Distintos países, distintas costumbres. Aplica también al ritual de los regalos de Navidad.

Y aún más en Italia, el país de los mil campanarios, donde hay muchas figuras mágicas que llevan regalos a los niños. Y no todos en la noche del 24 de diciembre.

Empecemos por desmentir un mito: Papá Noel, originalmente, no era el señor panzón y jovial, de barba blanca y trineo tirado por renos.  

Su leyenda está inspirada en San Nicolás, obispo de Myra (en la actual Turquía), nacido cerca del año 270.

Sí, él, San Nicolás de Bari, patrón de la ciudad de Apulia, ya que sus reliquias fueron traídas desde Mira a Italia por marineros de Bari hacia el año 1000, para salvarlas de los musulmanes.

Según la leyenda, San Nicolás salvó a tres chicas pobres de la prostitución llenando con monedas de oro las medias que habían colgado a secar en la chimenea. Así las jóvenes tenían un dote para la boda.

De esa forma nació la tradición de los regalos navideños. San Nicolás, entre la noche del 5 al 6 de diciembre, lleva regalos a los niños de Trieste y de las ciudades portuarias del Adriático.

¿A qué se debe la conexión con el mar y los puertos? Se lo considera el protector de los barcos.

A eso debe su éxito: los marineros viajaron por todo el Mediterráneo (y más allá), difundiendo el culto a San Nicolás. Que en el Norte se convierte en Nikolaus y luego en Claus. Más bien, Santa Claus.

Antes de la vigilia de Noche Buena està Santa Lucía, que la noche de entre el 12 y el 13 de diciembre reparte regalos en Verona, Brescia, Vicenza, Bergamo, Mantua, Udine, en las zonas de Trentino y Belluno y en Siracusa, en SIcilia, tal como cuenta el libro infantil La notte di Santa Lucia di Sara Agostini (Gribaudo).

El atuenda rojo, sin embargo, era una túnica que luego la publicidad de Coca-Cola la transformó en un traje mucho más práctico  para subir y bajar del trineo.

La tradición más italiana, sin embargo, es la de la Befana, una anciana que vive en la montaña, en una choza, y viaja a bordo de una escoba para llevar regalos a los niñois (o carbón, si se portaron mal) en la noche entre el 5 y 6 de enero. Es decir, la Epifanía, de la que la palabra "Befana" es una distorsión.

La leyenda se remonta al siglo XII y cuenta que los Reyes Magos, tras los rastros de Jesús, pidieron a una anciana información sobre el camino a seguir. La mujer los ayudó pero no quiso ir con ellos, a pesar de su insistencia. Luego, arrepentida, llenó una bolsa con regalos y empezó a buscarlos, pero sin éxito. En ese momento pensó que lo mejor era ir tocando de casa en casa, dejando un regalo para cada niño, con la esperanza de que uno de ellos fuera Jesús.

Detalle fundamental: el marido de Befana no es Papá Noel, sino el Befanotto, viejo, achacado y particularmente feo.

Es una tradición cien por ciento italiana, pero especialmente extendida en el norte, entre Emilia y Toscana (de hecho, se dice que la Befana vive en los Apeninos tosco-emilianos). Mientras que en el Véneto, la tarde del 6 de enero existe la costumbre de quemar a "la anciana" (una marioneta, obviamente) como rito apotropaico del año que acaba de comenzar.

Es precisamente esta tradición la que llegó a la Argentina, más allá de la fuerza comercial de Papá Noel en un mundo globalizado.

De hecho, originalmente, el rito de los regalos coincidía con la Epifanía y eran los Reyes Magos quienes las traían. Y en algunos lugares del país, el ritual de la fogata quedó como un deseo de renovación para el nuevo año.