LA PLATA – Se la podría definir como “figlia d’arte” (que en italiano refiere a las personas que desarrollan la misma actividad que sus padres). En este caso, en el sentido más literal de la palabra. Irina Casali, por poco, no nació en un escenario.
“Mi madre estaba dando una clase de recitación –cuenta ella–. Rompió bolsa, pero, como es típico de la gente de teatro, terminó la clase y después fue al hospital”.
Los padres de Irina son Renzo Casali y Liliana Duca, fundadores en 1969 en Buenos Aires de la comunidad teatral Comuna Baires. Una experiencia nacida en oposición al teatro burgués, comercial, que busca el consenso, para privilegiar la autenticidad de la experiencia y la capacidad del actor de ofrecerse a sí mismo, sus límites, su potencial humano y creativo.
La experiencia de la Comuna Baires fue interrumpida por la dictadura. Renzo y Liliana, junto a sus compañeros Coco Leonardi y Antonio Llopis, tuvieron que escapar a Italia debido a amenazas de muerte. Pero la experiencia resurgió en Milán en 1977, donde la pareja se había establecido.
“Yo tenía tres años –recuerda Irina–. Nuestra salvación fue gracias a Serena Sartori, hija de Amleto, escultor, poeta y creador de máscaras, gran estudiosa del Teatro dell’Arte”. Fue ella quien acogió a la pareja con la niña en Monselice (Padua), para retomar, en una granja, la experiencia interrumpida en Buenos Aires, antes de que la Comuna reabriera definitivamente en Milán.
Hoy Irina está a cargo del proyecto. Tiene una licenciatura en filosofía y absorbió el teatro absorbido a través del pecho materno. Lo respiró todos los días de su vida en el seno de su familia. En Milán, donde vive con su pareja, lleva adelante (“con esfuerzo, debido a los tiempos difíciles para el teatro independiente”, dice) la herencia de la Comuna. Que, a su vez, cambió de nombre: ahora se llama Fabbrica dell’Esperienza y es uno de los centros de producción e investigación más importantes e innovadores del teatro independiente en Italia.
“La Plata –continúa Irina– es la ciudad donde mis padres estudiaron, se conocieron y se enamoraron”. Donde Liliana Duca volvió a vivir después de la muerte de Renzo, en 2010. Y donde Irina pasó algunas semanas con su pareja, entre vacaciones y trabajo, para visitar a su madre y dar algunos seminarios de formación teatral.
“Me siento profundamente italiana. Vivo allí desde que tengo tres años –dice Irina–. Pero la experiencia del exilio me marcó. Crecí sin abuelos, sin parientes. Me enviaban por correo cintas con sus voces grabadas y las canciones para niños de María Elena Walsh. Volví por primera vez a Argentina en 1984, con mi papá. Y encontré mis raíces”.
¿Y hoy, por qué vuelve? “Para ver a las personas queridas y devolverle a esta tierra mi experiencia teatral”.
La agenda de Irina, en las semanas previas a las vacaciones de Navidad, estuvo especialmente cargada: masterclass en la Escuela Municipal de Teatro de La Plata, un seminario en Mar del Plata organizado por el teatro El Séptimo Fuego y otro en el festival de pedagogía teatral Experimenta Teatro 19, organizado por el grupo El Rayo Misterioso. “Personas con las que mi padre tenía un vínculo profundo y que recibieron gran inspiración de la experiencia de la Comuna –dice Irina–. En el caso de Liliana Ruiz de El Séptimo Fuego, de hecho, fue Renzo quien le dijo que debía ser actriz”.
Irina acaba de regresar a Italia porque las actividades en Milán deben continuar: la Fabbrica dell’Esperienza es un centro de producción, escuela de teatro y de escritura, y lleva adelante una pequeña editorial. “Pero cada vez que vuelvo, Argentina me recarga con su entusiasmo y su generosidad –afirma–. Me encantan las casonas transformadas en centros culturales, lugares donde la gente se encuentra, conversa y comparte experiencias. Me encanta el teatro hecho en espacios no convencionales, con la creatividad que permite hacer milagros con los pocos recursos disponibles. En Italia, a veces, parece que todo está dormido, despersonalizado. Por eso creo que en los próximos años hacer teatro será aún más necesario”.