USHUAIA (TIERRA DEL FUEGO) – Pasaron 75 años desde aquel 28 de octubre de 1948, cuando un grupo de 618 italianos (entre ellos 113 mujeres) llegaron desde el puerto de Génova a Ushuaia. La ciudad más austral de la Tierra, la ciudad del fin del mundo.

Un año después llegaron otras 518 personas: esta vez eran 275 mujeres, principalmente por reunificación familiar.

La mayoría de ellos procedían de Udine y Bolonia, pero casi todas las provincias italianas estaban representadas.

¿Por qué se mudaron a la ciudad argentina de Tierra del Fuego?

Ushuaia nació como una colonia penal, con una prisión para presos peligrosos diseñada como un panóptico, un tipo de arquitectura concebida a finales del siglo XVIII donde un solo guardia podía, desde su posición, observar cualquier punto de la prisión sin que los reclusos se dieran cuenta hacia dónde estaba mirando.

A mediados del siglo XX la ciudad tenía sólo 2.100 habitantes y necesitaba nueva fuerza de trabajo. Los inmigrantes italianos formaban parte de un proyecto de población, denominado expedición Borsari, por el nombre de su promotor, Carlo Borsari, un empresario de Bolonia.

Fue el último proyecto organizado de inmigración italiana en Argentina, el único después de la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, unos meses antes, los gobiernos italiano y argentino habían firmado un acuerdo que facilitaba la inmigración de cooperativas enteras al país sudamericano y el establecimiento de empresas extranjeras acompañadas de trabajadores especializados.

La iniciativa formó parte de una serie de políticas de desarrollo impulsadas por el presidente Juan Domingo Perón.

El país aún tenía que industrializarse y la forma más rápida de mejorar el consumo sin aumentar las importaciones era fomentar el establecimiento de empresas extranjeras. En 1949, casi 90 empresas italianas abrieron una oficina en la Argentina, generando un total de 24 mil puestos de trabajo.

El acuerdo de la expedición Borsari preveía que la empresa también realizaría obras e infraestructuras en el extremo sur del país: calles, una central eléctrica, escuelas, un hospital, fábricas.

En Italia, la selección de la mano de obra se realizó en función de las cualificaciones: eran principalmente de trabajadores del sector de la construcción.

El contrato de trabajo, estipulado con la empresa Borsari, vinculaba a los trabajadores por dos años: transcurrido ese tiempo podían regresar a Italia o trasladarse a otras zonas de Argentina. Sin embargo, muchos se fueron antes, debido a las difíciles condiciones laborales y el clima hostil o al empeoramiento de las condiciones económicas resultantes de la devaluación del peso a principios de 1950.

Algunas personas sospechan que la expedición Borsari sirvió para cubrir la fuga de algunos jerarcas nazis de menor rango, pero la hipótesis no está confirmada y parece bastante inconsistente.

Una cosa es cierta, sin embargo. El acuerdo preveía la exclusión de personas pertenecientes al partido comunista (la información se recolectaba a través de la red de parroquias), por el que el presidente Perón sentía total aversión.

Todos los grandes logros en materia de derechos de los trabajadores ocurridos durante su gobierno tenían que ver, en realidad, con el deseo de evitar conflictos sociales que hubieran favorecido la difusión de la ideología marxista en Argentina.