USHUAIA – Llegó a la Argentina como misionero salesiano, para ayudar a las poblaciones nativas. Y se convirtió en uno de los exploradores más famosos de la época.

Se trata del padre Alberto De Agostini, que nació hace 140 años (el 2 de noviembre de 1883) en Pollone (Biella).

Un aniversario que no tuvo la resonancia que hubiera merecido por la importancia de la figura de De Agostini para la historia de la Iglesia y por su contribución a la antropología cultural moderna.

De Agostini ingresó muy joven en el seminario y optó por partir como misionero hacia el sur de Argentina y Chile, donde los padres salesianos defendían los derechos de los últimos sobrevivientes de las etnias alakaluf, ona, tehuelche y yámana.

Durante milenios estas poblaciones habían sobrevivido a las duras condiciones climáticas de Tierra del Fuego. 

Desaparecieron en pocas décadas con la llegada del hombre blanco, debido al contagio de enfermedades desconocidas a su sistema inmunológico y a la destrucción de su hábitat para ser utilizado para la cría de ovejas y ganado vacuno.

Los viajes y la exploración eran una pasión familiar para los De Agostini. El hermano mayor de Alberto, Giovanni, fue fundador del Instituto Geográfico De Agostini de Novara, una editorial especializada en mapas y publicaciones de viajes, ahora también activa en otros sectores editoriales.

Al llegar a América del Sur en 1910, el padre De Agostini compaginó su actividad espiritual con la exploración de la Patagonia y la observación de las poblaciones nativas.

También fue un experto alpinista y en sus últimos años en Sudamérica organizó expediciones de montaña: la conquista de la cumbre del Monte Sarmiento en 1955 (en la Tierra del Fuego chilena, en el parque nacional Alberto De Agostini) y el primer ascenso del Cerro Paine en 1957, también en Chile.

De regreso a Italia, murió en Turín en 1960.

Aún hoy permanecen intactas sus obras cartográficas de la Patagonia, una colección de fotografías etnográficas y libros geográficos.

El gran aporte del padre De Agostini a la antropología cultural consiste en su manera de acercarse a las poblaciones observadas, algo que es a la vez método y ética de la investigación. Siempre respetuoso de los valores y creencias de los demás, cuidadoso de considerar cualquier expresión humana como cultura, sin ninguna pretensión de superioridad occidental.