BUENOS AIRES – En la capital argentina, los jóvenes están redescubriendo y revalorizando los espacios tradicionales de la ciudad: viejos centros culturales, asociaciones y clubes barriales que durante años se consideraban “lugares de viejos” están volviendo a cobrar vida como puntos de encuentro donde disfrutar buena comida a precios accesibles, propuestas culturales alternativas y un fuerte sentido de comunidad.
Ejemplos de este fenómeno son el actual éxito de El boliche de Roberto, el histórico antro de tango en Almagro donde hoy conviven veinteañeros y boomers, o Varela Varelita, clásico bar de barrio de Palermo famoso por sus sánguches de carne, preferido frente a otros locales más sofisticados de Palermo.
Entre esos espacios que se renuevan con entusiasmo busca encontrar su merecido lugar la Unión Ossolana de Buenos Aires, en el corazón de Chacagiales –nombre con el que hoy se conoce al triángulo entre Villa Crespo, Colegiales y Chacarita, incluido entre los barrios más “cool” del mundo–, que el sábado 4 de octubre inauguró su nueva serie de encuentros veraniegos: Octubre de fiesta.
La iniciativa marca un paso importante para la asociación piamontesa, que busca renovarse y atraer nuevas generaciones sin perder el vínculo con su historia. “Nos estamos adaptando a los intereses de los más jóvenes –explicó el presidente Aldo Caretti–, porque queremos que la Ossolana siga siendo un lugar de encuentro para todos, sin distinción de edad.”
Su hija, María Eugenia Caretti, soprano que suele cantar en las fiestas de la asociación, compartió con emoción los recuerdos de su infancia en esa sede: “Recuerdo esta sala en ruinas, y vi cómo mi abuelo, junto a otros socios, la fue reviviendo día a día. Ahora nos toca a nosotros mantenerla actualizada. Somos conocidos por los almuerzos de bagna cauda, un plato de invierno, así que para el verano quisimos ‘refrescar’ la propuesta”.
Hoy son los nuevos chicos del barrio quienes juegan al metegol y corren por el patio, igual que lo hacía María Eugenia con sus amigos.
El jardín de la Unión Ossolana se transformó en un acogedor bar al aire libre, ideal para las noches cálidas porteñas. Un bar de aperitivos italianos recibía a los invitados con Spritz y Campari, y la empresa Bertelli ofrecía degustaciones de su Vermut Rosso, con notas florales de hibisco.

El rincón del bar de Bertelli.
El aporte solicitado –20.000 pesos– fue pensado para ajustarse a todos los bolsillos e incluía un trago y pizza libre. Las mozas de la asociación recorrían incansables las mesas ofreciendo porciones de la versión clásica y de una especial a la bagna cauda, creada por Aldo junto al celebrity chef Donato De Santis. Aunque la protagonista de la noche era la pizza, para los más hambrientos no faltó la bagna cauda tradicional –acompañada de verduritas mixtas–, además de hamburguesas, empanadas y bebidas para todos los gustos.

La pizza fue la protagonista de la fiesta.
La velada fue animada por Aldo Caretti y el joven Lauti López, maestros de ceremonia de carisma contagioso, junto a María Eugenia y sus compañeros del grupo Sol Lírica.
En el escenario se presentaron los artistas Ale Vega y Juan Manuel, que hicieron bailar al público con ritmos de cumbia y cuarteto, mientras el grupo de danza Radici aportó un toque del sur de Italia con una tarantela napolitana vibrante.
Uno de los momentos más divertidos fue la “competencia de bagna cauda”, un juego simpático que premiaba a quien lograra comer más rápido sin ensuciarse. Entre los participantes había un chico de 24 años que probaba por primera vez el plato piamontés: junto a un amigo, se había acercado “atraído por las luces de la fiesta y el aroma a pizza”. Casualmente, ambos eran descendientes de italianos (de origen calabrés) y quedaron encantados con la presentación del grupo Radici y la música lírica.

La competencia de bagna cauda.
María Eugenia Caretti interpretó la célebre Parlami d’amore Mariù –conocida por el público gracias a una famosa publicidad de Dolce & Gabbana– y un aria de Giacomo Puccini de la ópera Gianni Schicchi, en la que la protagonista suplica a su padre poder casarse con el hombre que ama, a pesar de su humilde condición. Aldo explicaba la escena a los dos jóvenes curiosos, que fueron de los últimos en retirarse. Y que, seguramente, volverán a las próximas fiestas de la asociación.