BUENOS AIRES – Para dirigir una empresa se necesita dinamismo y flexibilidad. Como si la ansiedad generalizada que nos invade no fuera suficiente, los CEOs de LinkedIn y los gurús improvisados de otras redes sociales nos lo recuerdan todo el tiempo.
El mundo está en constante movimiento y Federico Comacchio lo sabe bien. Su familia migró muchas veces entre Argentina e Italia, y su empresa pasó por etapas de mucho crecimiento, pero también de grandes crisis.
Los primeros en dejar Italia para trasladarse a Argentina fueron sus tíos bisabuelos, que encontraron oportunidades de crecimiento en el nuevo continente y crearon la empresa Buratto, dedicada a la producción de máquinas envasadoras.
Mientras el bienestar económico crecía en Argentina, la guerra en Italia golpeó duramente a sus familias venecianas. Allí los nietos habían perdido a su padre, por lo que en 1946 se les unió uno de ellos, Stelio Comacchio, abuelo de Federico.
Stelio tenía 15 años cuando partió, solo, desde Venecia para reunirse con sus tíos que estaban del otro lado del océano, con la esperanza de poder ayudar a su familia que permanecía en Italia y que, tras la muerte de su padre, se encontraba en graves dificultades económicas.
A pesar de las adversidades, a Stelio no le faltaba determinación. Asistía a clases nocturnas para convertirse en técnico electromecánico y durante el día trabajaba en la fábrica de su tío para enviar dinero a su madre y sus hermanos menores.
Con el tiempo, ya más instalado en el país, empezó a juntar el capital necesario para que sus tíos le vendieran, poco a poco, su parte de Buratto.
Finalmente, la empresa, que a esa altura incluía dos plantas industriales -la envasadora y la fábrica de vinagre User-, pasó a sus manos. Bajo su dirección, el grupo empresarial llegó a emplear 250 personas en tres fábricas dedicadas al envasado: Buratto, que fabricaba máquinas llenadoras y tapadoras, Stelio, que fabricaba máquinas sopladoras de botellas, y Plastap, que fabricaba las tapas.
Para ese entonces su hijo Achille -padre de Federico- había crecido: estudió ingeniería y se casó con una colega, que había obtenido una beca en Alemania. La pareja se mudó a Europa y luego se estableció en el norte de Italia, donde ambos se sintieron más como en casa, debido a los orígenes venecianos de Achille y las similitudes culturales entre Italia y Argentina.
En Milán nació Federico. Un poco argentino, un poco italiano, del todo ingeniero.
Lamentablemente, el entusiasmo de Stelio no fue suficiente para afrontar la fuerte recesión de la actividad industrial que sufrió Argentina durante los años noventa y en 1995 tuvo que declararse en quiebra.
Achille decidió entonces regresar a Argentina y le compró la empresa a su padre en 2006: era hora de volver a ponerla en marcha. Y también de que el pequeño Federico cruzara el océano por primera vez.
Hoy también él forma parte de la empresa familiar, que ahora se llama BSC, donde siguen produciendo máquinas para el envasado de líquidos, tanto para la industria química y alimentaria como farmacéutica.
“Nuestras máquinas son las más precisas y versátiles del mercado”, declara orgulloso Federico, y explica que están diseñadas y fabricadas para durar años en un contexto en constante cambio.
La empresa se encuentra ahora en proceso de expansión y exporta ar todo el continente americano.
“A pesar de algunas dificultades, que desgraciadamente todas las empresas argentinas encontramos, salimos adelante –subraya–. No es casualidad que nuestro lema sea: 'Caminando hacia el futuro con la pasión de nuestra historia'”.

Máquina producida por BSC para el envasado de líquidos industriales.