MONTEVIDEO - “Estaba con mi familia, y en cierto sentido viví todo como una aventura”. Con estas palabras la pintora Linda Olivetti Kohen describe el viaje que en 1939 la llevó a ella y a sus padres desde Milán a Buenos Aires y, al año siguiente, a Montevideo, donde aún reside.  

Nacida el 28 de octubre de 1924, Linda celebró este año un siglo de vida, en gran medida dedicada al arte, lo que la llevó a exponer sus pinturas en todo el mundo. La última exposición fue este año, en la sexagésima Exposición Universal de Arte de la Bienal de Venecia. 

Para Linda y su familia la decisión de abandonar Italia no fue una elección fácil ni voluntaria. Estuvo vinculada a las leyes raciales del fascismo y las persecuciones antisemitas.  

“Somos judíos. Por suerte nos fuimos en el ‘39”, afirma. Pero reitera su vínculo afectivo con su ciudad natal: “En Milán vivíamos una vida plena, éramos felices de ser ciudadanos milaneses, milaneses. Aunque en mi casa se hablaba piamontés, porque mi padre era de Casale Monferrato”.

Todavía recuerda con un dejo de nostalgia la vida de aquellos años y los fines de semana en familia: “Siempre estábamos organizando algo. Visitamos iglesias y ciudades cercanas pero también no cercanas, incluso hicimos algunos viajes al sur... Italia es tan hermosa”.

El viaje para llegar desde Europa al Río de la Plata, en aquella época, era largo y complicado. La travesía oceánica fue realizada en el barco Augustus, un gran transatlántico capaz de transportar a más de 1.500 pasajeros.  

“Recuerdo que le propusieron a mi padre interpretar al Rey Neptuno en el Festival del Ecuador, celebración que se realizaba en el momento del paso al hemisferio sur –dice–. Pero estábamos en contra porque en un momento tan angustioso no parecía apropiado y por eso desistió”. 

Guido Olivetti era un ingeniero apasionado por la pintura y el dibujo y había elegido inicialmente Argentina porque, por motivos laborales, había tenido contacto frecuente con ese país. “Allí teníamos buenos amigos y los amigos son una gran ventaja”, reflexiona Linda.  

Sin embargo, tras una corta estancia en Buenos Aires, la familia se mudó a Montevideo, donde el padre, que era “quien tomaba las decisiones importantes en casa”, encontró trabajo. 

Aquí Linda encontró una comunidad acogedora. “Me refiero a la sociedad uruguaya en general, no solo a la italiana”, subraya, mencionando también la cercanía a la comunidad judía. “Yo era pequeña, pero todavía recuerdo que teníamos contacto, sobre todo durante las fiestas tradicionales”, explica. 

A lo largo de todo este recorrido, el arte ha sido una pasión constante. Fue trasmitida por su padre con iba a visitar exposiciones y museos en Italia de pequeña. Linda recuerda especialmente su amor por los pintores del siglo XIX. 

“Gracias a él conocí inmediatamente el mundo artístico, desde las obras hasta el ambiente –explica–. Gracias a él también tuve mis primeros contactos con varias personas del sector, me ayudó mucho”.

Otra persona que recuerda con cariño fue el Dr. Ricardo Rimini: “Nos ayudó a mantener el contacto con las instituciones italianas, además de ser nuestro médico". Considerado un pionero de la fisiología abdominal, él también huyó de la persecución del régimen fascista y más tarde se convirtió en atleta olímpico de esgrima para Uruguay en los Juegos de Helsinki en 1952. 

En 1946 Linda se casó con Rafael Kohen, cuyo apellido adoptó. De todos modos, a pesar de su nueva vida en Uruguay, su familia y luego sus hijos, siempre mantuvo un vínculo profundo con Italia.  

“Volví muchas veces. No hay duda de que ser italiana marcó gran parte de mi persona”, confiesa, explicando que la lengua y la cultura del Bel Paese siguen siendo vitales en su casa, donde se habla y se lee mucho en italiano.

Entre 1979 y 1986 Linda y Rafael vivieron en Sao Paulo, Brasil, para escapar del clima tenso de la dictadura uruguaya.  

Esos años fueron muy prolíficos para la pintora, que también pudo exponer sus obras y ampliar su red de contactos, por ejemplo con el director del Museo de Arte de São Paulo, Pietro Maria Bardi (1900-1999), cerca del cual vivía.   

Sin embargo, regresaron a Montevideo tan pronto como regresó la democracia porque en ese entonces habían logrado sentirse como en casa en ese lugar. “Prácticamente de inmediato nos volvimos todos muy uruguayos –admite–. Especialmente mi padre que estaba muy agradecido con el país por habernos acogido tan generosamente”.

El 30 de octubre de 2023, Linda recibió de manos del presidente Sergio Mattarella el honor de Caballero de la Orden al Mérito de la República, un reconocimiento que la conmovió profundamente. “Fue muy lindo. Aunque pensé que hubiera sido aún mejor para mi padre. Lo expulsaron de Italia porque era judío”, reflexiona.  

En estos cien años, Linda ha visto cambiar el mundo, pero ella también ha cambiado con el mundo. “Entendí que todo sucede poco a poco y uno se adapta –concluye, con la sabiduría de quien las ha visto todas–. Todos somos parte de este mundo y de sus cambios”.