BUENOS AIRES – Los recuerdos de familia, los pequeños conflictos, los sueños cumplidos y los frustrados que se entrelazan dentro y alrededor de una heladería italiana en Buenos Aires, perteneciente a la familia Scannapieco, originaria de Maiori (Salerno), en la Costa Amalfitana.

Quien escribe y lleva a escena la historia de los Scannapieco y su heladería es Ana, nieta del fundador, sobre cuyo nacimiento (¿en Italia? ¿Argentina? ¿En un transatlántico en Brasil?) circulan versiones contradictorias entre sus propios hijos.

Acompañada por dos actores de gran trayectoria (Boy Olmi y Pablo Fusco) y dirigida por Lisandro Penelas, Ana, en La heladería, interpreta a sí misma, criada entre helados. Y hoy, ya adulta, está en busca de la receta original del gusto limón, su preferido. Una recherche con tonos proustianos, que tiene que ver con la infancia y con los valores absorbidos desde pequeña. Honestidad, dedicación al trabajo, perseverancia, lealtad, el deseo de mejorar siempre…

El resultado es una obra teatral de excelente nivel, con una escritura fresca y ágil y un trabajo actoral sobresaliente.

Una puesta en escena convincente, que logra conmover sin caer en lo sentimental (tal como un helado italiano, donde no se exagera con el azúcar). Y que habla de la epopeya migratoria de tantas familias italianas y de su tenaz búsqueda, no tanto del enriquecimiento fácil, sino del progreso para sí y para las generaciones futuras.

Nos encontramos con Ana en la heladería Scannapieco, la verdadera, en la esquina de la avenida Álvarez Thomas y Dorrego, justo detrás del Mercado de Pulgas del barrio de Colegiales. Fue inaugurada en 2013, luego del cierre -en 2010- del histórico local fundado por el abuelo Andrés en la avenida Córdoba.

“Fue entonces cuando decidí escribir el texto teatral para superar el duelo –revela Ana–. Un duelo que afectó a toda la familia, incluso a mi padre, que nunca amó trabajar en la heladería porque siempre tuvo una vocación artística”.

Ana, entre su padre Carlos y su primo Juan, actual gerente de la heladería. (Foto: Aleandra López)

Carlos Scannapieco, hoy de 85 años, es un reconocido escultor y grabador, quien en su momento fue profesor en la Escuela Superior de Bellas Artes y en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), además de haber recibido numerosos premios.

“Los momentos más lindos que recuerdo en la heladería eran cuando me iba”, dice el actor que lo interpreta en escena. “Pero ahora que reabrimos –revela Ana con ternura– pasa mucho tiempo aquí, tiene su mesa fija”.

Quien sí vivía la heladería como una vocación era el tío Emilio, mientras que el tercer hermano, Juan José, era parquetista (en la obra, los dos tíos se condensan en un solo personaje). Tanto es así que la decisión de reabrir fue de Juancito, hijo de Emilio, y de su esposa Sonia, una salernitana de pura cepa y típica belleza mediterránea: ojos negros que brillan y transmiten amor por la vida.

Ana con Sonia, detrás del mostrador de la heladería. (Foto: F. Capelli)

“Cuando nos comunicaron esta decisión fue una alegría inmensa”, continúa Ana.

Mientras tanto, el texto teatral comenzaba a tomar forma. “Entrevistaba a mi padre y a mi tío Emilio, que aún vivía en ese momento, y se me venían a la mente las distintas escenas”, explica la autora.

No es que La heladería pueda inscribirse dentro del biodrama o del teatro documental: la misma Ana reivindica la primacía de la ficción sobre la autobiografía. “Pero mi familia está toda ahí –dice– con su primera enseñanza: hacer bien el propio trabajo, sea cual sea. Para mi tío Emilio era el helado, para el otro tío, Juan José, los pisos de parquet, para papá los grabados, para mí el teatro”.

La heladería se presenta los domingos en la sala Picasso del Paseo La Plaza (Corrientes 1660), a las 19, durante todo el mes de abril. Al finalizar, cada espectador recibe un cupón para retirar un pequeño helado de cortesía en la sucursal del Paseo La Plaza de la heladería Scannapieco.