los caballos para la travesía—, fue una jornada de baile campero, peña y memoria.
“Si el clima hubiera acompañado, habrían venido todavía más personas”, comentaron a este diario los anfitriones, que presenciaron cómo granaderos del escuadrón Río Bamba —montados en caballos criollos, como los utilizados por San Martín— lideraban una marcha de 5 km. Entre carruajes, criadores y hasta escuelas de equitación, el espiritu de la Patagonia (de donde provenían Gato y Mancha) volvió a cabalgar en el corazón de la pampa.
“Acá todos conocen esta hazaña”, relata Constancia, esposa de Emilio Solanet (nieto del legendario criador). Su voz vibra con la pasión de quien lleva la raza criolla en la sangre. Y no es para menos: aquel viaje no solo fue una proeza ecuestre, sino la prueba viviente de que el caballo criollo es “resistencia, valor y austeridad, ya que necesita muy poco para vivir”.
La odisea que cambió la historia
Todo comenzó con una carta. El 22 de noviembre de 1924, Tschiffely -un profesor suizo de 29 años- le escribió a Solanet: “Deseo demostrar las bondades del caballo criollo en condiciones extremas”. Su plan era audaz: cruzar 13 países a caballo. Solanet, veterinario y pionero en la selección de la raza, le entregó dos ejemplares patagónicos: Gato, bayo y tranquilo, y Mancha, overo rosado y arisco, criados por el cacique tehuelche Liempichún.
Durante tres años, el trío enfrentó condiciones extremas: desde los -18°C en los Andes hasta los 52°C en los desiertos mexicanos, escalando hasta 5.900 msnm en Bolivia y sorteando selvas y ciudades.

El intercambio de cartas entre Tschiffely y Solanet.
“Si me dieran mil millones, no lo repito”, confesó Tschiffely al regresar a Buenos Aires en 1928. Pero su sufrimiento no fue en vano: en Nueva York, Gato y Mancha fueron recibidos como héroes en el Madison Square Garden, y su historia dio la vuelta al mundo.
El secreto: la esencia criolla
¿Qué hizo posible esta hazaña? Constancia lo resume así: “Los criollos son caballos que viven con dos pastos, nunca se enferman. Son la adaptación hecha animal”. La raza desciende de los equinos que trajeron los conquistadores en el siglo XVI. Mientras los del norte se mezclaron con razas europeas, los del sur —como los que Solanet rescató en Patagonia— se mantuvieron puros, endurecidos por el viento, la aridez y el frío. “En ese entonces Emilio tenía una hipótesis: que eran los mejores para el trabajo rural. Con el viaje, lo comprobó”, explica.
Tschiffely casi muere en el desierto Matacaballos, de Perú, deshidratado y desmayado. “En aquel momento, recordó lo que Emilio le había dicho antes de que partiera: ‘Estos caballos van a resistir la travesía. El tema sos vos. Si vos aguantás, los tres van a llegar”. cuenta Constancia. Cuando llegó a EE.UU., pese a las millonarias ofertas en EE.UU., Tschiffely insistió en devolverlos a El Cardal. “Tienen que ser libres”, dijo. Y allí vivieron, mimados por la familia, hasta su muerte.
Un legado que se celebra cada año
Hoy, sus cuerpos embalsamados descansan en el Museo de Transportes de Luján, pero su espíritu sigue vivo en Ayacucho. “Nosotros vivimos alrededor del caballo”, confiesa Constancia. La estancia sigue criando criollos, y cada 20 de septiembre —Día Nacional del Caballo— el país entero recuerda aquella epopeya y celebra el recuerdo de Gato y Mancha.