BUENOS AIRES - Un país atractivo “por lo extraño” y una crisis de representatividad. Un dilema económico que aún no sabemos a ciencia cierta de qué manera será resuelto.
Así describió el periodista e historiador Carlos Pagni la situación de la Argentina, en el primer encuentro de los “Aperitivos Políticos” que el Círculo Italiano organizará en su sede de la calle Libertad, en la Ciudad de Buenos Aires -aún no están fijadas las fechas. La entidad las comunicará una vez que estén decididas-.
“El fenómeno que atraviesa la vida pública argentina atraviesa también a muchas democracias en occidente: hay una crisis de representatividad – afirmó Pagni –. Hay tensiones, hay desencuentros”.
No es la primera vez que esto sucede. Desde 1930, con el golpe de Estado al entonces presidente Hipólito Yrigoyen -que muchos historiadores llamaron un “golpe con olor a petróleo” ya que se dio en medio del debate sobre la Ley de nacionalización del petróleo, propuesta por el Ejecutivo- hasta el último, en 1976, aquellas crisis fueron “resueltas” a través de quiebres institucionales, asaltos el poder por parte de militares y sectores de la sociedad civil que impusieron sus propias reglas.
“Felizmente nos curamos de esa enfermedad y podemos resolver este tipo de desencuentro entre la política y la sociedad de otra manera dentro del marco institucional −explica Pagni− . Esa fue la gran novedad del 2001, que fue la crisis anterior a esta que estamos viviendo”. Aquella del corralito, del colapso del régimen monetario y cambiario y cuando las clases más bajas y la clase media confluyeron en una única consigna: “Que se vayan todos”.
Con el derrumbe y la reconfiguración del radicalismo, un instrumento que tuvieron los sectores medios para intervenir en política durante más de un siglo, emergen dos nuevos actores políticos. El kirchnerismo, una nueva faceta del peronismo luego de la presidencia de Eduardo Duhalde, “con una agenda una forma de interpretación de la vida social y de la política que conecta con una parte importante de la sociedad”, explica Pagni, “lo que le da posibilidad de ganar muchas veces las elecciones y de legitimarse como partido y como movimiento político” por un lado y, por el otro, el macrismo. Elisa Carrió aparece como un desprendimiento del radicalismo y Mauricio Macri desde el mundo empresarial y del fútbol, dando lugar a la conformación del PRO, luego articulado en una nueva coalición -primero Cambiemos y después Juntos por el Cambio-. “En este último también los sectores medios encontraron instrumentos para intervenir en el proceso político”, afirma el periodista.
El “experimento”, describe Pagni, funcionó hasta mediados del 2020, el primer año de la pandemia, cuando los estudios de opinión empiezan a reflejar que la representación de esos actores comienza a declinar. “En las elecciones primarias del 2019 Cambiemos y el Kirchnerismo reunieron el 90% de los votos −lo que explica que luego de la crisis del 2001, y hasta el 2019, la Argentina haya tenido una fórmula política dual −.Pero en 2023 reunieron el 50%: perdieron un 40% de representación”.
“Pudo haber sido porque la grieta dejó de funcionar”, desliza el periodista. “La grieta entendida como un sector de la sociedad que piensa que la otra parte tiene la culpa de sus problemas y viceversa, algo que se da en muchos países. Basta con observar lo que sucede ahora en Estados Unidos”, entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano, en plena campaña electoral por la sucesión presidencial a Joe Biden.
Entre las causas de la crisis de representatividad, Pagni señala una crisis en el mundo del trabajo. El trabajo visto como un medio para tener un ingreso, una forma de inserción en la vida social, y una manera de ser reconocido y de tener autoestima. “Una institución central de la vida colectiva, que organiza la vida colectiva del conjunto y la vida individual y produce emociones que van más allá de lo económico. Afecta mucho la subjetividad”, explica.
En paralelo, sostiene Pagni con datos en mano, “surgió un individualismo en capas de la sociedad muy pobres, algo que fue estudiado en el conurbano bonaerense -un lugar donde residen 17 millones de personas, la jurisdicción más grande de la Argentina- por el sociólogo español Roberto Zapata, que trabajaba para el PRO. La gente decía ‘esto no es vida’”.
“Estos sectores empiezan a derechizarse”, afirma el periodista, que el año pasado publicó el libro El nudo: Por qué el conurbano bonaerense modela la política argentina, donde afirma que en aquel lugar “se condensan los principales conflictos económicos, sociales y políticos del país”.
En los últimos años, muchos jóvenes de clases bajas de aquella zona comenzaron a percibirse como emprendedores o cuentapropistas. Juntaban cartón, trabajan en apps de delivery o manejaban un auto transportando pasajeros. No querían que el Estado los asistiera y veían mal a aquellas personas que cobraban planes sociales.
“Y apareció Milei, diciendo que con los planes les robaban, que la justicia social es un robo −afirma Pagni−. La informalidad se resignifica. Si no tengo un sindicato que defienda mi salario frente a la inflación, tengo que negociar en un mercado que se transforma. Y a estas personas no hay que explicarles lo que es el mercado: es lo que viven todos los días, peleando por el sustento económico unos contra otros”.
Parte del público del primer Aperitivo Político a cargo de Carlos Pagni.
“De esta manera llegamos a Milei”, sintetiza Pagni. Un emergente, entonces, de la situación laboral y de las plataformas, alguien que supo entender la comunicación de estos tiempos y el problema que debía atacar: la inflación.
Luego de una devaluación del 118% en diciembre, pocos días después de la asunción del mandatario, y de que el índice de precios al consumo reflejara un 25,5% aquel mes y un 20,6% en enero, logró que el indicador bajara a un dígito. "Pero contrajo mucho el PBI”− explica Pagni, que se pregunta: −¿La gente va a premiar la caída de la inflación o va a castigar la recesión?".
Hay en este momento, además, otro dilema: indicadores financieros como el riesgo país reflejan buenos resultados, mientras los trabajadores sufren problemas en el mundo laboral, incluso aquellos que no han perdido el trabajo: son suspendidos, les cuesta cada vez más pagar el transporte y los sueldos no alcanzan a paliar la suba de los precios. “En este punto, el gobierno, luego de bajar la inflación, ¿reactivará la economía?”, se pregunta el periodista.
En paralelo, la imagen positiva de Javier Milei viene cayendo desde junio, al menos hasta septiembre. Hay encuestas que revelan que esa caída se habría amesetado el último mes, en medio de un fuerte conflicto universitario luego del veto presidencial a la ley que asigna los fondos a las altas casas de estudio.
“El mundo universitario se ha transformado mucho en los últimos veinte años −explica Pagni−, sobre todo por la creación de muchísimas universidades en zonas de clase media y media baja. Y frente a un panorama de gran expansión del individualismo, de gente que no le ve mucha salida al desarrollo en la vida, pero que no quiere depender del Estado, la posibilidad de ir a la universidad y formarse allí es una salida muy apreciada”.
La primera gran manifestación a favor de la universidad pública fue el 23 de abril. En aquel momento distintas casas de estudio se habían declarado en emergencia presupuestaria. El gobierno accedió a aumentar una parte del presupuesto universitario -aquel destinado a gastos de funcionamiento- pero no mejoró los salarios docentes. “De eso se trata el conflicto ahora”, afirma Pagni, mientras las y los estudiantes denuncian una disminución en la planta docente (y, en consecuencia, de la oferta horaria ofrecida) debido a los bajos salarios, que genera que profesoras y profesores migren a instituciones que ofrecen mejores sueldos o que prefieran otros trabajos antes que la docencia.
Para Pagni, en este momento “nos encontramos con los dos rostros de ese problema: la universidad es un bien y es percibida como tal (después tendremos que ver si es la universidad que necesitamos) y al mismo tiempo hay que dar el debate acerca de qué significa la autonomía universitaria”. Según el historiador, es “saludable” que “por primera vez haya una discusión respecto a si las universidades deben ser auditadas o no”.
“Hay un legítimo interés por parte de los estudiantes en que la universidad pública siga existiendo, pero eso no puede significar defender una casta universitaria donde hay niveles de corrupción altísimos que hay que enfrentar”, concluyó Pagni.