TANDIL (BUENOS AIRES) – Evangelina Sammaroni y Susana Suffredini son dos profesoras de historia que viven en Tandil (a 360 kilómetros al sur de la capital).

Además de ser amigas, comparten sus orígenes italianos y la pasión por la historia oral. Los recuerdos de quienes fueron parte de esa historia, siempre relatados a viva voz.

Por eso, decidieron darle vida al proyecto Raíces Tanas (“tano” era el apodo que recibían los inmigrantes italianos, porque según los argentinos todos se llamaban Gaetano-Tano), para que no quede disperso patrimonio inmaterial de recuerdos, testimonios, recetas y dichos.

Tandil es uno de los lugares simbólicos de la inmigración italiana en Argentina (tanto es así que la comunidad tiene su propia sección, lamentablemente hoy en ruinas, en el cementerio municipal).

Los inmigrantes, que llegaron a finales de la década de 1860, llegaron a construir su propio barrio, Villa Italia, que hoy tiene 108 años y más de veinte mil habitantes (en una ciudad de unos cien mil habitantes).

En Villa Italia conviven descendientes de familias que llegaron al lugar hace un siglo, nuevos inmigrantes y de problemas de tráfico ligados a la explosión inmobiliaria y comercial de los últimos años.

Pero en Tandil la italianidad es omnipresente y transversal.

“Hay personas que llegaron en barco, y que hoy tienen 90 años pero recuerdan todo perfectamente”, dice Evangelina. La infancia, los años de la guerra, el viaje, la adaptación a la nueva vida.

“Además, tenemos un gran grupo perteneciente a la primera generación de ítalo-argentinos nacidos acá, que recuerdan las costumbres de sus abuelos y padres, su forma de hablar, las recetas de las fiestas”, agrega Susanna.

Todo empezó en 2022, cuando las dos historiadoras comenzaron a subir a una página de Facebook e Instagram publicaciones sobre la herencia italiana de Tandil, con fotos de antiguos comercios conocidos de la ciudad. A partir de eso, entre una foto y otra, nació la idea de sistematizar la iniciativa y crear un archivo de historia oral, con relatos familiares.

“Gracias al boca en boca, la iniciativa circuló en la comunidad italiana y mucha gente se ofreció a contar su historia o la de sus padres”, cuenta Susana.

Actualmente hay 75 entrevistados de los cuales 17 son italianos nativos. Tanto es así que este año, anticipan con orgullo las responsables del proyecto, sus historias y fotografías se publicarán en un libro.

 

“Las fuentes –explica Evangelina– son los relatos orales recopilados por nuestros entrevistados, en un español intercalado con palabras italianas o dialectales. Pero también los periódicos de la época, que aportan el contexto. Y fotografías familiares, que muchas veces muestran a un Tandil que ya no existe". 

En la mayoría de las familias, el padre era el primero en dejar Italia. “Se instalaba, porque en Tandil había mucho trabajo –cuenta Susana– y en un año lograba construir una casita propia. En ese momento mandaba a llamar a su esposa e hijos".

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

Uno de los testimonios en una publicación de Instagram

Entre las historias más interesantes, la de un hermano y una hermana: él optó por renunciar a su ciudadanía italiana para adoptar la argentina (en ese momento no era posible mantener ambas), y ella se convirtió en representante de la comunidad italiana, siempre en primera fila, con la bandera italiana, en las manifestaciones.

“Y sin embargo, esta señora nunca quiso volver a Italia –dice Susana– por miedo quedarse varada por cualquier motivo y no poder regresar a Argentina, donde todavía tenía su vida y su red de seres queridos”. 

Una muestra de que los proyectos migratorios, incluso cuando tienen éxito, traen consigo ambivalencias y contradicciones, relativas al desarraigo y a la conciencia de no pertenecer a ningún lugar y de pertenecer, al mismo tiempo, a ambos.