BUENOS AIRES ¿Cuándo comenzó la influencia del Made in Italy en la moda argentina?

Esa es una de las preguntas que intentó responder el encuentro organizado por el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires y la editorial Ampersand con motivo del primer Día Nacional del Made in Italy, instituido el 15 de abril, el mismo día del nacimiento de Leonardo. da Vinci, genio italiano por excelencia. Todo con el apoyo de la Agencia Italiana de Comercio Exterior (ICE).

La investigadora Marisa Baldassarre conversó con el periodista Fernando Gómez Dossena (director de la edición argentina de Marie Claire) acerca de su libro Bien vestidos. Una historia visual de la moda en Buenos Aires (1870-1914), publicada por Ampersand en 2021.

Hablar de Made in Italy durante los años estudiados en la investigación sería algo forzado. Es cierto, sin embargo, que en la industria de la sastrería y la confección se empleaba principalmente a inmigrantes, muchos de ellos italianos. Sastres y costureras, pero también modistas.

“Lo llamaban gremio de la aguja –dice Marisa–. La organización del trabajo estaba fragmentada, todos sabían realizar una sola tarea, como coser un botón, y nunca hubieran podido realizar todo el trabajo solos”.

Y si los sastres eran estimados, respetados y ganaban bien, no se podía decir lo mismo de los trabajadores de rango inferior, que trabajaban muchas horas al día a cambio de salarios de hambre.

“No existía en aquella época una verdadera moda argentina y las clases medias altas miraban como modelo a las grandes capitales europeas –dice Baldassarre–. Entonces empezó esa suerte de furor argentino por los productos importados de Europa”. Las prendas traídas, como las llamaban. Era tal la fascinación que ejercía todo lo que provenía de Italia, que los carteles y etiquetas de sastres y comercios ostentaban nombres y referencias italianas.

Los antiguos carteles e insignias encontrados por Baldassarre en su obra.

¿Y hoy? El encanto de Italia perdura y se ha extendido a todo el diseño, no sólo a la ropa. Además, los clientes están cada vez más segmentados y aprecian, además de las habituales marcas famosas, otras menos “ruidosas” en la comunicación, pero de altísima calidad, como Loro Piana y Scervino.

En la era de la globalización, sin embargo, surge el problema de qué tan “italiano” es el Made in Italy, ya que hoy las grandes casas de moda son casi todas holdings financieros, cuyo capital está en manos de fondos extranjeros.

Sin embargo, a pesar de estas contradicciones, persiste el concepto de que la industria italiana, para ser competitiva, debe apuntar a la calidad del producto y la innovación, y no a precios bajos, consecuencia de un trabajo mal remunerado o de la mala calidad de los materiales. Ya no estamos en la Buenos Aires de principios del siglo XX y para los clientes ya no basta con estar bien vestido.