SANTIAGO DE CHILE – Se publicó el informe sobre seguridad alimentaria y nutrición de la FAO, en colaboración con Unicef y otras agencias especializadas (el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, la Organización Panamericana de la Salud y el Programa Mundial de Alimentos). El documento ofrece un análisis profundo de los indicadores de seguridad alimentaria y nutrición actualizados a 2023.

El informe, titulado América Latina y el Caribe – Panorama regional sobre seguridad alimentaria y nutrición 2024: estadísticas y tendencias (2025, Santiago de Chile), analiza la evolución de los niveles de desnutrición y obesidad de la población desde el año 2000 en relación con la disponibilidad de alimentos saludables.

Las conclusiones destacaron que la región logró grandes avances hacia la erradicación del hambre y en garantizar el acceso a alimentos seguros, nutritivos y suficientes para todos.

A pesar de eso, persisten desigualdades significativas entre las distintas zonas geográficas, con un mayor impacto sobre las poblaciones más vulnerables, y el hambre sigue siendo más alta que los niveles previos a la pandemia.

Cabe señalar que en 2023, por segundo año consecutivo, América Latina y el Caribe fueron la única región en registrar una disminución de la subalimentación y de la inseguridad alimentaria moderada o grave, que, a nivel mundial, se mantuvo constante durante los últimos tres años. Sin embargo, esta mejora está impulsada principalmente por la disminución en Sudamérica, mientras que en los países de Centroamérica el hambre aumentó ligeramente.

El estudio señala que el progreso observado en los países sudamericanos se debe a la recuperación económica de algunas naciones, que ha llevado a un aumento en los niveles de empleo –y por ende a la reducción de la pobreza– especialmente en los países exportadores de energía que se beneficiaron del aumento de los precios de los combustibles durante y después de la pandemia.

Además, advierten que el ritmo de mejora se ha desacelerado en los últimos años y las desigualdades persisten también dentro de los propios países, con diferencias significativas entre los diferentes sectores de la población.

La inseguridad alimentaria es 6,2 puntos porcentuales más alta en las zonas rurales que en las urbanas, pero la principal brecha en la región es de género. La incidencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave en las mujeres es 5,2 puntos porcentuales más alta que en los hombres, en comparación con la brecha de 1,3 puntos registrada a nivel global.

El problema es importante, porque una buena alimentación de las mujeres es fundamental para la salud de las futuras generaciones. A pesar de que Sudamérica ha registrado la mayor prevalencia de lactancia entre los niños menores de seis meses y una tasa de bajo peso al nacer inferior a la media global, la FAO y Unicef lanzan una alarma sobre el aumento de la obesidad infantil.

El sobrepeso en niños menores de cinco años en América Latina y el Caribe ha aumentado de manera constante entre 2000 y 2022 y el incremento de personas con sobrepeso en la región ha sido mayor que la media global, mientras que la tasa de obesidad en los adultos es casi el doble que la mundial.

Nuevos datos sobre los precios y el acceso a una alimentación equilibrada han permitido obtener estimaciones más precisas que explican este fenómeno. El resultado es que “comer sano” cuesta demasiado en la región, mucho más que en otras partes del mundo. Como resultado, la obesidad y el sobrepeso coexisten con la malnutrición, dado que la comida chatarra cuesta menos que los alimentos frescos y con alto valor nutricional.

En 2022, el costo promedio global de una dieta saludable fue estimado en 3,96 dólares por persona al día, un aumento respecto a los 3,56 dólares de 2021. El cálculo se hace en base a un valor PPP (paridad de poder adquisitivo), es decir, considerando el valor de la moneda local en función de lo que se puede comprar, sin tener en cuenta el tipo de cambio oficial con el dólar.

América Latina y el Caribe registraron el costo más elevado de una dieta saludable, que ascendió a 4,56 dólares, seguida por Asia con 4,20 dólares, África con 3,74 dólares, América del Norte y Europa con 3,57 dólares y Oceanía con 3,46 dólares.

Respecto a 2021, el costo de una dieta saludable en la región aumentó un 11,8%. Esto significa que más de 82 millones de personas, casi una cuarta parte de la población, no pueden permitirse una buena alimentación, y este es uno de los principales desafíos que la región debe enfrentar para garantizar el acceso a alimentos nutritivos y de calidad para todos.

El informe destaca el impacto del cambio climático y los desastres naturales en la seguridad alimentaria. Sequías, inundaciones y tormentas son los principales factores que agravan la disponibilidad de alimentos, contribuyendo también a otros factores que inducen a la malnutrición.

La intensificación de los conflictos, las crisis económicas, el aumento de los precios y las desigualdades persistentes empeoran aún más los efectos negativos de la variabilidad climática en la producción de alimentos.

Los eventos extremos reducen la productividad agrícola, interrumpen las cadenas de suministro de alimentos, aumentan los precios e influyen en los entornos alimentarios, haciendo que las dietas saludables sean menos accesibles y menos asequibles, especialmente para las poblaciones vulnerables, empeorando también los hábitos alimentarios.

Por este motivo, el estudio indica que es necesaria una transformación de los sistemas agrícolas, para fortalecer la resiliencia de los cultivos, con un enfoque basado en la biodiversidad.

Es fundamental también concentrar los esfuerzos en la educación alimentaria de las personas, valorizando las tradiciones alimentarias de cada lugar que, desarrolladas en base a los recursos disponibles en el territorio, utilizan los productos estacionales que mejor se adaptan al clima local.