Ayer fue martedì grosso, el último día de Carnaval. Y como en las familias italianas cada celebración tiene un postre en particular, no podía no ser así en el caso de la fiesta más desenfrenada del año.
Los postres de carnaval son, por excelencia, las chiacchiere. Y en este punto es necesario realizar una aclaración.
La receta es (casi) la misma en todas partes, pero el nombre varía según la ciudad: chiacchiere en Milán, Nápoles, Sicilia, bugie en Piamonte y Liguria, crostoli en Véneto y Friuli, grostoi en Trentino-Alto Adigio, sfrappole en Bolonia, cenci en Toscana, frappe en Lacio y Las Marcas, maraviglias en Cerdeña... Y es posible que existan aún más formas de llamarlos en los diferentes dialectos.
Por eso, no es de extrañar que el postre también se haya extendido a Argentina y todas las asociaciones regionales estén convencidas de ser las guardianas del nombre y la receta originales.
Se trata de una masa dulce que se extiende con un palo de amasar o una máquina para hacer pasta. Luego se corta en tiras que se fríen, se espolvorean con azúcar impalpable y se comen calientes o una vez que se enfrían, a gusto del comensal.
Cada familia tiene su ingrediente secreto: algunas agregan leche a la masa, otras añaden ralladura de limón, jugo de una naranja y otros un licor de repostería como el alchermes (a base de canela, clavo, nuez moscada y vainilla).
Fuera de Italia pueden encontrarse indudables similitudes con las orejas de fraile españolas, las merveilles francesas, los coscorâos portugueses y los faworki polacos. Porque el origen de este postre parece ser judío y deriva de otra festividad, Purim, que también tiene una atmósfera carnavalesca.
(Traducido al español por Paula Llana)