BUENOS AIRES - Luego de su estreno en cines de Uruguay y España en diciembre, llegó a Netflix la película La sociedad de la nieve de Juan Antonio García Bayona, con un elenco de actores argentinos y uruguayos para permanecer fiel al acento rioplatense de los verdaderos protagonistas de la historia.

Representará a España en los Oscar, luego de haber cerrado en septiembre el Festival de Cine de Venecia.

En apenas unos días alcanzó lo más alto del ranking de películas más vistas en Argentina a través de la plataforma digital.

La historia, que todo el mundo en Argentina, Chile y especialmente Uruguay conoce, sucedió en la vida real.

El guión está basado en un libro del periodista uruguayo Pablo Vierci, que a su vez se inspiró en un documental de Gonzalo Arijón sobre el accidente en vuelo de un avión con destino a Santiago de Chile que transportaba, entre otros pasajeros, a los jugadores de un equipo de rugby de Uruguay.

El avión, que partió de Montevideo el 13 de octubre de 1972, se estrelló en la cordillera de los Andes, entre Argentina y Chile, debido a un error del piloto, que había iniciado el descenso demasiado pronto.

Diez días después del accidente, la búsqueda fue interrumpida. Y la noticia les llegó a los sobrevivientes, gracias a una pequeña radio con antena que se salvó del accidente y se reparó como se pudo.

Un poco como leer tu propio aviso necrológico o asistir a tu propio funeral. Esas realidades irrepresentables que adquieren la estructura de una función como dice el psicoanalista Jacques Lacan, particularmente querido en Argentina.

Los sobrevivientes permanecieron aislados, a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar, durante 72 días, hasta que el deshielo del verano austral permitió a dos de ellos recorrer la distancia que los separaba de Chile y pedir ayuda, escalando un pico de 4.650 metros sin elequipo adecuado.

En total, sólo 16 personas regresaron con vida de los Andes.

Los actores perdieron peso durante el rodaje de la película, porque fueron sometidos a una dieta muy estricta. El excelente maquillaje y la fotografía, centrada en luces vívidas y fuertes contrastes, hicieron el resto del trabajo.

Comparada con la película anterior, Alive/Survivors (1993) -con Ethan Hawke y John Malkovich-, La sociedad de la nieve investiga los aspectos psicológicos que permiten a un grupo de personas desesperadas en medio del hielo de los Andes sobrevivir durante tres meses al hambre, el frío, las infecciones, e incluso de una avalancha, gracias a un pacto de solidaridad que nadie deja de cumplir.

A las pocas horas del accidente se organiza una pequeña sociedad, de ahí el título de la película, donde cada uno da lo mejor de lo que sabe hacer y lo hace sin esperar a que otros se lo ordenen.

Dos estudiantes de medicina atienden a los compañeros heridos y más debilitados. Los jugadores de rugby (todos chicos de entre 20 y 25 años) en mejor condición física salen a explorar el lugar y, al final, cruzarán la cordillera en busca de ayuda.

Cada uno consigue no ceder al egoísmo y a la desesperación, animándose unos a otros, sabiendo que romper ese equilibrio perfecto (una organización que habría dado envidia a Campanella, a Tomás Moro y a los teóricos utópicos) habría permitido al "lobo" de Hobbes arrojar el pequeña comunidad al caos.

Todo contado a través de la voz de Numa Turcatti, interpretado por el uruguayo Enzo Vogrincic, que acabó en ese avión por casualidad, ya que ni siquiera jugaba al rugby. Había aceptado irse para acompañar a sus amigos. Se convierte en el líder moral del grupo.

Incluso la dramática decisión de alimentarse de los cadáveres de sus camaradas muertos no conduce al embrutecimiento.

Los encargados de desmembrar los cuerpos y distribuir los trozos de carne trabajan a escondidas, mezclando los bocados para que nadie sepa a quién se estaba comiendo realmente.

Todo adquiere los contornos de lo sagrado. Comer carne humana se transforma así en un rito eucarístico, en el que tratar de mantenerse con vida no es sólo un derecho, sino también un deber hacia los compañeros, sabiendo que nadie se habría salvado solo.

Después de ver la película viene a la mente una reflexión: si esto hubiera sucedido hoy, en lugar de hace 50 años, la supervivencia probablemente habría sido aún más difícil, porque nadie, y menos aún los jóvenes de clase social alta, es capaz de reparar cualquier cosa con alambre un pinza y un destornillador.

Son las tecnologías actuales, los materiales, el propio funcionamiento de las cosas lo que no lo permiten, así como la falta de hábitos de bricolaje. Los coches pequeños de los años 70 se podían arrancar sin llaves conectando dos cables, hoy en día si se acaba la batería ya no se puede abrir ni una puerta.

Y entonces, tal vez, la tan enfatizada transición digital como única solución infalible a los problemas ambientales corre el riesgo de convertirse en otro "falso mesías" de la secularización.

Quizás, en este plano roto que es el planeta Tierra, el camino a seguir sea cuidar las cosas (como las personas, las relaciones, nuestro cuerpo, el mundo natural). Evita desgastarlos demasiado rápido, haz que duren el mayor tiempo posible y, si se rompen, intenta arreglarlos.

Es otra lección, quizás la más profunda, de esta trágica y hermosa historia.