BUENOS AIRES – Todo empezó en los años 2000, en un momento crítico para la Argentina. Tras el colapso económico, Humberto Persano y su esposa Claudia sintieron la necesidad de cambiar de rumbo y volver a la tierra. A pesar de sus carreras profesionales, decidieron emprender un nuevo camino y fundaron Finca Las Glicinas, una bodega familiar ubicada en Bernardo Quiroga, provincia de Mendoza.

“Queríamos redescubrir nuestra historia familiar, poner en valor lo que tenemos acá, en el sur del mundo”, cuenta Humberto. Su abuelo, oriundo de Malvino, un pueblito del Piamonte italiano, había aprendido a hacer vino en la parroquia como parte del pago por su trabajo. Esas uvas –que viajaron de Francia a Italia y luego a la Argentina– se convirtieron en símbolo de una herencia cultural reelaborada, que hoy vive en las botellas de Finca Las Glicinas.

Actualmente, ese camino se transformó en un proyecto compartido con sus tres hijos: Lara, Franco y Bruno. Cada uno con su rol y su identidad profesional, pero unidos por una visión común.

Lara creó Alfonsina, una línea de vermut artesanal que tuvo un éxito inesperado. Con formación en diseño multimedia, se ocupó de cada detalle: desde el perfil aromático de la bebida hasta la estética de la marca y el merchandising. Con creatividad, reversionó el “vermut con soda” del abuelo como un aperitivo fresco y veraniego que conquistó al público joven. Alfonsina no es solo una bebida: es una marca con una estética divertida y actual.

“¿Lo quieren probar con o sin hielo? –pregunta Lara–. Cada uno tiene sus gustos, pero para mí, sí o sí con hielo”, recomienda con una sonrisa en la última edición de la feria Salvaje, dedicada a los vinos naturales. Las cuatro versiones de Alfonsina están hechas a partir de vinos Libarna: Florale, dulce y delicado; Rosé, el más veraniego; Tropicale, delicioso, elaborado con vino naranja; y Speziato –su favorito–, una versión contemporánea de la receta Torino.

Su hermano Franco, chef y sommelier, se encarga de la comercialización de los vinos naturales de Las Glicinas, como la línea Libarna, en homenaje al abuelo Angelo. Gracias a su experiencia gastronómica, es el embajador ideal para presentarlos en restaurantes: conoce a fondo los procesos, las particularidades y puede proponer maridajes sofisticados. “El Libarna Tinto, por ejemplo, va perfecto con platos intensos como carnes o un risotto de hongos”, les explica a quienes se acercan a degustar. “Es un blend de Malbec, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc, donde se luce esta última variedad. El Malbec aporta una base que realza los aromas”.

Bruno, en tanto, es abogado penalista. Mientras avanza con sus estudios en derecho, colabora activamente en la comunicación de la bodega y en la atención a clientes del canal minorista, gracias a su gran manejo interpersonal. Además de Libarna y Alfonsina, Finca Las Glicinas produce las líneas Dauphine, su vino estrella, y las etiquetas de entrada Ciruelo y Gengibre. Pronto lanzarán una plataforma de e-commerce para vender de forma directa.

Al final del día, mientras la feria va cerrando, el padre vende las últimas botellas y los hermanos hacen intercambios con otros productores. Lara los llama para sacarse una foto juntos. Antes de desarmar el stand, quiere inmortalizar el momento y celebrar la sociedad familiar y el fin de semana compartido.

“Para mí es un sueño poder trabajar con mis hijos en algo que nos apasiona tanto a los cuatro”, dice Humberto, con el pecho inflado de orgullo.

La historia de los Persano es un ejemplo de cómo el conocimiento, cuando se transmite con amor y respeto, puede transformarse no solo en un oficio, sino en un lazo familiar profundo. Cada uno va haciendo su propio camino, con sus sueños y habilidades, pero es el proyecto compartido, enfocado en la calidad y la producción sustentable, lo que los convierte en un verdadero equipo.