OBERÁ – Para los boloñeses es el lugar más común de reunión. "¡Nos vemos debajo del Neptuno a las cinco!" dicen, refiriéndose a la fuente monumental a pocos metros de la céntrica Piazza Maggiore, el corazón de la ciudad.
La fuente de Neptuno, definida por el crítico de arte Giulio Carlo Argan como un “soprammobile da piazza” (un adorno de plaza) debido a su gracia algo afectada y típicamente manierista, data de la segunda mitad del siglo XVI.
La parte escultórica, en bronce, es obra del artista flamenco Giambologna (que en realidad se llamaba Jean de Boulogne).
La estatua es apodada cariñosamente por los boloñeses como al Zigànt (el gigante) debido a su tamaño (mide 3.20 metros).
Se dice, con ese espíritu desinhibido típicamente boloñés, que Giambologna quería crear a Neptuno con genitales más grandes, pero que la Iglesia se lo prohibió, en medio del clima santurrón de la Contrarreforma.
El escultor diseñó entonces la estatua de modo que, vista desde atrás, el pulgar de la mano izquierda parezca sobresalir directamente de la ingle, haciendo justicia a los atributos del dios del mar.
Con estas premisas, una asociación fundada por boloñeses en Oberá (Misiones) sólo podría llamarse Nettuno, en honor al monumento que es símbolo de la ciudad y metáfora de su carácter hedonista.

La fuente de Neptuno, en el centro histórico de Bolonia.
Fue creada por la familia Forni, originaria de San Giovanni in Persiceto (Bolonia).
“La presencia de italianos en Misiones no es tan fuerte como en Buenos Aires o Santa Fe, pero estamos –afirma Alejandro Forni, actual presidente, arquitecto–. La asociación se fundó en 2005. Pero mi familia y yo siempre participamos en la celebración del Día del Migrante el 4 de septiembre".
Sandro (Alessandro) Forni, el abuelo de Alejandro, fue uno de los primeros en promover la convivencia entre los italianos de la ciudad, en particular los emilianos. Reuniones informales para comer y cantar, de las que tomó forma la idea de una fiesta más estructurada para todas las comunidades.
En la casa de los Forni siempre se habló italiano, mezclado con algunas palabras y frases idiomáticas en boloñés.
“El nonno escuchaba a Pavarotti y sabía hacer pasta”, recuerda Alejandro. “Pero también hablaba guaraní, la lengua de los nativos, con los trabajadores de la empresa constructora de su propiedad e incluso los involucró en la celebración del migrante. Ellos giraban la amasadora y los niños rallábamos el queso". O la forma, como se dice en Bolonia.

Sandro Forni inspecciona su obra en Oberá.
“Para nosotros era todo natural –continúa Alejandro–. No se trataba de 'disfrazarnos' de italianos, sino de vivir nuestra vida cotidiana. Todavía recuerdo uno de los desfiles alegóricos con los que se abría la fiesta. Habíamos preparado un carro disfrazado de góndola veneciana y yo estaba en él, vestido de gondolero".
Es precisamente en el ejemplo de su abuelo que Alejandro se inspiró para gestionar la asociación. “En las obras, Sandro no era el patrón sino un trabajador más –afirma–. Su casa estaba abierta a todos, cualquiera que pasara por ahí podía entrar, tomar un café con la cafetera moka traída de Italia y conversar".
La aventura de la familia Forni en Argentina comenzó en 1949. “Sandro emigró no por motivos económicos sino políticos”, explica su sobrino. Había terminado en medio de uno de los muchos ajustes de cuentas de los primeros años de la posguerra.
Era un sindicalista democristiano, amigo de Giuseppe Fanin, asesinado por algunos miembros del Partido Comunisita Italiano (PCI) local. Después de la ruptura de la unidad sindical, con la salida de las confederaciones CIGL (demócratas cristianos) e UIL (socialistas), los ánimos se exacerbaron y el clima se volvió incandescente.
Los choques ideológicos dentro del sindicato desembocaron también en violencia física.
El instigador y los autores del asesinato de Fanin fueron capturados y juzgados.
“Pero mientras tanto, por miedo a ser el siguiente en la lista, Sandro prefirió abandonar el país –afirma Alejandro–. Nos quedamos muy cerca de San Giovanni in Persiceto. Me casé allí mismo y Checco, el último hermano vivo de mi abuelo, fue el testigo”.
En Argentina Sandro realizó distintos trabajos, luego se trasladó a Misiones para construir las escuelas del plan quinquenal de Perón y finalmente logró crear su propia empresa constructora.
A él se le unieron cuatro hermanos: Checco (Francesco), Giuditta ("que me enseñó a caminar", recuerda Alejandro con ternura), María y Lele (Raffaele).
Años más tarde, Checco, Giuditta y Maria regresaron a Italia para ayudar a su padre enfermo, quedarse con él y acompañarlo en la última fase de su vida. Alessandro no puede viajar por motivos de trabajo, pero envía a su hija Vilelma, que asistía a la escuela primaria en Italia, "como representante".
“Fue ella quien fundó la asociación Nettuno –explica Alejandro– después de haber descubierto, gracias a un programa de la Rai, que existe en el mundo un Consejo de Emilia-Romaña muy activo con el que organizar iniciativas”.

Alejandro Forni (izquierda) con el cónsul de Rosario en la sede de la asociación, en lo que fue la casa de Sandro.
Por ejemplo, el proyecto Boomerang, que permite a los descendientes de Emilia-Romaña realizar una experiencia de estudio o trabajo en la región.
“Nuestra asociación está abierta a todos, emilianos, italianos y otros, como siempre lo estuvo la casa de mi abuelo”, explica Alejandro.
Entre las actividades, hay cursos de italiano y un coro que pretende ser "como un grupo de amigos que se reúne para cantar", subraya Alejandro.
También investigan los productos típicos de la gastronomía emiliana (desde la coppa, un salame, hasta las tigelle, focaccias para acompañar los embutidos), para comprender cómo fueron repensados y recreados en la comunidad de Misiones, con las materias primas disponibles y un ambiente y un clima totalmente diferentes.
"Nuestra limitación es estar 'lejos de todo' en un país que es interminable, grandísimo –reflexiona Forni–. En este sentido, la generalización de la virtualidad nos benefició. Si las reuniones se hacen vía zoom, es posible que participemos. Somos todos jóvenes profesionales y podemos poner lo que sabemos hacer a disposición de diversos proyectos". Una manera típicamente emiliana de entender la vida.
“Sandro no sufrió demasiado por la expatriación –afirma su nieto–. Siempre dijo que lo que pudo lograr en Argentina, ni lo hubiera soñado en Italia".
El gran desafío de 2024 es traer a Misiones una edición del “Cine Ritrovato”, un festival de cine que presenta clásicos restaurados y obras menos conocidas de grandes directores. Con proyecciones gratuitas, en verano, bajo las estrellas, en Piazza Maggiore.
A pocos metros de la fuente de Neptuno que, si pudiera, sonreiría de satisfacción.