En 2013, el vino fue declarado bebida nacional de Argentina y su día se celebra cada 24 de noviembre.
Para promocionar y rendirle homenaje al vino argentino se realizan numerosos eventos en todo el país entre fines de noviembre y principios de diciembre.
Desde hace años que el Malbec producido en la provincia de Mendoza es considerado el mejor de su tipo en el mundo. Pero la producción de vino argentino no se limita sólo a esa variedad ni a esa provincia.
En los últimos años, se plantaron viñas a lo largo y ancho del país, desde Jujuy hasta la Patagonia y desde la cordillera de los Andes hasta el océano Atlántico, y se está comenzando a experimentar con todo tipo de uvas.
Entre las empresas fundamentales de esta tradición vitivinícola, reinan las de origen italiano.
Nicola Catena, visionario productor de Malbec y fundador del sello Catena Zapata
Nicola Catena llegó a Argentina en 1898 en busca de oportunidades y decidió radicarse en Mendoza, donde plantó el primer viñedo de Malbec en 1902.
Hasta ese momento, el Malbec sólo se utilizaba para corte de vinos tipo Burdeos, pero Nicola se dio cuenta de que las condiciones ambientales de los Andes (clima seco y amplitud térmica) podían concentrar los taninos y sustancias aromáticas de las uvas, realzando sus características.
Un siglo después, su intuición resultó ser correcta y ahora el Malbec argentino es apreciado en todo el mundo.
Alberto Zuccardi, el ingeniero que empezó desde el riego
La familia Zuccardi, originaria de Avellino, llegó a Mendoza a principios del siglo XX.
En la década de 1950, el ingeniero Alberto comenzó a construir sistemas de riego para los viñedos de la zona y decidió comprar un pequeño terreno para probar sus prototipos.
La enología se convirtió rápidamente en una gran pasión tanto para Alberto como para su esposa Emma. Tanto es así que fundaron su propio sello, Familia Zuccardi.
Hoy su viñedo es considerado el mejor del mundo por muchos expertos y publicaciones internacionales.
Filippo Rutini, el noble agrónomo que apuntaba a los buenos vinos.
Durante el Risorgimento, el noble italiano Filippo Rutini abandonó Le Marche en busca de un futuro diferente en el Nuevo Continente, aprovechando las enseñanzas que había adquirido en la Real Escuela de Agricultura de Ascoli Piceno, donde se graduó como técnico agrícola.
En 1925 fue de los primeros en plantar uvas en el Valle de Uco (Mendoza) para producir vinos finos, intuición de la que nació la emblemática etiqueta San Felipe, que se convirtió en un clásico de los restaurantes argentinos.
Giuseppe Edoardo Crotta, padre de la tradición porteña de pizza y moscato
A los catorce años, Giuseppe llegó solo a Buenos Aires desde Crotta D'Adda (Cremona), en Lombardía, y se instaló en Mendoza. En los años 30, junto con su esposa austriaca Wilhelmina Ritz, comenzaron a producir vino de mesa y eligieron cultivar una uva italiana, la moscatel.
Apuntando al mercado popular, Crotta tuvo la idea de vender su vino moscato a pizzerías de Buenos Aires para ofrecerlo con porciones de pizza y logró cosechar gran éxito.
Así nació la costumbre popular de beber moscato en las antiguas pizzerías de la ciudad.
Dante Robino, dueño de un restaurante donde se brindaba más de que lo se comía
Originario de Canelli (Asti) -localidad piamontesa famosa por la producción de vinos espumosos- Dante llevaba el vino en la sangre, pero al llegar a Buenos Aires se dedicó inicialmente a la restauración.
En 1910 abrió el restaurante L'angolo del Novecento y decidió elaborar su propio vino. Para eso hacía traer desde Mendoza los barriles de 200 litros que embotellaba en la bodega del restaurante, con la etiqueta Vino del Novecento.
La descarga de los grandes barriles en el centro de Buenos Aires pronto se convirtió en un acontecimiento muy esperado por los clientes del restaurante.
La fama del restaurante creció y Dante decidió cultivar un viñedo para abastecerse de vino, pero pronto las ventas de las botellas superaron con creces la recaudación del restaurante.
Decidió dedicarse principalmente a la elaboración de vinos espumosos de variedades italianas como Gamba di Pernice y Nebbiolo.
Hoy Novecento sigue siendo una de las marcas de vinos espumosos más difundidas en Argentina.
Pasquale Toso, socio de Giovanni Giol y Battista Gargantini, creadores del "vino de los trabajadores".
A finales del siglo XIX, el piamontés Pasquale Toso se asoció con dos jóvenes albañiles, Battista Gargantini, un suizo-italiano del cantón de Uri, y Giovanni Giol, un italiano de Udine.
Juntos fundaron “La collina d’oro”, en honor a la región vitivinícola suiza, y produjeron la etiqueta “Cabeza de toro” inspirada en la bandera del Cantón de Uri.
Querían ofrecer un buen vino a un precio accesible “hecho por trabajadores para los trabajadores”, que pronto se convirtió en el más popular en las bodegas de todo el país.
Hoy en día, la marca Toro sigue siendo el vino de mesa más barato y popular en Argentina y también se exporta al exterior, donde se vende como vino de gama media.
Noemi Marone Cinzano, condesa italiana enamorada de la Patagonia
La condesa italiana de la familia Cinzano siempre fue una enóloga apasionada y produjo con éxito excelentes vinos en todo el mundo.
En Argentina hizo su primera incursión en la producción local con un viñedo de Malbec en Mendoza, pero descubrió la Patagonia y se enamoró tanto de ella que decidió plantar un viñedo en medio de la nada.
En 2001 fundó el viñedo Noemia en el Valle Azul de Río Negro, un lugar muy árido entre cornisas rocosas, del que nace un vino muy particular.
Hoy la marca sigue en manos de la familia de socios holandeses y la condesa se dedica únicamente a sus proyectos en Europa.
Graffigna, un apellido que es sinónimo de progreso en San Juan
El primer miembro de la familia Graffigna en llegar a San Juan fue Giuseppe, en 1862.
Logró comprar un terreno para plantar uvas y en ese momento su hermano Giovanni decidió unirse a él, trayendo consigo las especies para plantar, en su mayoría variedades de uva italiana.
La empresa se expandió y su sobrino Giacomo, que abandonó Italia con sólo 12 años, también fue llamado para trabajar con ellos.
Con la llegada del ferrocarril, el vino de la familia Graffigna se vendió en toda Argentina y Giacomo creó la marca Colón , en honor al barco que lo había traído a Argentina.
Envió a su hijo Giovanni a Italia para estudiar en la Escuela Enológica de Alba y a su regreso aplicó todos los conocimientos tradicionales e innovadores que había aprendido, creando así una planta vitivinícola que fue la más moderna del mundo.
A través de la implementación de nuevas técnicas, consiguieron aumentar la producción y elaborar nuevos tipos de vino, incluidos los de los vermuts Cinzano.
Una vía especial conectaba la fábrica directamente con los ferrocarriles nacionales.
Con el correr de los años los Graffigna llevaron a San Juan el primer canal de transmisión radial al que llamaron Radio Colón. Tanto la marca de vino como la radio siguen siendo elementos representativos de esa provincia y su marca premium Graffigna fue premiada a nivel internacional.
Antonio Florio, productor de Marsala argentino.
Bodegas Florio fue fundada en 1912 por Antonio Florio, un inmigrante del Lacio que decidió radicarse en Mendoza para dedicarse a la producción de vino.
Decidió cultivar uvas italianas para crear vinos refinados y por eso se dedicó a la producción de vinos espumosos y vino Marsala.
Hoy en día, la empresa sigue siendo el principal productor de Marsala en Argentina y abastece el 90% de la producción local de helado de zabaione con el tradicional licor italiano.
Hugo Furfaro, el ítalo-argentino con un pie en cada orilla
La identidad de Hugo siempre se conjugó entre diferentes culturas. Nació en Argentina, tiene hermanos de Turín, un padre calabrés y una madre toscana.
La familia se instaló en Buenos Aires en 1948, pero luego Hugo regresó a Italia, donde abrió una pizzería que combinaba los estilos italiano y argentino. Sin embargo, periódicamente regresa al Valle de Calamuchita, en la provincia de Córdoba, donde desde 2012 lleva adelante un viñedo junto a su hermano Jorge y su sobrino Gustavo.
Llevó su Malbec Riserva a Italia -que según él es similar al Nebbiolo piamontés-, aceptado con éxito por los consumidores italianos.
La familia Furfaro ve un gran potencial en las sierras cordobesas, que comparten características con la Toscana, y pretende introducir la variedad Sangiovese en sus próximas producciones.