BOLONIA – Los que se quedaron con gusto a poco fueron los boloñeses. Los vecinos del cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de esta ciudad de Emilia-Romaña, que hasta ayer era visto como el más “papable” del Cónclave.

“Don Matteo” (al fin y al cabo, también Bergoglio, cuando era obispo de Buenos Aires, se presentaba simplemente como “Padre Jorge”) era considerado por muchos como el sucesor ideal de Francisco: defensor de una Iglesia pobre, del lado de los más relegados. Incluso más progresista que su antecesor en temas como el rol de la mujer y la inclusión de las parejas homosexuales dentro de la comunidad eclesial.

“Por un lado, mejor así: significa que se queda con nosotros, al frente de la comunidad boloñesa”, dice Paola Ziccone, exdirectora del Instituto de Menores de Bolonia y actual funcionaria del Centro de Justicia Juvenil del Ministerio de Justicia.

Con Matteo Zuppi escribió el libro Hacia Nínive: conversaciones sobre pena, esperanza y justicia restaurativa (Rubettino). Publicado en 2021, recoge las reflexiones de ambos autores sobre el papel posible de la justicia restaurativa, un proceso voluntario en el que víctima y autor de un delito se encuentran y piensan juntos posibles acciones para mitigar el daño causado. Puede tratarse de un robo adolescente o incluso de un crimen grave: como el caso de Agnese Moro, hija de Aldo, quien se encontró y transitó un camino compartido con una de las brigadistas que había participado en el secuestro (y posterior asesinato) de su padre en 1978.

“El encuentro con Zuppi fue con un hombre extraordinario por su profundidad espiritual y su capacidad de ser simple y cercano a todos –dice Ziccone–. Lo busqué yo para el proyecto del libro, y fue muy fácil concretar una reunión. Dialogar con él fue un regalo enorme. Hablamos, desde una perspectiva espiritual y jurídica-social, de temas como la verdad, la libertad, el perdón, el castigo, la mentira…”.

Paola reconoce en él una referencia espiritual y humana. “Tiene una capacidad enorme para dialogar con todo el mundo, de verdad –explica–. Es una persona con humor, simpática, sonriente, serena. Tiene una mirada política muy refinada, entendida como el cuidado de la polis, o sea, la preocupación por cada integrante de la comunidad”.

Como Francisco, Zuppi siempre mostró una atención especial por el mundo carcelario. “Muchas veces fue a la cárcel, lo vi compartir tiempo con los chicos del instituto de menores donde yo trabajaba y también con los agentes penitenciarios, siempre con la misma cercanía –cuenta Paola–. Tiene una manera muy clara, simple y afectuosa de relacionarse”.

El eje del libro, para ambos autores, es la confianza en la capacidad de cambiar, asumiendo la responsabilidad por el mal causado, desde una mirada cristiana: sentirse amado tal como uno es, incluso con los errores, y poder recibir la misma ternura y misericordia de Dios en los momentos más difíciles, como el encierro.

“Profundizamos temas que también son muy importantes para Francisco, como la misericordia y el perdón, que forman parte del mensaje evangélico –relata–. Zuppi conocía la justicia restaurativa también desde lo jurídico. Él mismo es un gran mediador en conflictos. Y odia la palabra 'buenismo', que está a años luz de la mansedumbre y la capacidad real de construir paz”.

Otro punto en común entre Don Matteo y Jorge Bergoglio es la búsqueda de quienes viven en las periferias existenciales, los descartados. Ya sean ancianos, enfermos, pobres, personas con discapacidad, presos… En sintonía con la encíclica Fratelli tutti de Francisco, Zuppi celebra la misa de Nochebuena en la estación central, hace comenzar el Vía Crucis del Viernes Santo desde un hospital, y arranca la peregrinación de la Virgen de San Luca (muy querida incluso por los boloñeses no creyentes) desde la cárcel.

Sobre una cosa Paola Ziccone no tiene dudas: “Sea como papa o como cardenal, monseñor Zuppi va a mantener vivo el mensaje de Francisco –afirma–. Tenerlo todavía con nosotros es una gran oportunidad para quienes vivimos en Bolonia, porque sabe influir en la vida de una ciudad que está muerta en cuanto a solidaridad. Y lo vamos a seguir viendo, incansable como siempre, recorriendo cada rincón de la diócesis, hasta el último pueblito perdido del Apenino”.