BUENOS AIRES – Un país difícil de interpretar incluso para quienes nacieron y viven en él. Comprender lo que sucederá en Argentina en los próximos meses, con la incertidumbre ligada al resultado de la segunda vuelta electoral del 19 de noviembre y la inestabilidad económica y monetaria, adquiere prácticamente las características de una misión imposible.
Para intentar hacerlo, el Circolo Italiano de Buenos Aires invitó al político Fernando Iglesias a su tradicional cena de los lunes, organizada por Francesco Tosi y José Puricelli.
Por su militancia en partidos ubicados en los extremos del arco político, Iglesias es también una metáfora de la complejidad de la política argentina.
En la década de 1970 formó parte del trotskista Partido Socialista de los Trabajadores. Después pasó por el radicalismo, en cuyas filas fue elegido diputado en 2007. Desde 2017 formó parte de la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires bajo el ala de Juntos por el Cambio (JxC) vinculado al expresidente Mauricio Macri.
Además, en 2011 fue nombrado comandante de la Ordine della stella della solidarietà italiana (Orden de la estrella de la solidaridad italiana) por el entonces presidente de la República, Giorgio Napolitano.
El nombramiento está vinculado a su compromiso como director de la Cátedra Altiero Spinelli (el primer teórico de la Europa federal) del Consorcio Universitario Italiano para Argentina (CUIA), un proyecto para la internacionalización de las universidades italianas.
Iglesias cree firmemente en la integración regional de la Unión Europea y del Mercosur y, luego de haber vivido un tiempo en Italia, siente conocer a fondo las bondades de un sistema político que define como "un ejemplo de democracia capitalista o capitalismo democrático".
Él mismo se considera un socialdemócrata o un liberal progresista.
No oculta el hecho de que considera al peronismo el peor mal de Argentina, incluso el origen de todos los problemas del país. Cualquier tipo de peronismo, en todas sus mutaciones (como las define él): el de derecha del mismo Perón, el castrista de los Montoneros (movimiento guerrillero), el represor de la Triple A (la organización terrorista paramilitar previa a la dictadura), luego el socialdemócrata en los ‘80, el neoliberal en los ‘90.
Sin embargo, es el peronismo de los Kirchner (Néstor y Cristina, presidentes con uno y dos mandatos respectivamente entre 2003 y 2015) el que se lleva casi todas las críticas de Iglesias, quien lo define en términos muy claros como chavista (como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, fallecido en 2013).
“El proyecto de los últimos 20 años nos empobreció y no me refiero sólo a la economía –asegura–. Nos empobreció desde el punto de vista cultural y civil, en nuestra forma de tratarnos unos a otros".
El diputado de JxC parte de esa consideración para justificar su apoyo al candidato ultraderechista Javier Milei, que disputa la presidencia con Sergio Massa en el ballotage. “Sin embargo preferiría un candidato con una posición más parecida a la mía” admite.
Atribuye la responsabilidad de esta decisión al peronismo y a su indiscutible capacidad de cooptación que obliga a los adversarios a formar un frente común.
“Al fin y al cabo, el arco constitucional de un país normal se ve reflejado en la coalición JxC, de la que formo parte” –afirma–. No es fácil llegar a un acuerdo, porque los peronistas son muy hábiles para dividir a la oposición".
Prefiere cualquier otra alternativa al peronismo, incluso sin garantía de resultados. “En 2001 la tasa de pobreza era del 38 por ciento, ahora es del 40 por ciento”, explica para respaldar sus declaraciones.
En realidad, según una encuesta del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad de La Plata (Buenos Aires), la tasa de pobreza era del 40 por ciento en 2001 y aumentó a 66 por ciento en 2002.
Poco importa si Milei declara que quiere abolir el Banco Central, dolarizar la economía, garantizar la libre portación de armas, la venta de órganos y de recién nacidos.
“Necesitamos separar el discurso de los hechos –afirma–. Algunas de las propuestas de Milei son delirantes. Pero cualquiera que conozca el sistema constitucional argentino sabe que no son viables".
Queda la dificultad objetiva de gobernar en caso de victoria porque, con 35 diputados y 6 senadores elegidos entre las filas del partido de Milei, el presidente estaría muy lejos de una mayoría parlamentaria, que en teoría no es indispensable en un sistema presidencial, pero sí necesaria en el plan práctico.