BUENOS AIRES – “En un momento de mi vida me di cuenta de que había ganado lo suficiente para asegurar la tranquilidad mía y de mis hijos. Entonces, en lugar de fundar otra empresa, me dediqué exclusivamente a la Fundación Konex”. Así lo contó Luis Ovsejevich, presidente de la institución e invitado de honor a la Cena del Lunes del Círculo Italiano.

Para hablar de la Fundación Konex, Ovsejevich retrocede hasta los recuerdos más tiernos de su infancia. “Tenía 3 o 4 años, mi mamá tocaba el piano, era profesora de música. Yo escuchaba y repetía de oído lo que ella tocaba”, relató con sencillez.

Su padre había llegado a la Argentina en 1930 como inmigrante, atraído por las promesas de progreso social que ofrecía el país en esos años. “Cuando era chico –recordó– siempre lo veía leyendo, en yiddish, su lengua materna, y en español, que lo dominaba perfectamente. Desde niño respiré lectura, música, cultura. Creo que esas cosas quedan para siempre”.

Después vinieron los estudios: terminó la secundaria en 3 años, ingresó a los 15 a la Facultad de Derecho, se recibió a los 19 y a los 20 ya era docente. Tras muchos años de enseñanza universitaria, durante tres décadas dirigió Konex, la empresa que representaba a Canon en Argentina y que más tarde dio nombre a la Fundación.

“Al dejar la docencia, quise crear algo que reemplazara la educación –explicó–. Así nacieron la Fundación y el Premio Konex, con el objetivo de reconocer a las personalidades más importantes del país en distintos campos culturales”.

Desde 1980, el galardón cambia de temática cada año: artes visuales, espectáculo, música popular, música clásica, literatura, ciencia y tecnología, periodismo… Son diez categorías que luego vuelven a empezar. Este año se celebra la edición número 46, dedicada a la música popular.

“En aquel momento pensé que, para tener visibilidad, debía arrancar con algo popular –recordó–. Por eso en 1980 empecé con el deporte”. El primer premiado fue Juan Manuel Fangio, feliz y emocionado.

“No quería correr detrás de lo efímero, de los personajes meteóricos, sino reconocer el valor de quien hubiera hecho algo significativo para la sociedad –subrayó–. Por eso todos los candidatos deben tener al menos 10 años de trayectoria”.

Un aspecto al que Ovsejevich le da enorme importancia es el proceso de selección: él elige a las 20 personalidades que integran el jurado, pero no interviene en la decisión final.

El reconocimiento a las figuras consagradas no excluye la atención a los más jóvenes. “Con la Fundación Konex también creé un ciclo para acercar a los chicos a la música: primero la ópera, después el ballet, luego los conciertos”, contó. Todo pensado en función de la mirada –y hasta de la altura– de los más pequeños.

“Al principio el Teatro Colón no quiso recibirnos –reveló–, así que arrancamos en el Cervantes. Hicimos 54 funciones de una ópera, un récord. En 1994 pasamos al Colón y más tarde yo mismo llegué a ser su director general. Cuando acepté pedí trabajar gratis: tardaron 9 meses en aprobarlo”.

En su relato tampoco faltó un matiz crítico. “Cuando dejé el Colón –dijo– propuse tres nombres para mi sucesor: eligieron a Juan Carlos Montero. Le pedí que continuara el ciclo, pero no lo hizo. Entonces lo llevé a la Ciudad Cultural Konex, donde sigue hasta hoy”.

Inevitablemente, entre las preguntas del público apareció la discusión actual sobre el cine argentino: el financiamiento de la cultura y el rol del Estado. ¿Qué debe apoyar con sus políticas? ¿Los productos que venden entradas aun con baja calidad? ¿O las obras de nicho, tal vez de gran calidad, pero que no llegan al gran público?

“Es el problema que se planteó con el Incaa –opinó Ovsejevich–. El dilema es si dar apoyo a todos o solo a los proyectos con retorno económico. Yo creo que hay que encontrar un equilibrio. No se puede dar dinero a cualquiera que tenga una idea sin verificar sus capacidades y formación. Pero hay personas que ya demostraron que saben hacer las cosas bien: a esas hay que apoyarlas. Eso se llama saber distinguir”.