BUENOS AIRES - Carolina Puga -tal es el verdadero nombre de Paulina Cocina-, una de las influencers gastronómicas más conocidas del mundo hispanohablante, reveló sus secretos a los estudiantes (y no solo) del máster en Business Management EU-LATAM de la Universidad de Bolonia.
Fue la invitada de honor de una masterclass abierta a toda la comunidad sobre la materia “Retailing and Digital Marketing in Europe and Latin America”.
El máster, que se imparte en la sede de Buenos Aires de la universidad, está centrado en los contextos europeos y latinoamericanos y analiza las diferencias, desafíos y oportunidades de cada mercado.
De origen italiano, específicamente calabrés, Carolina contó que su abuela nació en Terranova di Sibari (Cosenza), un lugar que aún no ha podido conocer.
“Quiero visitar Calabria con mi mamá -cuenta Carolina-. Cuando estuve en Italia, estaba con mi novio y ella me dijo que no podía ir al pueblo acompañada de un hombre sin estar casada”.
Aunque esta “sibarita argentina” aún no ha logrado viajar al lugar de origen de su familia, destacó la influencia de sus raíces en su amor por la buena cocina. Y cómo esa pasión fue el motor de su carrera profesional como creadora de contenido culinario, lo que le permitió construir una comunidad sólida.
Y aquí viene la primera lección: para crear una marca personal convincente, es necesario construir el camino con pasión.
Carolina explicó cómo fue una de las primeras en entrar en el mundo de YouTube, cuando aún no existían los influencers como los conocemos hoy. “Pocas generaciones tienen la oportunidad de presenciar el inicio de algo”, dijo, reflexionando sobre su papel pionero en el mundo digital.
No había un camino trazado. Paulina Cocina fue una verdadera creación personal, sin un objetivo claro, pero con las ganas de explorar y divertir al público.
A pesar de haber iniciado una carrera académica en Sociología, Carolina encontró su pasión en la cocina y en el mundo de los videos online. Estaba a punto de conseguir su doctorado en Barcelona, pero “nunca entregué la tesis porque me convertí en youtuber -bromea-. No suena bonito dicho así, pero eso fue lo que realmente pasó”.
Estaba fascinada por el mundo de Internet y se sentía cansada de su carrera en Sociología, que le parecía demasiado solemne. Creó el pseudónimo para evitar que su experimento en la web perjudicara su reputación en el ámbito académico.
Antes de Paulina Cocina, intentó gestionar un sitio de cortometrajes, pero pronto se dio cuenta de que no tenía una verdadera pasión por el cine. Sin embargo, fue gracias a esa experiencia que comenzó a experimentar con la edición de videos, una actividad que resultó ser clave para su futuro.
“Amo la gastronomía y enseñar a cocinar me parece una actividad noble, que no me genera ningún tipo de conflicto moral. Compartir información sobre cómo cocinar es, en muchos sentidos, un servicio”, declara con orgullo.
De ahí surgió la decisión de crear videos de cocina, inspirados en los programas de televisión, que subía a YouTube para su blog, encontrando gran satisfacción en esta actividad.
Paulina Cocina siempre tuvo una idea clara sobre cómo construir su marca personal, pero no lo hizo con una visión empresarial inmediata. Inicialmente, su objetivo era simplemente divertirse y encontrar su propio estilo. “Me concentré en el branding, sin saberlo”, recuerda la influencer.
En los primeros años, intentó seguir las tendencias estéticas más populares, pero pronto se dio cuenta de que ese no era su camino. “Tuve que buscar mi voz auténtica”, añadió, destacando la importancia de ser genuino y mostrarse tal cual se es.
Hoy, aunque tiene un equipo de colaboradores, aún maneja personalmente la cámara. Reconoce que ha probado técnicas de filmación más profesionales, sin éxito, y con el riesgo de perder la alegría que le da “hacer Paulina Cocina”.
“La gente del mundo del cine a menudo desprecia las redes sociales -afirma- y se niega a aprender los códigos y los tiempos de estos nuevos ámbitos, que evolucionan mucho más rápido que los estudios: cuando aprendés algo, ya está pasando otra cosa”.
En el segundo año desde la creación de Paulina Cocina, Carolina se dedicó a hacer crecer su audiencia, que entonces consistía en seguidores de Facebook, lectores del blog y suscriptores en YouTube.
Recién al tercer año sintió que el proyecto estaba listo para convertirse en un negocio, pero las expectativas no eran las que son hoy. “Pensaba, como mucho, en vender banners publicitarios en el blog y tal vez, en el futuro, publicar un libro de cocina”, confiesa la creadora de lo que ahora es una marca de gran éxito.
Paulina Cocina no solo genera ingresos con las visitas en YouTube, sino que también ofrece cursos online, escribe libros y promociona productos de grandes empresas en las redes sociales, pero con un estricto criterio de selección.
Es que la construcción de la marca también pasa por las colaboraciones. Por eso Carolina elige trabajar solo con productos que sean compatibles con el espíritu de su marca. “He rechazado propuestas importantes porque no eran compatibles con la alimentación casera que promuevo -revela-. No hago una cruzada contra los alimentos industriales, de vez en cuando yo también los consumo, pero no puedo publicitarlos como sustitutos de una comida”.
Llegamos, entonces, a la segunda lección importante. Porque Carolina sostiene que, para mantener el éxito a largo plazo, es fundamental analizar los datos.
“Soy meticulosa y siempre estudio las estadísticas de las plataformas. Internet es un mundo lleno de datos”, proclama. Y explica que su equipo prepara un informe cada tres meses para entender qué le gusta a su público, qué no funciona, por qué, y anticipar las tendencias.
En este sentido, Carolina también habló sobre la importancia de conocer las características de la audiencia y de las diferentes plataformas digitales.
Cada una requiere un tipo de contenido específico, como ella misma explica: “En TikTok el público es muy joven y la forma de consumir los videos es diferente. Lo que funciona allí, a menudo también funciona en YouTube Shorts, pero no necesariamente en Instagram. TikTok es la plataforma que más me gusta, pero no paga y las empresas no me la piden. Así que no creo contenido con ese fin, aunque sigo monitoreando qué sucede”.
En cuanto a su perfil en Instagram, tiene una audiencia bastante heterogénea, de la cual ha podido notar algunas características socioeconómicas. “Tengo dos indicadores”, cuenta. “Sé que muchas personas se conectan desde iPhone, y que la mayoría tiene un seguro médico privado y estudios universitarios”.
No hay duda de que su pasado en Sociología ha influido en su habilidad para analizar el mundo digital, permitiéndole mantenerse relevante y crecer de manera sostenible con el tiempo.
A pesar de su enorme popularidad, Carolina siempre ha intentado mantener un equilibrio entre su vida profesional y personal. Según ella, el secreto para mantener una relación sana con su público es la autenticidad, pero también saber poner límites.
Aunque a menudo adoptamos una actitud particular según el rol y la situación en la que nos encontramos, en las redes sociales, donde la exposición es diaria, se vuelve muy difícil fingir de manera permanente. La influencer admite que, en cuanto al posicionamiento de la marca, es mejor mostrarse de manera genuina.
Otra cosa es la capacidad de mantener un equilibrio entre la vida profesional y personal. “No trabajo los fines de semana -afirma-. Nunca mostré a mis hijos, mis amigos, ni ninguna parte de mi casa más allá de la cocina. Siempre soy yo misma, pero lo que muestro es solo una pequeña parte de mi vida”. Y explica que, en general, la comunidad se retroalimenta con lo que se ofrece: “Si mostrás tu intimidad, va a querer más. Si das recetas, va a pedir más... El público es conservador”.
De una cosa, sin embargo, está segura. A pesar del análisis de datos, en su éxito también hay una componente intangible, difícil de replicar. Al igual que en la cocina, donde no basta solo con seguir las recetas, hay algo inexplicable en las manos de los cocineros. “En algunos casos sigo haciendo lo que quiero, más allá de lo que sugieren las estadísticas”, confiesa.
Sobre este punto aclara: “Por un lado, me interesa saber qué quiere el público, pero por otro soy una persona creativa y tengo ideas propias. Actualmente estoy haciendo una serie de cinco días sobre cócteles... Si les hubiera preguntado a las personas qué recetas querían para las fiestas, seguro que no me habrían pedido estas. Y, sin embargo, la serie está teniendo mucho éxito. Cuando propones algo nuevo, al principio el público tiende a pedir lo que hacías antes; es importante darles un período de adaptación a los contenidos”.
Carolina da rienda suelta a su pasión por la cocina explicando conceptos complejos, como la fermentación, en YouTube, donde cuanto más largo el video, mejor. Mientras que para los reels de Instagram, donde hay que captar la atención de la gente en pocos segundos, muestra recetas comprensibles en un minuto.
“No hay que olvidar que el objetivo de estas plataformas es mantener a las personas enganchadas para mostrarles publicidad -aclara Carolina-. Si con mi video logro mantener a los usuarios en la plataforma, el algoritmo me favorece. Si algo no funciona, significa que el contenido no está generando interés”.
En definitiva, el éxito de Paulina Cocina se basa en saber equilibrar la intuición personal, guiada por la creatividad y la pasión por la cocina, con el análisis preciso y constante de su microcosmos digital.
Siempre atenta a las nuevas tendencias, Carolina está explorando las posibilidades de la inteligencia artificial. “Si la gente empieza a preguntar a Chat Gpt cómo cocinar, pierdo una parte de mi negocio. Pero, ¿qué pasaría si pudiera crear una IA entrenada por mí, que respondiera como lo haría yo? O si pudieran clonar mi cara en los videos, así ya no tendría que maquillarme -bromea-. “Pero la receta la hago yo, ¡no se preocupen!”
Lejos de la cocina, también está trabajando en otro proyecto que no sigue la voluntad del algoritmo, sino su interés personal: un programa de debates.
“En el mundo de Internet, todo parece ser siempre blanco o negro. Me gustaría crear un formato donde se puedan tratar muchos temas diferentes, algunos controversiales y otros más livianos -cuenta-. En la vida real, de hecho, siempre estamos en contacto con personas con las que no estamos de acuerdo, algo que difícilmente ocurre en las redes sociales. La idea es mostrar a personas que puedan dialogar aunque tengan opiniones contrarias”.