MONTEVIDEO – Finalmente falleció a las puertas de los 90 años, luego de haber peleado durante meses contra un cáncer de esófago que ya se había extendido a otras partes del cuerpo. La noticia de la muerte del expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica se conoció en la tarde del 13 de mayo. No fue una sorpresa, pero dolió igual.

Nacido el 20 de mayo de 1935 en una familia con raíces vascas por un lado y ligures por el otro, desde el principio su vida personal estuvo fuertemente ligada a la vida política nacional, ya que tenía vínculos familiares con figuras políticas de la época.

Incluso, por parte de su abuela paterna, tenía un parentesco lejano con Gabriel Terra, presidente de Uruguay entre 1931 y 1938, protagonista de un particular caso de “autogolpe” el 31 de marzo de 1933, que dio inicio a un régimen autoritario conocido como “dictablanda”, por su carácter civil en vez de militar, y relativamente pacífico en comparación con otras dictaduras latinoamericanas.

En 1956, Mujica empezó oficialmente su camino en la política, entrando al Partido Nacional (Blanco), influenciado tanto por su entorno familiar como por el populismo nacionalista del peronismo argentino, hasta llegar a ser secretario general del ala juvenil.

Después de dejar el Partido Nacional en 1962, y ante el gobierno fuertemente autoritario de Jorge Pacheco Areco, abandonó la política institucional para tomar el camino de la lucha armada y se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, un grupo guerrillero activo durante los años ’60 y principios de los ’70.

En ese contexto conoció a Lucía Topolansky, también militante tupamara, quien se convirtió en su compañera de vida y de militancia, compartiendo con él el compromiso político, primero en la clandestinidad y luego desde las instituciones.

En esa época agitada, Mujica participó en numerosas acciones del movimiento y recibió seis balazos, algunos de los cuales –según contaba él mismo– seguían en su cuerpo.

Fue arrestado cuatro veces, pero en dos oportunidades logró escaparse del penal de máxima seguridad de Punta Carretas, hoy convertido en shopping, protagonizando así la fuga colectiva más grande de la historia uruguaya.

El 30 de septiembre de 1971, 111 presos políticos, entre ellos Mujica, lograron huir a través de un túnel cavado bajo la cárcel. Ese mismo túnel ya había sido excavado previamente para una fuga de militantes anarquistas liderados por el italiano Gino Gatti en 1931. Los Tupamaros bautizaron la operación como “El abuso”.

Pero tras su cuarta captura, Mujica pasó casi 13 años preso, entre 1972 y 1985, la mayoría de ellos en aislamiento total, sin contacto con otros presos ni con el mundo exterior, y sometido a torturas físicas y psicológicas.

No era un preso común: era uno de los dirigentes tupamaros que la dictadura cívico-militar consideraba “rehenes”, es decir, serían ejecutados si el movimiento retomaba las acciones armadas. Entre ellos estaban también Eleuterio Fernández Huidobro (posteriormente ministro de Defensa) y el escritor Mauricio Rosencof. Parte de esa historia se narra en la película La noche de 12 años (2018), de Álvaro Brechner.

Tras su liberación en 1985, Pepe volvió a la política sin hacer ruido, pero con la misma convicción de siempre. Se unió al Frente Amplio y, junto a otros ex tupamaros, ayudó a fundar el Movimiento de Participación Popular (MPP), siendo elegido diputado en 1994.

Desde ahí su carrera política despegó: en 1999 fue elegido senador, rol en el que se destacó por su estilo directo y popular; en 2005 fue designado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca en el primer gobierno de izquierda de la historia uruguaya, liderado por Tabaré Vázquez (1940–2020).

Finalmente, en 2010 fue elegido presidente de la República, siempre acompañado por su compañera Lucía. De hecho, luego de que Mujica dejara la conducción del MPP para postularse a la presidencia, Topolansky se convirtió en una figura clave del movimiento y fue la senadora más votada en las elecciones de octubre de 2009.

Como primera electa de la lista más votada del partido más votado, el 15 de febrero de 2010 le tocó presidir la apertura del nuevo período legislativo, y fue ella quien le tomó juramento como presidente a Mujica y como vice a Danilo Astori.

Desde ese momento, Pepe fue conocido como “el presidente más pobre del mundo”, por su estilo de vida extremadamente austero. Pero él respondía: “El más pobre es el que necesita mucho para vivir” y decía que su forma de vida era “una consecuencia de mis heridas, hubo años en que habría sido feliz con un colchón”.

Su gobierno (2010–2015) se caracterizó por algunas de las reformas sociales más progresistas de la región, que llamaron la atención incluso fuera del país, como la despenalización del aborto, la aprobación del matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana. También lanzó proyectos para los sectores más vulnerables, como el Plan Juntos, un programa de construcción de viviendas participativas, donde las propias familias, guiadas por profesionales, levantaban sus casas.

Durante su mandato, a pesar del importante gasto público, el índice de pobreza bajó del 18,5% al 6,4%.

“Nos dicen con tono de profesor: no hay que regalar el pescado, hay que enseñar a pescar. Pero si les rompimos el bote, les robamos la caña y les sacamos el anzuelo, lo primero es devolverles todo eso”, respondía ante las críticas por supuestamente despilfarrar recursos.

Tras dejar la presidencia, Mujica volvió a ser elegido senador, el más votado del país. Pero en octubre de 2020 anunció su retiro definitivo de la vida parlamentaria, diciendo: “El cansancio me está alcanzando”.

Ese mismo día también se retiró otro expresidente, Julio María Sanguinetti, del Partido Colorado, marcando simbólicamente el final de una era política en Uruguay.

En 2024, Pepe hizo pública su enfermedad: un cáncer de esófago. Con el humor que lo caracterizaba dijo que no era la primera vez que “la muerte ronda la cama, pero por obvios motivos, esta vez viene con la guadaña lista”.

En los últimos meses, sus apariciones públicas se hicieron cada vez más esporádicas, aunque no dejó de participar en charlas e incluso recibió en su chacra a líderes internacionales como Lula da Silva y Gabriel Boric.

Incluso, durante su convalecencia en su casa de Rincón del Cerro, recibió un llamado inesperado del Papa Francisco. “Habla Francisco”, le habría dicho simplemente el pontífice.

Jorge Bergoglio y Mujica ya se habían encontrado en varias ocasiones. Como contaba el propio Mujica: “La primera vez que fui a visitarlo, me dijo: ‘Usted entenderá que esta es la monarquía más antigua que existe. No es fácil cambiarla’”.

La confirmación de que su salud se había agravado llegó el domingo anterior a su muerte, cuando ni siquiera pudo acercarse a votar en las elecciones departamentales. Y solo dos días después llegó la noticia de su fallecimiento, comunicada por el actual presidente del Uruguay, y dirigente del MPP, Yamandú Orsi.

Mujica murió así apenas una semana antes de cumplir los 90 años, acompañado por su Lucía, que siempre lo dijo: “Hace cuarenta años que estoy con él, y voy a estar hasta el final. Es lo que prometí”.

En su testamento, Pepe expresó su deseo de ser enterrado en su chacra, junto a su perrita, de manera simple y en contacto con la naturaleza, como vivió toda su vida.

“Está enterrada bajo una secuoya. El día que me muera pedí que cremen mi cuerpo y pongan las cenizas ahí, debajo de ese árbol, junto a Manuela”, había declarado.