BUENOS AIRES –  Tenía que ser “la última vez” de Betty y Nelly Braganti en el escenario del Teatro del Pueblo (Lavalle 3636). El 24 de junio era la fecha de la función de cierre del musical Esas que no (Brenda Bonotto y Sol Montero), que narra las desventuras de dos hermanas inmigrantes italianas que sueñan con convertirse en grandes actrices. 

Para la ocasión, las redes sociales de Il Globo y Esas que no se sortean dos entradas gratuitas para no perder la oportunidad de ver este espectáculo tan cercano a las historias de muchas mujeres ítalo-argentinas.

Todo estaba listo para la despedida, pero el teatro renovó el contrato y la obra sigue en cartel durante todo el mes de julio. El sorteo, igual, sigue vigente.

“La nonna estaría encantada con esta colaboración con un periódico comunitario italiano. Toda mi familia es de origen italiano y el tema de la inmigración siempre ha estado presente en la casa”, explica Brenda, quien también es autora y productora del espectáculo y, casualmente, armó un equipo de trabajo compuesto casi en su totalidad por mujeres de ascendencia italiana.

“El proceso de escritura de un texto siempre es un poco caótico al principio, no sabés realmente lo que estás escribiendo hasta que el material está bastante completo, y luego empezás a organizar tus ideas con más claridad”, explica la autora.

Los orígenes italianos de la directora Antonela Scattolini Rossi también jugaron un papel importante en la creación de estos personajes.

“Cuando leí el texto –dice– comprendí que la parte de la historia que habla de las dificultades de los inmigrantes era universal”. Sigue vigente en ciertos aspectos, aunque con diferencias evidentes.

De izquierda a derecha, Lali Alvárez (iluminación), Camila Farias (asistente de dirección), Antonela Scattolini Rossi, Brenda Bonotto, Sol Montero, Camila Ciccone (vestuario) y Agustín Scala (dirección musical).

“Mis abuelos me contaban que las familias que partían se subían a un carro y el resto del pueblo los acompañaba durante el mayor trayecto posible hasta el puerto donde tomarían el barco –recuerda Antonela–. Pasaban años antes de que llegara siquiera una sola carta. Era muy diferente a la experiencia actual”.

Las hermanas Braganti, protagonistas de la obra, intentan ocultar su condición de inmigrantes y su acento italiano para encontrar trabajo.

“Especialmente en el mundo artístico, uno tiende a sacrificar su acento para tener más oportunidades. Lo analizamos como un problema universal… – explica Brenda–. ¿Es necesario perder una parte de la propia identidad para adaptarse a la sociedad? Yo también me pregunté eso. La idea del teatro dentro del teatro siempre me ha atraído y quería abrir una reflexión sobre las ambiciones y el concepto de éxito en la vida moderna”.

Antonela también se sintió personalmente interpelada por los temas tratados en el texto. “Lo que encontré particularmente interesante de explorar en estos dos personajes es el hecho de que ambas tienen talento para el entretenimiento, pero eligen vidas diferentes –explica–. Para Nelly la actuación es vital, no concibe la vida sin la posibilidad de trascender a través del cine. Betty también es una gran artista pero su foco està puesto en otras cosas”.

Para Sol Montero, que interpreta a Nelly Braganti (la más decidida a triunfar en la pantalla grande de las dos hermanas), es importante, como actriz, poder hablar en el escenario sobre las hostilidades del mundo del espectáculo.

“¿A cuántos buenos artistas nunca les llega la gran oportunidad? –se pregunta–. A veces las puertas no se abren y no depende de la capacidad, el talento o incluso la tenacidad y pasión que uno proyecte en una carrera artística. Muchos de nosotros no tenemos la oportunidad de dedicarnos al arte con la estabilidad profesional que nos gustaría. No siempre depende del esfuerzo personal, es un mundo que puede ser muy cruel”.

Antonela reflexiona: “¿Qué es el éxito? Vivimos en una sociedad en la que significa solo una cosa.Para las dos hermanas en cambio son ideas diferentes, quieren cosas distintas. Ambos conceptos son válidos”.

Antonela explica que la mirada del personaje invisible de la madre, siempre presente, es la que empuja a las dos jovenes a buscar el reconocimiento como actrices, una especie de mandato familiar.

Para Sol, la idea de tener la voz interna en nuestra cabeza que nos guía, e incluso en ocasiones nos critica, es algo con lo que todas las mujeres podemos identificarnos. Brenda también subraya cómo esta cuestión matriarcal es muy distintiva de la familia italiana.

Aunque su espectaculo no cuenta la historia de su familia (está ambientado en 1937, mientras que sus abuelas llegabron a Argentina después de la guerra), ha retomado muchos rasgos caracteristicos de las familia italianas.

“De pequeña fuí a un colegio italiano y en casa viviamos rodeados de cocoliche: las abuelas y tias hablaban en italiano y los nietos respondíamos en español”.

La actriz Brenda Bonotto asistió cuando era niña al colegio bilingüe Enrico Fermi de Quilmes, “Pero el acento que se escucha cuando estoy en el escenario viene de casa, escuchando e imitando a mis abuelas y tías abuelas, incluso para burlarme un poco de ellas”. La familia también es eso...

“Las hermanas que interpretamos tienen una relación muy estrecha –añade Sol Montero– con todo lo que eso conlleva. Compartir tanto las une, pero a su vez crea la necesidad de distanciarse".

En una escena, una de las dos protagonistas dice que el pueblo italiano de donde vienen es tan pequeño, que hasta el pedazo de queso que tiene en la mano es más grande. La anécdota está tomada textualmente de una grabación que Brenda le había hecho a su abuela para no perder la memoria histórica de la familia.

“Lo grabamos con mi hermano –explica–. También incluí en la historia el poderoso efecto que tuvo la introducción del cine sonoro en la cultura. En mi opinión, no hay registro más importante que el del timbre vocal de una persona”.

Las mujeres de la familia Bonotto están muy presentes durante todo el espectáculo, desde el texto hasta la puesta en escena.

La vestuarista y escenógrafa Camila Ciccone confeccionó el vestuario con muchos vestidos que habían pertenecido a abuelas y tías abuelas de las actrices, modificados para caracterizarlos a la época y adaptarlos a sus talles.

“El teatro independiente es un gran esfuerzo de equipo. Todas rebuscamos en los armarios de nuestras casas y pasamos meses buscando tutoriales en Internet para hacer los peinados a la garçonne de los años treinta –dicen las chicas con entusiasmo–. Teníamos el doble desafío de aproximar nuestra apariencia a la época y de parecernos entre las dos”.

Brenda y Sol en una foto del escenario.

Se inspiraron en las grandes parejas del mundo del espectáculo del pasado, que jugaban mucho con el parecido como elemento atractivo. “Admiramos mucho a Sandra Guida y Alejandra Radano, dos grandes del teatro musical argentino”, explican.

Para la interpretación tomaron como modelos a las grandes actrices de los años dorados del cine argentino.

“Durante los ensayos trabajamos estudiando las interpretaciones de Tita Merelo, Libertad Lamarque, Laura Hidalgo, las grandes actrices protagónicas de los años cuarenta. Nos inspiramos en ellos para la construcción del personaje, la forma de hablar y utilizar el cuerpo”, explica Antonela.

“En una pareja de trabajo exitosa, cada uno conoce sus capacidades y las del otro –continúa la directora–. Sol y Brenda se admiran profundamente, y esto es lo que les permite dar valor a las propuestas y sugerencias de cada uno, sin entrar en competencia. Fue otro elemento presente en el texto que destacamos al desarrollar la puesta en escena: el de las diferentes fortalezas de cada hermana”.

Sol y Brenda comenzaron a trabajar juntas desde muy jóvenes, apenas saliendo de la adolescencia, con la compañía de teatro Cibrián-Malher, con la que participaron en musicales representados por toda Sudamérica. Además de esta experiencia, tienen una sólida formación en canto, baile y actuación.

“Fue una gran escuela, teníamos la oportunidad de estar constantemente en el escenario y desde entonces nos hemos hecho grandes amigas”, dice Sol.

La experiencia actual, sin embargo, tiene algo especial. “Estar en el escenario del Teatro del Pueblo es un privilegio –coinciden las actrices y la directora–. Este teatro siempre luchò para dar visibilidad a los autores locales, siempre comprometido en promover la cultura. Para nosotras es un honor que hayan elegido el espectáculo para esta sala”.