MAR DEL PLATA (BUENOS AIRES) – Dirigir una institución cultural requiere pasión y una visión capaz de innovar, sin descuidar la historia y la tradición.
Como explica Marcelo Liberati, el joven presidente de la Sociedad Dante Alighieri de Mar del Plata, “el italiano no puede vivir sólo en las raíces, en la memoria del pasado. Debe continuar en las nuevas generaciones".
En 2020 la asociación cultural recuperó el edificio del ex Club Italiano de Mar Del Plata, y lo transformó en un espacio que ofrece actividades para un público heterogéneo. “Muchas personas mayores de setenta años se acercan a nosotros para socializar y mantenerse activos. Pero también hay muchos jóvenes que quieren aprender italiano por diversos motivos relacionados con su profesión, con la idea de ir a Italia o su origen familiar. Ellos también encuentran un entorno en el que es posible encontrarse con compañeros con intereses similares”.
Para Liberati, la cultura italiana tiene mucho que ofrecer, y en la Dante están decididos a potenciar el idioma a través de la música, la moda, la gastronomía y, especialmente en este año dedicado a los orígenes, el turismo.
“A veces es difícil tener en cuenta los intereses de un grupo de personas tan diferente –admite– pero intentamos acomodarnos a todos”.
Además de cursos de idiomas y exámenes para certificaciones PLIDA de todos los niveles, la academia ofrece cursos intensivos para viajeros, sesiones de conversación en italiano, cursos de vocabulario técnico para trabajar en Italia, talleres de perfeccionamiento del idioma y seminarios cortos para turistas que se alojan en la ciudad durante las vacaciones de verano.
La gran biblioteca dispone de una variada selección de libros en italiano a disposición de los socios. Gracias a eso organizan el Circolo di lettori.
“Seguimos refaccionando la sede y proponiendo nuevos proyectos para permanecer cerca de la comunidad italiana –explica Marcelo–. Lo hacemos porque nos apasiona”.
Como les ocurre a muchos miembros del consejo de administración de la Dante, el papel de presidente de la institución no es la tarea principal de Liberati, licenciado en administración de empresas. Dirige la empresa familiar, particularmente ligada al legado cultural de la inmigración italiana, en la ciudad de Mar del Plata.
Su abuelo Vincenzo (rebautizado Vicente al llegar a la Argentina) era un campesino de las colinas de Trevi, en la provincia de Perugia. Cuando llegó a Mar del Plata, en 1951, encontró trabajo en la industria textil de la ciudad, ya famosa por la calidad de sus productos de punto.

A la izquierda, de blanco, Vincenzo Liberati, con una de las primeras máquinas Tessuti Liberati.
La industria del suéter nació en la década del cincuenta, con la inmigración italiana, que encontró en esta profesión una posibilidad de crecimiento económico y social para sus familias.
Vincenzo inicialmente trabajó en las fábricas de otros lugareños y luego fundó su propio negocio. Su sobrino Marcelo aún mantiene el contrato de comodato de la primera máquina.

El contrato de comodato y uno de los coches viejos del nonno Vincenzo.
Después de Vincenzo, la empresa pasó a manos de su padre Orlando, quien nunca olvidó ni negó sus orígenes y transmitió la lengua y el interés por la cultura italiana a sus hijos. Por este motivo visitaba con la mayor frecuencia posible el lugar de origen de su padre en Italia.

Los Liberati visitan Trevi: desde la izquierda Marcelo, Orlando y Franco.
Luego de su muerte, Marcelo y su hermano Franco continúan el negocio familiar, con el apoyo de su madre María De Los Ángeles, que lleva años involucrada en todo el proceso de diseño y producción, y es experta en moda sostenible.
Bajo el liderazgo de la nueva generación, Tejidos Liberati ha dejado de fabricar en masa para producir en pequeños lotes, priorizando la variedad y centrándose en la calidad de sus productos.
Porque el secreto de la continuidad es estar al día y, siempre que sea posible, saber satisfacer los gustos de todos.