BUENOS AIRES – Una despedida que se parece más a un hasta pronto que a un adiós. Fabrizio Lucentini, embajador de Italia, deja la Argentina después de 4 años de misión. Y el Círculo Italiano organizó una cena en su honor, a cargo del chef Luigi Iavarone.

“Cuando llegué no conocía la Argentina –recuerda Lucentini–. No sabía nada del país, absolutamente nada. Y lo que me sorprendió desde el primer día fue que acá me sentí en casa. De verdad, desde el primer día. La primera vez que salí de la residencia a pasear con el perro, me pareció estar en casa, en Roma”.

Una sensación, dice, que “me acompañó durante los cuatro años: la idea de no ser un extranjero”. Lucentini compara esta experiencia con lo que vivió “en otros países europeos, por ejemplo Francia, donde nunca me sentí tan cómodo. Y quien conoce tanto Italia como Francia puede entenderlo fácilmente”.

Lucentini habla de manera espontánea. No se trata de un discurso protocolar, sino de la expresión de un afecto sincero por el país, sus habitantes y la colectividad italiana.

¿El recuerdo más lindo? Difícil de elegir: “Recorrí la Argentina en moto. Cada lugar tiene su belleza, su particularidad. Pero debo decir que cuando entré en dos ruedas a Ushuaia, ese fue un gran momento”.

“Siempre pensé que era imposible sentirse parte al mismo tiempo de Italia, mi país de origen, y de la Argentina, mi país de elección –dice–. Me parecía inconcebible pertenecer, en el espíritu, a ambos. Después de cuatro años, entendí que sí se puede. No reniego de mi patria: soy italiano y me honra haber podido servir como embajador. Pero también tengo una segunda casa, que es la Argentina. Sé que voy a volver muy pronto. Y voy a volver con alegría”.

Luego recuerda el trabajo realizado. “En estos cuatro años pasaron muchas cosas, algunas difíciles, otras muy positivas”, afirma, enumerando la visita del canciller Antonio Tajani y de la primera ministra Giorgia Meloni, la primera en ocho años (desde la época de Matteo Renzi y Mauricio Macri). En junio, la firma de un acuerdo bilateral, tras la visita del presidente Javier Milei a Roma.

“Todavía queda mucho por hacer, y esa será la tarea de mi sucesor, que seguramente contará con su apoyo para continuar este trabajo”, señala.

Sus palabras apuntan también a “un proyecto que apoyé desde el inicio con convicción: el Museo de la Inmigración Italiana”, afirma, aprovechando la presencia del presidente del Cómites, Darío Signorini, que impulsó la iniciativa. “Hemos avanzado mucho”, agrega, aludiendo a la concesión por treinta años del terreno por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

“Me hubiera gustado inaugurar la primera parte del museo, probablemente no lleguemos a tiempo –confiesa–. Pero lo dejo como herencia, no personal, sino colectiva. Por eso, si quieren manifestar de algún modo gratitud por el trabajo realizado por la Embajada de Italia en Argentina, les pido que lo hagan apoyando el proyecto del museo”.