BUENOS AIRES - “La CGIL siempre ha sido solidaria con la lucha del pueblo argentino y hoy, a ambos lados del Atlántico, la lucha tiene que ser la misma. Las políticas que buscan precarizar el trabajo y destruir al movimiento sindical son las mismas. Es natural que estemos acá”, afirmó Claudio Cristaudi, de la Federación Gráfica Bonaerense, durante la movilización realizada el viernes 12 en Plaza de Mayo.

A pocos metros, entre banderas argentinas e italianas y consignas sindicales, Rodrigo Borrás, dirigente de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA-T) planteó que “el camino es la lucha en la calle y no restringir todo a la judicialización de las medidas de este gobierno”, al subrayar la centralidad de la protesta social como herramienta.

Las declaraciones se dieron en el marco de una concentración en el centro porteño que tuvo como protagonista a la Confederazione Generale Italiana del Lavoro (CGIL), la principal central sindical italiana, que ese mismo día impulsó un paro general en su país. La jornada en Buenos Aires sumó a sindicatos argentinos para expresar respaldo a los trabajadores italianos movilizados.

En Plaza de Mayo participaron, entre otros, Borrás, Cristaudi y Gerónimo Moyano (Federación Gráfica Bonaerense), Roberto Astudillo, histórico dirigente de la CGIL de La Spezia, Beatriz Capelletti, dirigente sindical argentina, y Alfredo Llana, presidente del INCA Argentina. La presencia de distintas organizaciones buscó visibilizar un apoyo político y gremial a la medida de fuerza en Italia.

La huelga nacional convocada por la CGIL el viernes 12 tuvo un impacto amplio en Italia, con interrupciones en servicios de transporte, salud y educación. La medida se realizó en rechazo al proyecto de ley de presupuesto propuesto por el gobierno de la primera ministra Giorgia Meloni y se produjo en un clima de conflictividad sindical sostenida, con antecedentes cercanos de paros y protestas por el mismo motivo.

Desde la central italiana se sostuvo que la presión sobre salarios y jubilaciones se volvió insostenible para amplios sectores, y que el rumbo del gasto público prioriza partidas vinculadas a defensa en detrimento de la inversión social. En su lectura, las movilizaciones en más de 50 ciudades evidenciaron un malestar extendido y una demanda de cambios concretos hacia el Parlamento y el Ejecutivo.

En su comunicado, la CGIL enumeró como ejes del paro el reclamo de aumentos salariales y previsionales, el rechazo a una eventual suba de la edad jubilatoria, medidas contra la precarización y un giro del presupuesto hacia sanidad, educación y servicios públicos. También cuestionó una política fiscal que, según su diagnóstico, terminó incrementando la carga sobre trabajadores y pensionados sin afectar en la misma proporción a rentas, ganancias o grandes patrimonios.

La central, además, alertó por el deterioro de áreas sensibles —salud, escuelas, asistencia a la vejez, vivienda, transporte público y seguridad laboral— y por el impacto social de la austeridad, con una economía de bajo crecimiento y un proceso de precarización que golpea especialmente a los jóvenes.

Con ese telón de fondo, la convocatoria en Plaza de Mayo buscó tender un puente sindical entre Buenos Aires e Italia: un gesto de respaldo explícito en un día de paro general, y también una señal de que, como plantearon los oradores, hay demandas que se repiten a ambos lados del Atlántico.