BUENOS AIRES - Felipe tiene apenas un año de vida y ya atravesó una experiencia médica que marca un hito en la historia de la salud argentina: recibió un trasplante de corazón gracias a una técnica novedosa de ablación en asistolia controlada.
Lo significativo de este procedimiento es que el donante había fallecido tras la detención de su corazón, en lo que se conoce como donación en asistolia controlada, y no por muerte encefálica, que hasta ahora era la única práctica consolidada en nuestro país para la donación cardíaca.
“La ablación en asistolia controlada abre una puerta que antes no existía”, explicó el doctor Jorge Barretta, jefe del equipo de trasplante cardíaco pediátrico del Hospital Italiano, en diálogo con Il Globo.
Se trata de un procedimiento que permite recuperar órganos de personas cuyo corazón ha dejado de latir, y que, tras una evaluación estricta, pueden ser implantados si se confirma su buen funcionamiento. Esta técnica, que ya se utiliza en otros países con muy buenos resultados, amplía el universo de potenciales donantes, sobre todo en un contexto de baja disponibilidad de órganos.
En el caso de Felipe, esta posibilidad fue determinante. El niño de un año llevaba cinco meses internado en la terapia intensiva del Hospital Italiano, sostenido por un corazón artificial que lo mantenía con vida mientras aguardaba un donante. Su condición crítica lo había ubicado en el primer lugar de la lista de emergencia nacional, gestionada por el INCUCAI, el organismo que regula la asignación de órganos en Argentina con criterios de equidad, urgencia y compatibilidad.
El procedimiento, realizado en el Hospital Italiano de Buenos Aires, fue el primero en el país en aplicarse en un paciente pediátrico y representa una nueva posibilidad para ampliar el universo de donantes.

El momento del trasplante (Foto: Hospital Italiano)
En el caso de Felipe, se dio una coincidencia extraordinaria: tanto él como el donante se encontraban en la misma institución médica. Y no solo eso. Compartían además la misma habitación.
En ese contexto íntimo y compartido, Felipe y Luca -de tan solo dos años- pasaron días en la misma habitación del Hospital Italiano. Sus padres se conocieron entre pasillos, monitores y esperas. A pesar de la incertidumbre y el dolor, se acompañaron con una empatía silenciosa que solo se da entre quienes atraviesan lo mismo. El vínculo entre ambas madres se fue gestando en el cotidiano: en las charlas breves, en los gestos de contención y en la fuerza que se compartían sin necesidad de palabras.
Luca había recibido un trasplante de hígado, pero su estado de salud se complicó por un citomegalovirus (CMV), que le causó un grave daño en los pulmones. A pesar de los esfuerzos médicos, llegó un momento en que ya no había estrategias disponibles para revertir su situación clínica.
Cuando la situación clínica de Luca se tornó irreversible, sus padres, Paula y Nicolás, tomaron una decisión cargada de generosidad y coraje: donar el corazón de su hijo. Aunque Felipe hubiera sido receptor del órgano incluso si hubiese estado internado en otro centro, el hecho de que ambos niños compartieran el mismo cuarto convirtió el trasplante en un acto profundamente humano. La solidaridad se volvió palpable, cercana, encarnada en una historia de dolor y amor entre dos familias que ahora se sienten parte de una sola.
“El donante puede estar en cualquier lugar, lo importante es que el receptor esté en una institución acreditada y con equipos capacitados para llevar a cabo el trasplante”, remarcó Barretta.
La clave de este tipo de donación es que permite incluir a personas que antes no eran consideradas como potenciales donantes. Según detalló el especialista “en España, esta modalidad permitió aumentar un 30% los trasplantes realizados. Nosotros en Argentina tenemos una ley que lo permite y un organismo como el INCUCAI que regula con seriedad, pero aún estamos muy por debajo del potencial que podríamos alcanzar”.
Barretta advirtió que si bien la Ley Justina, sancionada en 2018 e implementada en 2019, significó un avance al establecer que todos los mayores de 18 años son donantes presuntos salvo negativa expresa, en el caso de los pacientes pediátricos la situación es distinta: sigue siendo indispensable el consentimiento familiar. “Por eso es clave que haya más concientización y difusión”, sostuvo.
El Hospital Italiano de Buenos Aires es una institución de referencia en medicina de alta complejidad. Cuenta con una vasta experiencia en cirugía cardiovascular, neurocirugía, trasplantes, cirugía robótica, cirugía fetal intrauterina y otras áreas críticas. Su equipo de profesionales especializados y altamente calificados trabaja de manera interdisciplinaria, apoyado por un parque tecnológico de última generación.

El equipo médico que intervino en la cirugía.
Con dos hospitales generales −uno en la calle Perón en CABA y otro en San Justo− el centro médico cuenta con una importante infraestructura para cuidados críticos e hipercríticos, además de una extensa planta quirúrgica equipada con flujo laminar, cirugía robótica y desarrollos propios como la planificación virtual tridimensional. Una combinación que permite brindar atención integral y resolutiva en casos de extrema complejidad como el de Felipe.
“El éxito de este trasplante no se explica solo por la técnica. Es el resultado de una sumatoria de factores: la preparación del paciente, la coordinación del equipo, la infraestructura disponible y una institución que se entrena para resolver lo que otros no pueden”, afirmó Barretta.
Felipe continúa internado. Por haber estado más de cinco meses conectado a un corazón artificial, su recuperación será más lenta que la de un paciente sin tratamiento previo. Durante meses no pudo moverse, alimentarse o desarrollarse como cualquier niño. Ahora, con terapias específicas y estímulos progresivos, comienza un proceso paulatino de recuperación.
“Lo que se espera es que su recuperación sea progresiva. Dentro de su gravedad previa, los objetivos médicos se vienen cumpliendo”, detalló Barretta. La mamá de Felipe lo resume mejor que nadie: “Lo único que quiere es llevárselo a casa, que esté con su hermanito”. Ese es el mayor motor para su recuperación.
Felipe no es un caso aislado. En el Hospital Italiano, 13 niños fueron conectados a dispositivos de asistencia circulatoria como corazones artificiales. De esos 13, 12 lograron ser trasplantados. La tecnología de soporte vital prolongado no solo les dio tiempo: les dio la vida.
Hoy, la historia de Felipe es un símbolo de lo que la medicina argentina puede lograr cuando confluyen la innovación, el conocimiento y la vocación. Y también, del enorme valor de las familias donantes que, en su momento de mayor dolor, deciden dar vida a otros.